31/5/07

Cuentos en verso de Rubén Darío



Rubén Darío.

Tan bonita, Margarita, tan bonita como tú…
y otros cuentos en verso.
Edición y prólogo de Luis Alberto de Cuenca.
Ilustraciones de Gustave Moreau.
Breviarios de Rey Lear. Madrid, 2007.



En la evocadora introducción con la que Luis Alberto de Cuenca presenta la selección de cuentos en verso de Rubén Darío que publica Rey Lear recuerda la importancia que tuvieron aquellos textos en su educación sentimental y estética:

Supe, por ejemplo, que las mujeres más hermosas solían sonreír a los héroes más fieros, o que las princesas se aburrían muchísimo en la jaula dorada de sus palacios hasta que llegaban los príncipes a liberarlas de su spleen, o que las hadas -esas hadas tan prerrafaelitas de Rubén- fabricaban copas de ensueño con la felicidad entera a disposición de quien tuviera la suerte de encontrarlas al otro lado del espejo.
Me enteré, en suma, del valor que tenía la imaginación; del poder que podía otorgarte la fantsía si la hacías cómplice suyo; de que la gloria estaba aquí abajo, en la risa art nouveau de la divina Eulalia (y en el resto de sus atributos, porque el erotismo es el gran tema de Rubén Darío, el centro de gravedad de su poesía, su indiscutible Leitmotiv), en «la carne que tienta con sus verdes racimos», y de que había que vivir con la mayor intensidad posible porque nuestra existencia duraba menos que un suspiro. Conocí que, aunque no supiésemos a dónde íbamos ni de dónde veníamos, teníamos que superar nuestro desconcierto a golpe de energía positiva y disfrutar de las rosas de la vida antes de que llegara la muerte con sus fúnebres ramos y lo echase todo a perder.

Cuentos afincados desde hace décadas en la memoria colectiva de lectores y oyentes, relatos evasivos que nos llevan al exotismo oriental, a un pasado medieval idealizado o a la pura ensoñación que prescinde del amarre del tiempo y del espacio. Cuentos con aristócratas, princesas y hadas que flotan en la imaginación convocada por la musicalidad y el refinamiento verbal del Rubén más parnasiano.

La edición se enriquece con los dibujos de Gustave Moreau, un pintor modernista francés que evoca plásticamente el mismo mundo que imaginan estos cuentos en verso de Rubén Darío.


Santos Domínguez

El juicio de Dios


Heinrich Von Kleist.
El juicio de Dios [El duelo].
Traducción de Ursula Toberer.
Rey Lear. Madrid, 2007.

Heinrich Von Kleist (1777-1811) es uno de los más importantes prosistas del Romanticismo alemán. Exaltado y kantiano, se suicidó en un lago junto a su amante. Pero antes fue uno de los fundadores de la novela corta alemana y su narrativa se convirtió en el precedente más claro de la literatura expresionista. Y después ejerció una notable influencia sobre autores como Kafka, que lo tuvo como uno de sus autores preferidos.

Una de sus novelas cortas, El juicio de Dios, la edita Rey Lear, con traducción de Ursula Toberer. Ambientada en la Edad Media, su protagonista responde al prototipo romántico, libre e independiente, y su bien llevado desarrollo se sostiene sobre un dato secreto que genera la sorpresa final.

Un relato en el que no sobra nada y en el que todos los elementos narrativos se dirigen al centro de una diana con la misma precisión de la flecha que asesina al Duque Wilhem von Breysach. Una lección de buena literatura que recupera la joven editorial en su colección Breviarios.

Santos Domínguez

30/5/07

Descrédito del héroe



José Manuel Caballero Bonald.
Descrédito del héroe.
Lectura de Joaquín Pérez Azaústre.
Bartleby Editores. Madrid, 2007.

Cuando apareció en 1977 Descrédito del héroe, de José Manuel Caballero Bonald, que acaba de reeditar Bartleby en su serie Lecturas 21, su autor llevaba casi quince años sin publicar poesía. Desde Pliegos de cordel había editado, en la antología Vivir para contarlo, un anticipo, Nuevas situaciones, de lo que sería este Descrédito del héroe, un libro que abre una nueva línea en Caballero Bonald.

Un libro nocturno, como la excelente novela Ágata ojo de gato, escrita a la vez que los poemas de este libro oscuro y visionario en el que la memoria es no evocación sino indagación, no recuerdo sino conocimiento.

Este es un libro fundacional en el que están ya presentes, como en una obertura, temas, formas y actitudes que a partir de ese momento serán centrales en la poesía de Caballero Bonald, especialmente en los dos libros siguientes, Laberinto de Fortuna y Diario de Argónida.

Con el ejemplo de Juan Ramón Jiménez y de Cernuda, conviven en Descrédito del héroe el verso y la prosa, la memoria y la palabra, el sarcasmo y el culturalismo en una poesía alucinatoria, exigente en sus planteamientos estéticos y rigurosa en sus exigencias éticas.

Poesía como crítica moral, como búsqueda y revelación de lo que desconoce el poeta, memorial nocturno de gran densidad de contenido, de tensión verbal sostenida y enorme fuerza sonora, con Descrédito del héroe Caballero Bonald entra en su plenitud poética, en la plenitud de una poesía indagadora y depurativa, en la que la palabra asume una función alucinatoria que tiene en este libro la intensidad del fulgor y una carga eléctrica de alto voltaje.

Como suele ocurrir en sus libros, el poema inicial, Hilo de Ariadna, da muchas pistas sobre el tono y los temas del conjunto, sobre las claves y falsificaciones de la memoria. Termina así:

Si pudiera
reconstruir un solo

rincón de aquella playa

sin salida posible, si pudiera
volver al sitio aquel, reconocer
la cerrazón de la cabaña, andar
a tientas hasta el último
recodo del silencio, ¿oiría

algo distinto a la fricción
de unas piernas con otras, al barrunto

de alguien aproximándose

en lo oscuro? ¿Vería
aún desde allí, ya en el terrado
de Sanlúcar, asiéndome

al parteluz de la ventana, el bulto

azul de los faluchos y, más cerca,
la agitación de las fogatas

que encendían los sigilosos areneros?

Imágenes sin ojos
pasan
con más tenacidad que el giro

extenuante del recuerdo. Hortensia,

hija de Minos, no

es tarde todavía, ven, veloces

son las noches que hemos vivido ya:
aún estamos a tiempo
de no querer salir del laberinto.


Irracionalistas y a menudo herméticos, coexisten en estos poemas la exuberancia sonora, la ironía y un lenguaje que es instrumento de introspección y de profundización en el conocimiento de las zonas oscuras del poeta.

