Luis Antonio de Villena.
De esos pandémicos revolcones, que conviven en Jaime Gil de Biedma con su refinamiento estético y su vida diurna de alto ejecutivo, y de otras muchas cosas, teóricamente más importantes, habla Luis Antonio de Villena en sus Retratos (con flash) de Jaime Gil de Biedma, un libro excelente que ha publicado Seix Barral en edición limitada y en su colección Únicos, con prólogo de Ana María Moix, una de las pocas personas que atendieron a Gil de Biedma en sus últimos meses de vida.
Pero que nadie espere escándalos, ni un enfoque morboso, ni la menor indiscreción. Al contrario, este es un libro lleno de elegancia, sensatez y admiración por Gil de Biedma, el poeta y el personaje, una evocación de encuentros que nos transmiten una imagen completa y cabal de aquel poeta tan fundamental y tan contradictorio, tan desgarrado entre lo pandémico y lo celeste, entre esos revolcones y el refinamiento de un exquisito, siempre en la clandestinidad vital, en la clandestinidad política y sexual, entre los lugares exclusivos y los antros.
El flash, imprescindible, claro, porque casi todos esos encuentros y travesías de los dos lados de la Castellana que evoca Villena en este libro fueron nocturnos. Y ese fogonazo los ilumina. Esta es una iluminación escrita con altísimo aprecio, pero sin beatería. Una iluminación que pone al descubierto las contradicciones, la escisión dolorosa que explica esas duplicidades que se hacen explícitas en Pandémica y celeste o en Contra Jaime Gil de Biedma, dos de sus poemas vertebrales.
Inteligente y alocado, impulsivo y brillante, cordial y desenvuelto, mundano y un punto canalla, agreste y cosmopolita, con ese aire de camionero ilustrado que tan bien define algunos comportamientos en los que conviven el dandismo y la sordidez, el refinamiento y la rudeza, la experiencia y la literatura. En ese desgarrón afectivo y vital está la clave de la obra del autor de Moralidades y ese es el cauce que da sentido literario a la existencia de quien en el fondo era muy frágil.
¿Y qué tiene que ver esto –pensará alguien- con la literatura? Todo. Porque no es posible entender, no ya ciertos poemas, sino la totalidad de la obra de Gil de Biedma sin tener en cuenta la historia sentimental compleja, la biografía escindida de la que surge. Como no se pueden entender los Poemas para un cuerpo de Cernuda sin tener presente a quién se referían esos poemas mexicanos o los Sonetos del amor oscuro sin saber quién era Rodríguez Rapún.
Sería curioso comprobar cómo hay una serie de rasgos comunes en todas esas relaciones, cómo esos muchachos son muy parecidos entre sí y en sus relaciones de dominio sobre estos poetas, a los que maltrataron sin medida. No es un asunto de morbo, sino de la raíz dolorosa y amarga de la que surge su poesía.
Lo anuncia en el prólogo Ana María Moix:
Creo que, desde el 8 de enero de 1990, día de la muerte de Jaime Gil de Biedma, no había vuelto a encontrarme con él hasta ahora, al leer el manuscrito de este espléndido retrato [...] Luis Antonio de Villena ha logrado hacer algo muy difícil: retratar al hombre, en toda su intimidad, hasta lo más profundo de su a veces inconfesada intimidad, y hacerlo con un enorme respeto.
A los lectores de Gil de Biedma este libro les refrescará la memoria de muchos de aquellos poemas alusivos y elusivos a un tiempo.
Quienes no lo hayan frecuentado aquí hallarán una de las mejores introducciones que se han escrito sobre la obra de Gil de Biedma.