Reseñar libros malos no es sólo una pérdida de tiempo, sino también un peligro para el carácter (W.H. Auden)
2/7/09
1/7/09
Vida veneciana de W. D. Howells
William Dean Howells.
Vida veneciana.
Prólogo de Henry James.
Traducción de Nuria Gómez Wilmes.
Edición de Francisco Javier Jiménez.
Páginas de Espuma. Madrid, 2009.
Posiblemente ninguna ciudad haya generado tanta literatura, tanta pintura o tanto cine como Venecia. Y posiblemente Vida veneciana, del estadounidense William Dean Howells, sea el punto de partida de los libros de viaje que tienen como centro y destino la ciudad de los canales.
Se publicó en 1866 y es la autobiografía veneciana de William Dean Howells, que vivió en la ciudad cuatro años como diplomático, y al que Henry James calificó en el artículo que figura como prólogo del libro como uno de los escritores americanos de mayor encanto y sin duda como uno de sus viajeros más eficientes.
Esa eficiencia nace, antes que de la buena prosa de Howells, de su capacidad observadora, de su mirada aguda y minuciosa, dedicada -como él mismo explica- a observar esta VENECIA, que muestra, con respecto a otras ciudades, la misma grata inverosimilitud que el teatro muestra hacia la vida diaria.
Con la suma de esa mirada atenta a los detalles menores y a los hechos triviales, que son los que de verdad definen el espíritu de la ciudad y el tono de la vida veneciana, y con el indiscutible mérito literario que James elogia en el diplomático, Howells escribe un magnífico texto que va más allá de las convenciones y limitaciones de un libro de viajes. Recuerda su llegada a la ciudad, evoca el invierno veneciano y el comienzo del calor, nos invita a un paseo al amanecer, a la ópera y al teatro, nos introduce en las cenas venecianas y en sus peculiares comensales, habla de un balcón sobre el Gran Canal o de las islas de las lagunas o narra sus visitas a las iglesias y describe sus pinturas.
Y a medida que pasa el tiempo y avanzamos en la fluidez del texto, el viajero va ahondando en el conocimiento de la realidad social veneciana, en el análisis del carácter de sus habitantes, con las peculiaridades de los armenios y los judíos de Venecia, muestra los ciclos festivos de la ciudad, las celebraciones navideñas, los rituales de las bodas o los entierros, antes de cerrar los más de veinte capítulos del libro con el recuerdo de su último año en Venecia, recordado siete años después.
Se publicó en 1866 y es la autobiografía veneciana de William Dean Howells, que vivió en la ciudad cuatro años como diplomático, y al que Henry James calificó en el artículo que figura como prólogo del libro como uno de los escritores americanos de mayor encanto y sin duda como uno de sus viajeros más eficientes.
Esa eficiencia nace, antes que de la buena prosa de Howells, de su capacidad observadora, de su mirada aguda y minuciosa, dedicada -como él mismo explica- a observar esta VENECIA, que muestra, con respecto a otras ciudades, la misma grata inverosimilitud que el teatro muestra hacia la vida diaria.
Con la suma de esa mirada atenta a los detalles menores y a los hechos triviales, que son los que de verdad definen el espíritu de la ciudad y el tono de la vida veneciana, y con el indiscutible mérito literario que James elogia en el diplomático, Howells escribe un magnífico texto que va más allá de las convenciones y limitaciones de un libro de viajes. Recuerda su llegada a la ciudad, evoca el invierno veneciano y el comienzo del calor, nos invita a un paseo al amanecer, a la ópera y al teatro, nos introduce en las cenas venecianas y en sus peculiares comensales, habla de un balcón sobre el Gran Canal o de las islas de las lagunas o narra sus visitas a las iglesias y describe sus pinturas.
Y a medida que pasa el tiempo y avanzamos en la fluidez del texto, el viajero va ahondando en el conocimiento de la realidad social veneciana, en el análisis del carácter de sus habitantes, con las peculiaridades de los armenios y los judíos de Venecia, muestra los ciclos festivos de la ciudad, las celebraciones navideñas, los rituales de las bodas o los entierros, antes de cerrar los más de veinte capítulos del libro con el recuerdo de su último año en Venecia, recordado siete años después.
Explicaba Henry James que con las dotes de su autor este libro no tenía muchas probabilidades de estar mal escrito. Ahora lo pone al alcance del lector español Páginas de Espuma en una cuidada edición, traducida por Nuria Gómez Wilmes y anotada oportunamente por Francisco Javier Jiménez.
Santos Domínguez
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