Poesía interrogativa cuya modernidad heterodoxa se elabora sobre el rico sustrato artificioso de Lucano, Mena o Góngora, hay en Descrédito del héroe un tono de fábula mitológica, como en Ágata ojo de gato, una tendencia constante a sustituir de la realidad por el mito, a fundir lo mitológico y lo lírico, lo narrativo y lo emocional, como en este Argónida, 13 de agosto, una indagación autorreflexiva en la realidad, en la memoria y en la biografía que lo convierten en uno de los textos emblemáticos del libro:

Luciente espejismo que vi
en los idus de agosto por la linde

crepuscular de la marisma, cerca
del arenal de Argónida,
mientras las monocordes
dependencias del sueño disputaban

su parte de ficción al predominio
de la brumosa realidad,
¿cómo podría yo olvidarme
no de lo incierto de esa historia

por nadie atestiguada,
sino de la razón que me ha asistido

desde entonces, habitante

de otro espejismo donde sólo
sigue siendo verdad lo que aún no conozco?

La lectura de Joaquín Pérez Azaústre, la espléndida lectura generacional de un poeta joven, destaca tres de las claves de este libro: Visión, lenguaje, música: en la sonoridad está el latido exacto de una voz acompasada.

Y, en una segunda parte, la lectura da lugar a la escritura, a una reflexión creativa que se acerca al collage con que un poeta homenajea a otro.


Santos Domínguez

29/5/07

Cuentos de Hemingway


Ernest Hemingway.
Cuentos.
Traducción de Damián Alou.
Lumen. Barcelona, 2007.


Precedidos de un prólogo en el que García Márquez evoca el día en que vio a Hemingway de lejos en París y le llamó maestro, Lumen edita sus Cuentos, la parte más interesante de la obra del norteamericano, la recopilación que publicó en 1939 con el título de Los cuarenta y nueve primeros relatos.

Están aquí, entre esos cuarenta y nueve cuentos, algunos de los mejores de su autor, de la literatura norteamericana y del siglo XX.

Muchos de estos cuentos son obras maestras fáciles de parodiar e inmunes al olvido. Esas palabras son de Harold Bloom, que detectó ese carácter magistral y aludió a que Hemingway practicó con frecuencia la autoparodia involuntaria que le llevó al fracaso estético de El viejo y el mar.

Cuentos como Los asesinos, Las nieves del Kilimanjaro, Un gato bajo la lluvia o Colinas como elefantes blancos que figuran entre los más leídos de su autor y que constituyen modelos memorables y lecciones continuas de la técnica del relato corto.

Fue en estas distancias cortas donde Hemingway demostró su mayor capacidad. Y al igual que en el boxeo o la tauromaquia, dos de las más conocidas aficiones de Hemingway, en el cuento todo es cuestión de distancia, geometría y precisión. No decía ninguna tontería Cortázar, otro apasionado del boxeo cuando, desde su esquina, recomendaba el k.o. para el cuento y la victoria a los puntos para la novela.

Hemingway no siempre lo entendió así, y sus novelas, cuentos desmedidos según frase de García Márquez, acusan con frecuencia una serie de defectos propios de quien no era un corredor de fondo en el campo de la narrativa. Harold Bloom lo decía más sibilinamente: Había un daimón en Hemingway, pero era un espíritu lírico que solía alejarse cuando la narración se extendía demasiado.

Un ejemplo: El invicto, un excelente relato de tema taurino, muy superior en la captación de ese mundo a Fiesta, Muerte en la tarde o El verano peligroso.

Con ese aliento genial pero de corta duración, Hemingway crea en sus cuentos un mundo de perdedores y de idealistas fracasados, de personajes maltratados por la vida y abocados a la muerte. En muchos de estos cuentos, a lo largo de seiscientas páginas de buena literatura, resuenan las voces de Shakespeare y de Withman, y los silencios, porque la escritura de un cuento sólo funciona si por encima del agua, como en un iceberg, sólo emerge la octava parte de su volumen.

Cuando uno vuelve a leer estos cuentos después de varios años -vuelvo a Harold Bloom otra vez- lo toman por asalto: su estilo y su visión imaginativa son ejemplares.

Posiblemente sea Hemingway el autor más utilizado en los talleres literarios. Ahora por fin se puede disponer de una traducción presentable de la obra de un autor frecuentemente maltratado por los traductores. Los personajes ya no hablarán el tejano de los rufianes que igualaba al torero fracasado en una taberna de Madrid y a Nick Adams o a Francis Macomber.

Las traducciones de Damián Alou consiguen que el lector de estos relatos en español ya no tenga esa sensación de estar ante una versión degradada de lo que escribió aquel maestro al que saludó a voces García Márquez en el bulevar Saint Michel.

Santos Domínguez

28/5/07

El espejismo de Dios

Richard Dawkins.
El espejismo de Dios.
Editorial Espasa. Madrid, 2007.

El ateísmo hasta el siglo XIX fue cosa de amateurs, personas intuitivas cuya razón les hacía sospechar de libros sagrados que te autorizaban a tener esclavos si pertenecían a países vecinos e incluso a vender como sierva a tu propia hija, pero que te impedían llevar una camisa con mezcla de fibras textiles y prescribían la pena de muerte para los hijos desobedientes.

A medida que tras el Renacimiento el universo se fue llenando de infinitos mundos y la vida desbordó las estrecheces del Arca de Noé para chapotear en el caldo primigenio hasta alcanzar los ilimitados tiempos de la geología, la tarea del Dios omnisciente e intervencionista comenzó a lindar con lo extenuante y lo absurdo. Cuando en 1859 Darwin proporcionó una explicación alternativa a la actuación creadora de Dios se produjo la eclosión del moderno ateísmo científico.

Por eso no es extraño que sean los darwinistas como Richard Dawkins, autor de este libro, quienes más se han distinguido en los últimos años como defensores del ateísmo. Dawkins pertenece a la estirpe de los ateos desvergonzados, no como otros científicos contemporizadores a los que disgustan los disparates de la religión, pero que prefieren no entrar en batalla argumentando que esto puede conseguirse si ciencia y religión evitan “solaparse” en sus enseñanzas y magisterios. Para Dawkins el solapamiento es continuo, inevitable y necesariamente conflictivo.

