Cuentos de la Gran Guerra.
Edición de Juan Gabriel López Guix.
Alpha Decay. Barcelona, 2008.
Edición de Juan Gabriel López Guix.
Alpha Decay. Barcelona, 2008.
En su colección de narrativa Alfanhuí, Alpha Decay edita una espléndida antología de veinte relatos que se publicaron en los veinte años siguientes al inicio de la Primera Guerra Mundial que hasta el periodo de 1939 a 1945 se llamó la Gran Guerra.
De la edición, la selección y el prólogo se ha encargado Juan Gabriel López Guix, que ha restringido el campo de la antología a la producción literaria en inglés, con relatos de escritores de los países anglófonos que ofrecen la imagen literaria múltiple de quienes vivieron el conflicto, lo sufrieron con mayor o menor cercanía y reflejaron en sus textos sus reacciones ante la guerra.
Arthur Machen, Rudyard Kipling, Vernon Lee, Saki, Conan Doyle, Conrad, Lord Dunsany, Edith Wharton, D.H. Lawrence, Katherine Mansfield o Somerset Maugham son algunos de los veinte nombres que firman estos Cuentos de la Gran Guerra.
Una guerra de una crueldad sin precedentes que provocó casi veinte millones de muertos y cambió de forma radical el panorama político y cultural de Europa, ya muy agitado en los años previos al conflicto. Las repercusiones de aquellos encarnizamientos quedan resumidas en estos veinte relatos, uno por cada millón de muertos civiles o militares, que reflejan también diversas tendencias estilísticas, entre lo clásico y lo nuevo. Porque en aquellos años moría un mundo y nacía otro también en el terreno de la literatura.
Musil, Broch, Roth, Svevo vieron aquella guerra y sufrieron sus consecuencias desde el otro lado del campo de batalla y para ellos la ruptura fue más violenta. Pero en el campo aliado y entre los autores recogidos en esta antología también hubo variedad de situaciones y diversas maneras de enfocar la guerra y sus secuelas en los relatos: desde la propaganda bélica de Kipling y su testamento de odio a la terapia que busca en la literatura la curación de las heridas morales, más traumáticas que las de la carne, en Wyndham Lewis o Richard Aldington, pasando por el alegato pacifista de Vernon Lee en una actualización de las danzas de la muerte que se titula El ballet de las naciones.
Siete de estos cuentos, más de la tercera parte, se traducen por primera vez al castellano. Y entre esos inéditos, uno de los más interesantes es El prisionero alemán, de James Hanley, que fue quemado en público en 1933 y estuvo prohibido en Inglaterra hasta 1997. Es un intenso relato que denuncia los impulsos criminales de dos soldados británicos, un desmentido explícito de la heroicidad civilizadora de los vencedores, que parecen presagiar en su brutalidad lo peor de Abu Ghraib.
No hay héroes en estos relatos, como no hay héroes en las guerras, pero el volumen contiene narraciones inolvidables, como la que elabora la mirada irónica y distante de un Saki que fija su atención en las repercusiones de la guerra en las especies ornitológicas; un inquietante y prekafkiano cuento de Lord Dunsany o Gustav, una narración de Somerset Maughan de la que arranca la novela moderna de espías.
De la edición, la selección y el prólogo se ha encargado Juan Gabriel López Guix, que ha restringido el campo de la antología a la producción literaria en inglés, con relatos de escritores de los países anglófonos que ofrecen la imagen literaria múltiple de quienes vivieron el conflicto, lo sufrieron con mayor o menor cercanía y reflejaron en sus textos sus reacciones ante la guerra.
Arthur Machen, Rudyard Kipling, Vernon Lee, Saki, Conan Doyle, Conrad, Lord Dunsany, Edith Wharton, D.H. Lawrence, Katherine Mansfield o Somerset Maugham son algunos de los veinte nombres que firman estos Cuentos de la Gran Guerra.
Una guerra de una crueldad sin precedentes que provocó casi veinte millones de muertos y cambió de forma radical el panorama político y cultural de Europa, ya muy agitado en los años previos al conflicto. Las repercusiones de aquellos encarnizamientos quedan resumidas en estos veinte relatos, uno por cada millón de muertos civiles o militares, que reflejan también diversas tendencias estilísticas, entre lo clásico y lo nuevo. Porque en aquellos años moría un mundo y nacía otro también en el terreno de la literatura.
Musil, Broch, Roth, Svevo vieron aquella guerra y sufrieron sus consecuencias desde el otro lado del campo de batalla y para ellos la ruptura fue más violenta. Pero en el campo aliado y entre los autores recogidos en esta antología también hubo variedad de situaciones y diversas maneras de enfocar la guerra y sus secuelas en los relatos: desde la propaganda bélica de Kipling y su testamento de odio a la terapia que busca en la literatura la curación de las heridas morales, más traumáticas que las de la carne, en Wyndham Lewis o Richard Aldington, pasando por el alegato pacifista de Vernon Lee en una actualización de las danzas de la muerte que se titula El ballet de las naciones.
Siete de estos cuentos, más de la tercera parte, se traducen por primera vez al castellano. Y entre esos inéditos, uno de los más interesantes es El prisionero alemán, de James Hanley, que fue quemado en público en 1933 y estuvo prohibido en Inglaterra hasta 1997. Es un intenso relato que denuncia los impulsos criminales de dos soldados británicos, un desmentido explícito de la heroicidad civilizadora de los vencedores, que parecen presagiar en su brutalidad lo peor de Abu Ghraib.
No hay héroes en estos relatos, como no hay héroes en las guerras, pero el volumen contiene narraciones inolvidables, como la que elabora la mirada irónica y distante de un Saki que fija su atención en las repercusiones de la guerra en las especies ornitológicas; un inquietante y prekafkiano cuento de Lord Dunsany o Gustav, una narración de Somerset Maughan de la que arranca la novela moderna de espías.
Santos Domínguez