Tico Medina.
El día que mataron a Manolete.
Almuzara. Córdoba, 2009.
El día que mataron a Manolete.
Almuzara. Córdoba, 2009.
A Manolete lo matamos entre todos, pero él solo se murió, escribe el periodista en este volumen que publica Almuzara, un acercamiento al hombre frágil que está tras el mito en que se convirtió con su muerte.
Más que una biografía de Manolete, El día que mataron a Manolete es una indagación de primera mano sobre las circunstancias que rodearon al torero en sus últimos días y que provocaron su muerte en la plaza de Linares el 28 de agosto de 1947.
Las entrevistas a la madre de Manolete, a Lupe Sino, su novia, y a testigos de la cogida y la muerte como Camará, su apoderado, Canito, que fotografió la cogida y el cadáver, Álvaro Domecq o Luis Miguel Dominguín, que toreaba con él aquella tarde, son algunas de las fuentes de información de un libro que busca la cara oculta del mayor mito del toreo, como indica el subtítulo.
La base fundamental, sin embargo, es el testimonio del propio torero en una entrevista que concedió al Caballero Audaz en julio de 1947. En las declaraciones de aquel Manolete convaleciente de una grave cornada en Madrid hay una confesión a corazón abierto que fija la imagen más certera del torero.
Este es el rescate esencial de un libro escrito desde el dolor del reportero, “no en estado de gracia, sino de desgracia”, que tiene algo de purga y penitencia porque a Manolete “lo mataron –afirma el autor- sí , pero todos, todos hundimos con él el estoque hasta los gavilanes, incluso los que no le conocimos. Todos estábamos deseando beber su propia sangre, arruinada, vieja, porque no fue una fuente lo que salió de su herida aquella tarde, sino más bien un grifo.”
Desgarrado entre su imagen pública y su vida privada, entre su imagen y su intimidad, entre lo que representaba como símbolo de la España franquista y sus relaciones con el exilio en Méjico, entre una madre absorbente y dominante y el amor de una mujer liberada, hubo en las circunstancias de su muerte algo de rito sacrificial, de muerte que consagra al héroe.
Moría el hombre y nacía un mito, un símbolo para la España de la posguerra hecho con los restos dramáticos de quien se había convertido en un juguete roto y en una víctima de las circunstancias familiares, sociales y taurinas que provocaron su desaparición.
“No había cojones para cortarle una pierna a Manolete – declara uno de los entrevistados-. ¿Y sabe usted por qué? Porque nadie se imagina a Dios con una pierna menos.”
Hubo quienes lo vieron muerto mucho antes de la feria de Linares. Manolete, cuestionado por el público y parte de la crítica y con ganas de retirarse, era en aquellos últimos tiempos un hombre agotado físicamente y amargado que había perdido el favor del público: “El público sólo está contento conmigo cuando me ve camino de la enfermería.”
Su figura y su muerte generaron una bibliografía tan desmesurada que sólo en los meses finales de 1947 alcanzó los treinta libros y que desde entonces no ha dejado de crecer. Lo que aporta esta nueva aproximación a Manolete es que se basa en fuentes directas y que sitúa su figura en su contexto problemático a través de perspectivas muy distintas, pero cercanas.
Santos Domínguez