Y aunque muchos pensemos que unos libros sagrados escritos cuando los habitantes de Oriente Medio andaban preocupados domesticando la cabra montesa, pocas luces pueden aportar a personas que viven en sociedades democráticas postindustriales, lo cierto es que millones de seguidores de esta o aquella religión aceptan la literalidad de esos textos y su origen divino. Y la cuestión es si esos libros llenos de irracionalidades y doctrinas absurdas se merecen la deferencia de los científicos y vivir ajenos a la crítica. Dawkins cree que no, que religiones e iglesias gozan de unos privilegios excesivos en los países democráticos y que deben, como toda otra creencia, acostumbrarse a ser sometidos a la evaluación y a los reproches de quienes deseen exponer sus opiniones. Que incluso agnósticos y ateos, en nombre del multiculturalismo, hayan criticado la publicación de las caricaturas de Mahoma en un periódico danés, puede dar una idea de lo enquistada que está la inmunidad de la religión al análisis y la crítica.

Como el enfrentamiento entre ciencia y religión es ya más que centenario, el libro de Dawkins proporciona también argumentarios para todo ateo dispuesto a algunas polémicas que ya no son nuevas, pero siguen siendo necesarias: cómo enfrentarse (y ganarle sin esfuerzo) al creyente sofisticado que comienza sus discursos diciendo “por favor, hablas como si yo creyese en ese Dios en forma de anciano de barba blanca sobre su nube”, cómo sonrojar a quienes dicen que si Dios no existiese no habría ética ni moral (Dawkins propone que preguntemos : ¿me estás diciendo que si se demostrase que Dios no existe irías por ahí robando, violando y matando?); cómo explicar a unos padres creyentes tu ateísmo más o menos sobrevenido (e incluso cómo unirlos al club).

El libro es un manual práctico de ateísmo, una denuncia de los muchos sucedáneos modernos de la religión, una exposición de la visión científica del universo, un tratado de ética, un manifiesto panfletario que anima a los ateos que no lo hayan hecho a salir del armario (¿del confesionario?, ¿del sagrario?). Y muchas cosas más. Escrito de una forma organizada pero muy amena, cuesta no leerlo de un tirón, y aunque habla de cosas muy serias, no faltan las sonrisas, las risas y hasta algunas saludables carcajadas.

Dawkins es probablemente agresivo en sus planteamientos porque ha comprendido que hoy resulta ya cándido pensar que sólo con el progreso de la ciencia y la tecnología la humanidad abandonará sus creencias irracionales, entre otras cosas por el fuerte rebrote del cristianismo integrista en países como Estados Unidos (la principal potencia científica e industrial del mundo), o por la aparente facilidad con la que fanáticos islámicos compatibilizan su rechazo a la modernidad con el manejo de dos Boeing 767 para estrellarlos contra las Torres Gemelas. ¿Sueñan los fanáticos con ojivas atómicas?
Jesús Tapia

El corazón devorado


Isabel de Riquer.
El corazón devorado.
Una leyenda desde el siglo XII hasta nuestros días.

Siruela. Madrid, 2007.

El amor y la muerte, dos de los temas esenciales de la literatura, se funden de modo ejemplar para dar lugar a una historia hondamente arraigada en diversas tradiciones culturales: la leyenda del corazón devorado, en la que el canibalismo y la venganza por el adulterio toman cuerpo en la pintura, la literatura y el cine.

Una historia que surge a mediados del siglo XII y desde Dante a Múgica Láinez, sigue convocando zonas oscuras del inconsciente colectivo: un marido engañado mata al amante de su mujer, le extrae el corazón y lo hace guisar para que ella, sin saberlo, se lo coma. Cuando el marido le revela que aquel delicioso manjar era el corazón de su amante, la esposa muere.

Isabel de Riquer, catedrática de literatura medieval en la Universidad de Barcelona, ha recogido en el espléndido volumen que acaba de publicar Siruela más de veinte textos, en su mayoría inéditos en español sobre ese tema antropofágico que ha ido evolucionando y adaptándose a los modelos culturales, naturalistas o simbólicos, de cada época.

No sólo en el previsible Sade o en el Barbey más provocador y diabólico. El tema aparece en alguien tan inesperado aquí como Juan Pablo I, aquel papa efímero.

Sobre un corazón crudo o con canela, en ragú o en paté, con perejil o hervido, entre la sencillez sobria del texto medieval a la elaboración minuciosa o la complejidad simbólica de la literatura moderna se suceden veintidós textos, entre el XII y el XX sobre un banquete trágico que tiene sus precedentes en las prácticas antropófagas de la mitología clásica, en ritos tribales y en prácticas religiosas.

Las vidas de Guillem de Cabestany (s. XIII) fue una de las primeras y más completas manifestaciones de la leyenda del corazón devorado. Un triángulo amoroso dramático que transcurre de Cataluña a Alemania o Italia, del Decamerón a Stendhal, con un enfoque cómico o trágico, realista o alegórico.

Durandarte y Belerma o el marqués de Astorga, la diabólica venganza de una mujer en Barbey D'Aurevilly o una de las historias impertinentes de Léon Bloy afianzan el simbolismo de la víscera como centro metafórico de la vida amorosa.

Curioso tema, estudiado por Gómez Canseco en un excelente artículo (A otro perro con ese hueso. Antropofagia literaria en el Siglo de Oro), en el que demuestra que no sólo el hambre, que también la religión o los celos han dado motivo suficiente para comerse a un semejante.

Por completo o en sus partes más nobles, en un ritual de antropofagias eucarísticas y devoraciones eróticas del que fue víctima aquel Guillem de Cabestany recordado por Pere Gimferrer en este Desgarramiento:

Y con tanto dolor las arracadas
de la vid de la noche en su racimo
no se mueven porque ahora el corazón
se desgarre: los enamoradizos
del pájaro, alumbrada de muerte la cabeza,
nos partimos por la mitad al grito
del cielo del crepúsculo como el
corazón de Guillem de Cabestany
gira en la torre el pájaro tres veces
quizás, el pájaro de juventud,
la mano de la noche que se alarga en las nubes,
el pájaro que es sólo llaga cuando vivimos.
(Versión de Justo Navarro.)

Santos Domínguez

27/5/07

La ciudad sentida


Manuel Longares.
La ciudad sentida.
Alfaguara. Madrid, 2007.

La ciudad sentida es el segundo libro de relatos de Manuel Longares. El primero, Extravíos (1999), también se recoge en el volumen que publica Alfaguara.

Cincuenta y tres textos agrupados en tres apartados: Leyendas, Personajes e Historias para descubrir a través del cuento la cara oculta de Madrid, que es un bubón en la meseta y un antro de insatisfechos, el lugar de la violencia y la corrupción, un lugar bien lejano de esa antesala del paraíso que evoca el dicho castizo.

Mediante la superposición constante de la ciudad de ayer y la de hoy, a través de la intersección de tiempos y clases sociales, de épocas y ambientes de la ciudad, se evoca el Madrid absurdo, brillante y hambriento de Valle, la capital de la gloria de Eduardo Zúñiga o la capital de la bulla.

De la reja de las Comendadoras a los rascacielos de Azca, de Lope a Barbieri, de Luces de bohemia a La Verbena de la Paloma, de 1808 a 1936, de La Celsa a Recoletos, la niebla funde épocas y espacios, el recuerdo y el presente, la ficción y la certeza, el costumbrismo del cocido o el rabo de toro y la lírica rilkeana del sfumatto y la fantasmagoría en un Madrid de carteristas y paletos, barquilleros e inmigrantes.

Una ciudad sobre la que Longares proyecta su afecto castizo, su mirada compasiva y la agudeza de bisturí de un estilo inimitable para describir un paisaje humano que, como el de sus calles, está lleno de sombras y luces, de tristeza y socarronería.

La ciudad se convierte así en el personaje que protagoniza el libro, en el eje de referencia que lo articula y lo vertebra, con relaciones sutiles que conectan unos textos con otros, a través de leyendas que mezclan pasado y presente y de personajes que desde distintos ámbitos sociales y espacios, desde diversas edades desarrollan sus estrategias de supervivencia entre el Madrid austriaco, el goyesco, el galdosiano de Puerta Cerrada o el de Max Aub y la calle de Valverde.

Como uno de sus personajes, el autor contempla el mundo a través de la rejilla de sus ojos entornados: un Madrid solanesco o con nubes de Velázquez sobre el monte del Pardo, en el que conviven el tipo pintoresco y el anodino contribuyente con hipoteca, los carteristas que desvalijan a los guiris en las Vistillas y quienes recurren al agua milagrosa y genital de la Fuente del Berro.

Y Longares convoca aquí también diversos modelos y diversas miradas: la del Goya de los cartones para tapices o de la Quinta del Sordo, Arniches y Rosa Chacel, Chueca y Benet, Baroja y Aldecoa, Valle y Kafka, el ripio extravagante de Zorrilla y el maestro Barbieri.

Porque Madrid es todo eso y más, a esos modelos suma Longares un evidente entronque con la experimentación vanguardista de los años veinte, más que en el lenguaje, en el enfoque, en el tratamiento del tiempo y el espacio y en la elección de la ciudad como tema y como protagonista de la narración.

Sin nostalgia por un Madrid que ya no existe, o que quizá sólo existe en la literatura y sus alrededores, la prosa de Longares, ágil y retrechera, castiza y posmoderna, disciplinada en el ritmo y rigurosa en el acento se coloca a veces muy cerca del apunte carpetovetónico de las fotografías al minuto y del cuadro costumbrista en el que aparecían los españoles pintados por sí mismos.

El asfalto de Madrid, que es pasarela del garbo, se resquebraja de gusto cuando el torero castizo Exuperancio Posturas —un hombre para dar hambre a cualquier clase de hembra que decida echarse al hombro— va con su mozo de espadas por la calle de Encomienda a esta hora de sobremesa en que, sin ganas de siesta ni de tertulias taurinas busca aliviarse la pelvis y no un trivial pasatiempo. «Cual arcipreste o lotero», rememorará el cronista, «el lidiador demandaba la preferencia de paso». Un macho es sexualidad y propende al disparate si se le niega el desahogo. No se achaque a prepotencia el capricho de Posturas cuando en la calle del Oso delega en su subalterno el manejo de la aldaba. La resonancia de bronce estremece a proxenetas y pupilas del burdel. Pero aún más la pretensión que el torero reivindica sin equívoco posible: «Me calzo a la Machaquita y no me avengo a suplentes».

Así comienza Casticismo, uno de los textos escritos con el ritmo inconfundiblemente romanceril del octosílabo blanco:

¡Olé con ole Posturas en la Puerta de Toledo!: su sentido de la fiesta alerta al chisgarabís y emociona a los cabales. De rodillas y elocuente, Posturas brinda al monarca —aupado a una talanquera como un demócrata más— y dibuja con la izquierda cinco naturales, cinco, y un lento pase de pecho que la cátedra jalea. Vuelan cigarros, billetes, castoreños y botijos alrededor del artista. «Eres macho, maricón», le grita un despendolado. Un sublime afarolado y el desplante oro molido descomponen al morlaco y rematan la faena, si breve dos veces buena, como elogia el alguacil, paisano del gran Gracián.

En Extravíos, reunión de relatos escritos entre 1984 y 1996, que se publicó en 1999 y ahora forma la segunda parte de este libro espléndido, el autor escribía a modo de prólogo un Perfil del que forman parte estas líneas, que nos parecen válidas también para La ciudad sentida:

Se sabe que la literatura es una apuesta en el tiempo y lo que hoy disgusta por artificioso mañana agrada. Quizá el nuevo siglo recupere el afán experimental que predominó a principios del que ahora termina. En cualquier caso, esa voluntad de romper moldes goza de la complicidad, si no del favor, del género de la narración breve. Ya muchos consideran el cuento un laboratorio de pruebas donde si no hay riesgo es como si faltara el aire.
(...) este libro se sitúa en zona de nadie y a contraluz, como corresponde a su carácter neutro, poroso y fronterizo, renuente a la franqueza y pródigo en disfraces. Inmerso en la ambigüedad del simulacro, parece realista sin serlo, y da frutos entreverados.

Lo habitual en Longares es el asombro incesante, el deslumbramiento gozoso que provoca su literatura en el lector. Y La ciudad sentida es una nueva demostración de un talento narrativo y un virtuosismo estilístico que le sitúan en el nivel más alto de la prosa española del último cuarto de siglo.

Quien conoce sus libros anteriores sabe que no exagero.
Santos Domínguez

25/5/07

Especial Feria del libro


Propuestas

Narrativa


Andrés Trapiello.
La cosa en sí.

Pre-Textos. Valencia, 2006.

Diario y novela en marcha, La cosa en sí es la decimocuarta entrega del Salón de pasos perdidos.

Sandor Márai.
La hermana.

Salamandra. Barcelona, 2007.


Apareció en 1946 y fue la última de las novelas de Márai antes de empezar su largo y definitivo exilio. Una reflexión intensa sobre la enfermedad y la muerte, el arte y la pasión con la prosa elegante y profunda que caracteriza toda la obra del húngaro.


Jorge M. Reverte.
Triple agente.

Espasa. Madrid, 2007.

Narrada en primera persona, esta novela es el relato de las aventuras de Mariano Fernández, un modesto periodista que, en un momento decisivo de la Guerra Civil, cuando todavía nada estaba decidido, se ve forzado a asumir el papel de espía.


Luis Landero.
Hoy, Júpiter.
Tusquets. Barcelona, 2007.


Tras cinco años de silencio, vuelve el mejor Landero con esta excelente novela que le confirma como uno de los mejores intérpretes contemporáneos de la tradición cervantina. Una fiesta total.


Manuel Longares.
La ciudad sentida.
Alfaguara. Madrid, 2007.

La ciudad sentida reúne cincuenta y tres relatos sobre las leyendas, los personajes y las peripecias de una ciudad que, pese a presentarse tal cual es, sin modificar el nombre de sus calles ni la ubicación de sus monumentos, no parece la misma cuando el retratista la refleja.



Ernest Hemingway.
Cuentos.

Lumen. Barcelona, 2007.


Con una evocación en forma de prólogo de García Márquez y traducciones revisadas por Damián Alou, Lumen recupera The Forty-nine First Stories (Cuarenta y nueve primeros cuentos) de Ernest Hemingway, una selección de relatos que se publicó en 1938. Los asesinos, Las nieves del Kilimanjaro o Un gato bajo la lluvia son algunas de las cimas de las que han aprendido varias generaciones de escritores. La traducción de Damián Alou pone por primera vez estos cuentos a la altura que no tenían otras versiones, descuidadas y repletas de errores.




Wu Jingzi.
Los mandarines. Historia del Bosque de los Letrados.

Traducción, notas y presentación de Laureano Ramírez Bellerín.
Seix Barral. Barcelona, 2007.


Escrita en China en el siglo XVIII por Wu Jingzi, un letrado inconformista muerto en la miseria, esta ambiciosa narración está considerada como una de las grandes creaciones novelescas de la literatura universal, comparable en su capacidad abarcadora y precisión a Balzac, y en su impecable don de observación irónica a Gógol.



Javier Pascual.
Periplos y derrotas del Chancro de Azamor
.
Caballo de Troya. Barcelona, 2007.

Como quien camina en busca de su destino, Ismael sobrevive a un naufragio, a la voracidad de las fieras y a la crueldad de las tribus. Una novela que establece lazos literarios con Las minas del rey Salomón o con las aventuras de Salgari pero desde una escritura que remite al Conrad de El corazón de las tinieblas.

Ensayo, biografía, memorias

Edwin Williamson.
Borges. Una vida.
Seix Barral. Barcelona, 2007.


Un Borges turbio y contradictorio en esta biografía intensa y original, en palabras de Harold Bloom, que es también una inmejorable introducción a su obra.



James Boswell.
La vida de Samuel Johnson.
Espasa Calpe. Madrid, 2007.

James Boswell recoge en esta biografía no solo los acontecimientos clave de la vida de Johnson, sino su poderío intelectual, la originalidad de sus planteamientos, la fuerza de su conversación, que a nadie dejaba indiferente, la honestidad de sus sentimientos... Boswell se convierte así en el mejor retratista posible de una de las figuras literarias más deslumbrantes del siglo XVIII, un siglo en el que brilló con luz propia gracias al portentoso poder de su mente privilegiada.


Günter Grass.
Pelando la cebolla.
Alfaguara. Madrid, 2007.

Un ejercicio de memoria crítica, de intensa sinceridad y alto valor literario: El recuerdo se asemeja a una cebolla que quisiera ser pelada para dejar al descubierto lo que, letra por letra, puede leerse en ella.


Elias Canetti.
Apuntes (1942-1993).

Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores. Barcelona, 2007.

El cuarto tomo de las Obras completas de Elias Canetti recoge la totalidad de los apuntes que se publicaron en vida del autor, así como aquellos que dejó seleccionados y ordenados para su publicación. La edición más rigurosa y amplia de los Apuntes de Canetti se completa con una extensa introducción de Ignacio Echevarría sobre la génesis y la escritura de la obra, un ensayo de Peter von Matt acerca del aforismo fantástico en Canetti y un índice temático y analítico de José Manuel de Prada Samper.


Claribel Alegría.
Mágica tribu.

Berenice. Córdoba, 2007.

Rulfo y Cortázar, Juan Ramón y Monterroso, Graves y Asturias pasean por estas páginas convocados por la pluma amiga de Claribel Alegría. Diez semblanzas y un homenaje escrito por quien compartió con ellos amistad y pasión literaria.


Ricardo García Cárcel.
El sueño de la nación indomable.
Temas de hoy. Madrid, 2007.


Los mitos de la Guerra de la Independencia es el subtítulo de este libro en el que Ricardo García Cárcel somete a revisión una serie de lugares comunes en torno a aquellos acontecimientos de los que pronto se cumplirá el segundo centenario.



Léon Bloy.
Exégesis de los lugares comunes.
Traducción de Manuel Arranz.
Acantilado. Barcelona, 2007.


Léon Bloy(1846-1917) fue uno de los escritores antimodernos de los que habló Compagnon y uno de los referentes constantes de Borges. Gran parte de su inteligencia, de su ingenio y de su intemperancia la proyectó en esta Exégesis de los lugares comunes (1902), que acaba de publicar Acantilado con traducción de Manuel Arranz.



Fernando Ortiz.
Lírica andaluza contemporánea.

Almuzara. Córdoba, 2007.

En su serie Clásicos andaluces de la literatura, Almuzara publica veinte artículos en los que el poeta Fernando Ortiz ejerce de manera ejemplar la crítica. Alguno de estos textos, como el dedicado a Cernuda, entre los más brillante que se ha escrito sobre el sevillano.





Enid Starkie.
Arthur Rimbaud. Una biografía.
Traducción de José Luis López Muñoz.
Siruela. Madrid, 2007.

Biografía ampliamente ilustrada, considerada una de las mejores obras sobre Rimbaud. Un recorrido completo por la obra y la vida de uno de los mitos fundacionales de la literatura moderna.

Susan Sontag.
Al mismo tiempo. Ensayos y conferencias.
Literatura Mondadori. Barcelona, 2007.

Al mismo tiempo reúne dieciséis ensayos y conferencias escritos en los últimos años de su vida por Susan Sontag. La naturaleza liberadora de la literatura, sobre el activismo político y sobre la resistencia a la injusticia como deber ético. El último texto, que da título al libro, resume la vinculación entre política y literatura, ética y estética, el mundo interior y el exterior.


Poesía



Antonio Gamoneda.
Antología poética.

Edición de Tomás Sánchez Santiago.
Libros Singulares. Alianza. Madrid, 2007.

Reedición en Libros singulares de una antología esencial del último Cervantes.


Philip Larkin.
Las bodas de Pentecostés.
Traducción y prólogo de Damián Alou.
Lumen. Barcelona, 2007.


En 1964, diez años antes de publicar Ventanas altas, Philip Larkin (1922-1985) se convirtió con Las bodas de Pentecostés en una de las voces más personales y renovadoras de la poesía inglesa.


Giovanni Quessep.
Metamorfosis del jardín. Poesía reunida (1968-2006).
Edición de Nicanor Vélez.
Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores. Barcelona, 2007.

Casi desconocido en España, en donde no había editado ningún libro hasta ahora, Giovanni Quessep (1939), ocupa con Álvaro Mutis, Darío Jaramillo o Juan Gustavo Cobo Borda, y probablemente por encima de ellos, un lugar fundamental en la poesía colombiana del siglo XX.



José Manuel Caballero Bonald.
Descrédito del héroe.
Lectura de Joaquín Pérez Azaústre
Bartleby. Madrid, 2007.


Cuando se cumplen treinta años de su primera edición, Bartleby recupera una de las obras fundamentales de Caballero Bonald. Visionaria y potente, su autor la escribió a la vez que Ágata ojo de gato, la novela que acaba de reeditar Seix Barral, que está recuperando toda la obra en prosa del jerezano. Dos visiones de lo que el autor ha llamado su memorial nocturno.




Al Berto.
El miedo.
Pre-Textos. Valencia, 2007.

El miedo reúne los poemas escogidos de Al Berto(1948-1997), uno de los autores fundamentales de la poesía portuguesa contemporánea. La intensidad de una poesía que se hace sentir en todas las páginas de este libro, traducido por Javier García Rodríguez y Cidália Alves dos Santos.



Bolsillo


Ian Gibson.
Ligero de equipaje.
Punto de lectura. Barcelona, 2007.

Reedición en formato de bolsillo de la completa biografía de Antonio Machado que Gibson publicó el año pasado.


Emilio Cecchi.
México
.
Traducción de Mª Ángeles Cabré.
Minúscula. Barcelona, 2007.


México no es alegre. Pero es mejor que alegre: está lleno de una furia profunda, señala Emilio Cecchi en México, un libro que edita Minúscula en la colección Viajes narrados, con traducción de Mª Ángeles Cabré y presentación de Italo Calvino.



Julio Ramón Ribeyro.
Cuentos.
Edición e introducción de Ángel Esteban.
Austral Narrativa. Madrid, 2007.

Hace casi diez años que Espasa Calpe publicaba la primera edición de esta antología de cuentos de Julio Ramón Ribeyro, que reaparece ahora en la rediseñada colección Austral narrativa.



Juan Ramón Jiménez.
Antología de prosa lírica.
Edición de M.ª Ángeles Sanz Manzano.
Cátedra Letras Hispánicas. Madrid, 2007.

Menos editada que su obra en verso, la abundantísima obra en prosa de Juan Ramón Jiménez fue fruto de una dedicación tan intensa y constante como la que dio lugar a su poesía. Editada con el rigor característico de la colección Letras Hispánicas, será una obra de referencia ineludible a partir de ahora.




Marcela de Juan.
Segunda antología de poesía china.
Alianza Editorial. Madrid, 2007.


El libro de bolsillo de Alianza Editorial rescata la Segunda antología de poesía china, de Marcela de Juan, una antología que publicó Revista de Occidente en 1962 y que se ha convertido en obra de referencia por dos razones: por la selección de los textos y por la traducción, hecha -decía Foxá- con finura oriental y claridad de Occidente.


Juan Pedro Aparicio, Luis Mateo Díez y José María Merino.
Palabras en la nieve. [Un filandón]
Prólogo de Sabino Ordás.
Rey Lear. Madrid, 2007.

Tres de nuestros mejores narradores se han reunido en la empresa común de contar historias breves con la precisión característica del género y el valor añadido de su demostrada maestría.


Clásicos para regalo



William Shakespeare.
Teatro Completo.
Epílogo y selección de las traducciones de Ángel-Luis Pujante.
Ilustraciones de Jaume Plensa.
Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores. Barcelona, 2007.


Galaxia Gutenberg /Círculo de Lectores reúne el teatro completo de Shakespeare en un volumen que recoge las mejores traducciones al castellano desde el siglo XVIII hasta la actualidad. Ángel-Luis Pujante, premio Nacional de Traducción y miembro de la International Shakespeare Association, ha seleccionado los trabajos de autores como Leandro Fernández de Moratín, Luis Cernuda, Jacinto Benavente o Vicente Molina Foix para ilustrar la influencia del autor inglés en España. Jaume Plensa, inspirado por la palabra de William Shakespeare, ha realizado una serie completa de 52 obras en las que aúna técnicas como la pintura y la fotografía y atrapa el alma y la esencia de algunos de los textos más altos de la historia de la literatura.




El libro de las mil noches y una noche.
Cátedra. Biblioteca Avrea. Madrid, 2007.

Cuento de cuentos, novela de novelas, un libro de arena sin fin, cuya circularidad deslumbró a Borges, en la traducción directa y literal del árabe de J. C. Mardrus y con versión española de Blasco Ibáñez.




Baltasar Gracián. El arte de la prudencia.
Edición de J. Ignacio Díez Fernández
Temas de hoy. Madrid, 2007.


Reedición de un clásico del pensamiento aforístico. El intelectual discreto y profundo que fue Gracián, uno de nuestros mejores prosistas, en trescientos aforismos que resumen su sabiduría prudente y desengañada.

Santos Domínguez

24/5/07

El sueño de la nación indomable

Ricardo García Cárcel.
El sueño de la nación indomable.
Ediciones Temas de Hoy. Madrid, 2007.

Con el pretexto del segundo centenario del dos de mayo de 1808 (que de aquí a pocos meses dará lugar a festejos y celebraciones varias, siempre a costa de los dineros públicos) se están empezando a publicar obras que revisan los históricos episodios que se sucedieron en las dos primeras décadas del siglo XIX y que son considerados fundamentales en la construcción de nuestra historia contemporánea.

Entre estos libros recientemente publicados destaca El sueño de la nación indomable, de Ricardo García Cárcel, catedrático de Historia Moderna de la Universidad Autónoma de Barcelona, y que acomete el análisis de “los mitos de la Guerra de la Independencia” (al menos ese es su subtítulo).

En realidad el libro es mucho más, pues dedica abundantes páginas a describir la España del último cuarto del siglo XVIII y proyecta biografías y acontecimientos de los protagonistas de la Guerra de la Independencia hasta mediados del siglo XIX recogiendo de forma concisa pero rigurosa la evolución de la historiografía en el tratamiento de estos hechos históricos.

Quizás las dos fechas más señaladas sean 1808 que dará origen al mito de la nación (indomable) española, y 1812 marcada por el nacimiento de la primera Constitución, origen del liberalismo y de una profunda división ideológica de los españoles que llega hasta nuestros días, aunque hoy reducida a la mutua, retórica e irrebatible acusación de que es el otro el que intenta resucitar la división de España. Quizás hemos superado buena parte de las diferencias que separaban a liberales y reaccionarios, a europeístas y castizos, a laicos y a integristas; pero hemos conservado la costumbre de querer excluir a los disidentes.

Todavía hoy los historiadores están lejos del acuerdo en cuestiones centrales como el papel de los afrancesados, las intenciones de Napoleón, el carácter espontáneo de la revuelta popular del dos de mayo…

Las cosas no parecen tan simples como tradicionalmente se consideraba y García Cárcel nos cuenta como los afrancesados eran en muchos casos tan honestos como los patriotas (además hubo numerosos cambios de bando), que José I venía cargado de buenas intenciones (no tanto su egregio hermano), y que el dos de mayo es más que probable que fuese estimulado por los franceses para, con la excusa de la anarquía, tomar el control total de la situación.

En esta línea García Cárcel huye de las simplificaciones y desmenuza capítulo tras capítulo la complejidad ideológica de nuestra historia y la fuerza de los acontecimientos que llevó a algunos afrancesados a colaborar en la redacción de la Constitución de Cádiz, a no pocos liberales a acabar aceptando a Fernando VII como un mal menor comparado con el integrismo carlista, y a antiguos ilustrados progresistas a defender las virtudes estabilizadoras del Antiguo Régimen.

La potencia de algunos de los mitos que analiza el profesor García Cárcel queda ilustrada con el mito del dos de mayo, fecha que reivindicaron los reaccionarios porque creían que con ella comenzó el rechazo castizo a la modernidad; los liberales porque pensaban que quien se rebeló fue la nación ansiosa de libertades; los franquistas que quisieron ver en los franceses un precedente de la sucia pezuña estalinista encubierta tras la España republicana; los republicanos que pensaban que las ambiciones napoleónicas eran precursoras de las peludas orejas de Hitler y Mussolini ocultas tras los golpistas de julio de 1936…

Todavía, y en forma de coda postmoderna, la víspera del dos de mayo de 2007 grupos de jóvenes provocaron altercados en Madrid reclamando su derecho a conmemorar la fiesta patriótica bebiendo, vomitando y gritando (no necesariamente en ese orden) en la calle. Al final hubo carga policial y heridos, pero Goya no estaba y no sabría decirles en qué bando luchaban los mamelucos.
Jesús Tapia

Borges. Una vida


Edwin Williamson.Borges. Una vida.
Traducción de Elvio E. Gandolfo.
Seix Barral. Barcelona, 2007.

Huelga decir que las incontables sutilezas e invenciones de un texto literario no pueden reducirse a las meras circunstancias vitales de un escritor. Una biografía no pretende explicar el misterio de la creación artística. Al mismo tiempo, como una vez observó Borges, “sería ridículo negar las posibilidades de la biografía.” Después de todo, la biografía es una rama de la crítica literaria, y su valor, a mi juicio, reside en la evaluación de las posibles correspondencias entre texto literario y contexto personal, lo cual ayuda a definir la idiosincrasia del estilo y la temática de un autor, y a explicar las distintas etapas de su evolución. De hecho, creo que mi aproximación crítico-biográfica abre nuevas vías interpretativas en la obra de Borges y multiplica las posibilidades de nuevas lecturas.

Titular de la Cátedra de Estudios Hispánicos de la Universidad de Oxford, Edwin Williamson publicó esta biografía de Borges en inglés en 2004. La edición que ahora publica Seix Barral, en su colección Los Tres Mundos, es una versión corregida y aumentada del original inglés de hace tres años.

Borges fue uno de los grandes escritores del siglo XX y el más influyente de los que escribieron en español en la época contemporánea. Influencia que ejerció no sólo sobre la literatura hispanoamericana y española, sino sobre autores de EEUU, Inglaterra, Francia o Italia.
Poesía y ficción fueron sus cauces creativos, y con esos materiales se fue tejiendo no sólo un mito sino la leyenda de un escritor sin vida, de un hombre al margen del mundo, encerrado en su ceguera y en las bibliotecas totales que le ponían al margen del tiempo, en su torre de marfil y palabras.
A destruir esa leyenda contribuyó el libro de memorias de Estela Canto que presentaba a un Borges conflictivo, desgraciado y contradictorio, acosado por sombras que no vienen sólo de la ceguera. O el polémico Esplendor y derrota de Mª Esther Vázquez.
Empresa ardua la de escribir una nueva biografía de Borges, en busca del lugar en donde se juntan vida y obra, el puñal y la espada, el tigre y el espejo en el contexto de la experiencia personal, porque, como dejó escrito en su Profesión de fe literaria, toda literatura es autobiográfica finalmente.

La civilización y la barbarie en conflicto en una época en que familia y nación confunden sus destinos, la espada del honor y el puñal del gaucho decoran las muertes militares de algunos antepasados. Sus padres, Leonor Acevedo y el padre, el intruso, el hijo anarquista de una viuda inglesa, proyectaron en su hijo frustraciones y esperanzas en una infancia con tigres y libros y evocaciones de ancestros familiares heroicos. Un puñal, un tigre y una biblioteca pueblan su infancia y el recuerdo de su infancia. Una obsesión, la de los tigres que le acompañaría toda su vida, como las bibliotecas.

Si tuviera que señalar el hecho capital de mi vida, diría la biblioteca de mi padre.
Borges fue entre 1921 y 1934 un poeta enamorado que tras escribir Fervor de Buenos Aires bajo la influencia de Macedonio Fernández, descubrió la vanguardia y la incertidumbre ideológica, vital y literaria. Es el enamorado inseguro y titubeante ante Norah Lange. El peso de aquella tarde en que Borges la llevó a una fiesta de la que salió para acostarse con Oliverio Girondo lo acompañó siempre. La humillación y la depresión acompañaron a un Borges que incurrió en el escepticismo desilusionado y algo kafkiano de sus textos más característicos.

La relación entre autobiografía y textos es constante no sólo en su poesía sino en sus relatos. El material que los alimenta es menos la literatura que la vida. Lo explica Williamson a propósito de El hacedor, o desvelando las claves autobiográficas de El Aleph, en el que persiste la desolación humillada por el rechazo de Norah Lange.
Borges pasa una temporada en el infierno entre 1934 y 1944, una década de insomnios, pesadillas y tentaciones suicidas de las que le salvaron la literatura y la amistad con Bioy Casares. Fue la época de la muerte del padre y su primer empleo con casi cuarenta años en una biblioteca llena de funcionarios que ignoraban la literatura y despreciaban los libros.

Hay en esta biografía un análisis excelente y pormenorizado de El Congreso y de El jardín de senderos que se bifurcan, dos relatos centrales en Borges, y de las claves de la desilusión en tres cuentos: Las ruinas circulares, La lotería de Babilonia y La biblioteca de Babel, escritos entre 1940 y 1941.

Vendrán después los años de relación con la nueva Beatriz que pudo ser Estela Canto, relación que frustró la madre absorbente e imposible de un Borges al que trataba como un niño. Un Borges inhibido en lo sexual y cohibido en lo personal al que dejó Estela Canto casi a la vez que Perón arrasaba en las urnas.

Surgen como consecuencia de aquellos episodios una serie de textos marcados por la frustración y la desesperación, el sentimiento elegiaco del tiempo y las pérdidas. Y la literatura con la que intenta convertir el ultraje de los años en una música, un rumor y un símbolo.

La literatura como salvación. Sobre todo a partir de aquel mayo de 1961 en que el Premio Internacional de los Editores supone el reconocimiento universal de Borges, que a partir de entonces entra en un torbellino de giras, ediciones y traducciones.

María Kodama, la Ulrika que da título al cuento más confesional de Borges, las ambiguas relaciones con aquella Junta militar de asesinos a los que en su ceguera y sus supersticiones confundió con un grupo de caballeros, son el telón de fondo de unos últimos años no menos infelices que los anteriores.
Es esta una excelente introducción a la obra total de Borges, una explicación de sus claves y un motivo para releer la altísima literatura con la que el argentino contestó a sus desdichas, que a juzgar por sus últimos libros se incrementaron en su decrepitud física.

Y es que posiblemente hay un vínculo secreto que conecta las humillaciones y derrotas de aquel hombre desgraciado y cohibido con su dedicación a la literatura. De aquella infelicidad, de aquella angustia surge el mundo narrativo y poético de quien en un arranque autocompasivo escribió:

He cometido el peor de los pecados que un hombre puede cometer. No he sido feliz.


Santos Domínguez

23/5/07

Canetti. Apuntes



Elias Canetti.
Obras completas IV.
Apuntes (1942-1993)

Traducciones de Juan José del Solar,
Cristina García Ohlrich, Genoveva Dieterich y Beatriz Galán.
Prólogo de Peter von Matt.
Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores. Barcelona, 2007.

Galaxia Gutenberg /Círculo de Lectores empezó a publicar en 2002 las Obras completas de Elias Canetti en una prestigiosa edición dirigida por Juan José del Solar, con el asesoramiento de Ignacio Echevarría y la colaboración de un equipo excelente de traductores.

Hasta ahora habían aparecido tres tomos: Masa y poder, Historia de una vida y La escuela del buen oír. El cuarto recoge la totalidad de los Apuntes que se publicaron en vida del autor, además de los
que Canetti dejó seleccionados y ordenados para su publicación y aparecieron póstumamente.

Están aquí reunidos La provincia del hombre, El suplicio de las moscas y El corazón secreto del reloj, los apuntes rescatados de Hamsptead, que estaban a punto de aparecer cuando murió en agosto de 1994, y las dos colecciones que dejó preparadas, aunque sin título específico, con anotaciones de los años 1973-1984 y 1992-1993.

Durante décadas tuvieron carácter privado y vocación de inéditos. Canetti empezó a escribir estos apuntes en 1942 como una válvula de escape a la presión absorbente de Masa y poder. Desde esa fecha hasta 1959, en que culmina su obra más ambiciosa, los fue compaginando con ella y dándoles el sentido vertebrador que acabaron teniendo en el conjunto de su obra.

Textos para leer a saltos, que constituyen, según todos los especialistas en Canetti, la cima de la obra de un autor que, después de Masa y poder, renegó de los sistemas de pensamiento cerrados y se centró en estos textos de escritura plural y proteica.

Hanuschek, biógrafo de Canetti, señalaba que estos Apuntes son "la única obra, entre todas las suyas, que lo contiene por entero." Y en la nota preliminar de 1973 a La provincia del hombre, escribía Canetti: la verdadera unidad de una vida es secreta y allí donde se oculta sin proponérselo resulta más eficaz.

Espontáneos, fulminantes y asistemáticos, expresan no sólo una manera de escribir, caracterizada por la brevedad y una concentración progresiva, sino una forma de pensar, un pensamiento aforístico en el que toman cuerpo la impaciencia y el desahogo una vez que se libera de la disciplina agotadora de una obra tan gigantesca como Masa y poder y renuncia al sistema cerrado y al enunciado de la totalidad cuando escribe en un apunte de 1975, que la esperanza ya sólo radica en los fragmentario, que ya una totalidad de la vida sólo se halla en lo fragmentario.

En el interior de un libro como La provincia del hombre se observa esa evolución, ese adelgazamiento progresivo de la frase. Desde las décadas de los 40 y 50 en que la escritura es paralela a la solidez de Masa y poder, hasta los apuntes más sutiles y breves de los 60 y 70, Canetti busca la exactitud de los aforismos hechos de silencio derretido a los que se refería en 1992.

Y como en todo pensamiento exigente, este deja siempre una puerta abierta a la duda, al recelo de estar construyendo rimas artificiales en ausencia de plan, de dirección y de objetivo, y con una ascética verbal excesiva y peligrosamente radical.

Influidos por Confucio, por los maestros chinos antiguos y por los presocráticos y otros modelos modernos como Pascal, Lichtenberg o Joubert, estos libros hechos de anotaciones que aspiran a la impersonalidad o a la despersonalización del pensamiento, trazan la autobiografía intelectual y humana de Canetti, los fragmentos de un hombre, mucho más valiosos que él.

Lo explicaba el autor en la nota preliminar a los apuntes que publicó en 1965:

Poco a poco empecé a sentir que una parte muy importante de mi vida pasaba a integrarse en ellos.

Esta magnífica edición del mejor Canetti, la más rigurosa y amplia de los Apuntes, se completa con una extensa introducción de Ignacio Echevarría sobre la génesis y la escritura de la obra, un ensayo de Peter von Matt acerca del aforismo fantástico en Canetti y un índice analítico y temático, cuya importancia queremos destacar para finalizar esta reseña.

Si, como ha señalado el propio Canetti, esta es literatura de saltos y no de pasos, esta edición incorpora un instrumento impagable para la travesía: el trabajadísimo índice de nombres y conceptos que ha elaborado José Manuel de Prada Samper que ofrece al lector una brújula inmejorable para internarse en el territorio continental de estos libros.

Santos Domínguez