27/7/06

Los europeos



Rafael Azcona. Los europeos.
Tusquets. Barcelona, 2006.

No hace mucho, Javier Cercas hablaba de Rafael Azcona como de uno de los escritores fundamentales del último siglo, lo definía como un clásico vivo y señalaba que Los europeos, la novela de 1960 que acaba de reeditar Tusquets, es una obra imprescindible.

Es este el mejor Azcona, es decir, el Azcona de siempre, que ha revisado el texto. En una casa y en un Madrid que recuerda la casa de El pisito y es el mismo Madrid de finales de los cincuenta, el delineante Miguel Alonso sobrevive como realquilado en una habitación modesta y oscura como su vida. Sobrelleva con paciencia su existencia precaria en una España sórdida que huele a repollo y a humedad y a pescado podrido.

Una España en blanco y negro, de parque sindical y orinales debajo de las camas.El protagonista es uno de esos típicos personajes de Azcona sin demasiado carácter, uno de esos hombres flojos que se limitan a encogerse de hombros. Arrastrado por el hijo de su jefe, va a veranear a Ibiza, donde dicen que es muy fácil ligar con europeas desinhibidas que le llevan a uno al deliquio. Los primeros escarceos son con unas valencianas, que por entonces no eran demasiado europeas.

Lo que aparece luego es ya un desfile lamentable de juerguistas patéticos y aristócratas de pega que pueblan la isla y la novela en una sucesión de fiestas y salidas nocturnas, el torpe simulacro de la dolce vita que filmó Fellini.

Obra coral que refleja una época y un país de costumbres irrespirables, Los europeos es una novela en la que Azcona vuelve a demostrar que es un eficiente narrador, un maestro del diálogo y un excelente creador de personajes, más por lo que dicen que por lo que hacen.

Aunque publicada por primera vez a finales de los cincuenta, con falso pie de imprenta por problemas de censura, Los europeos, reescrita y reelaborada para devolverle lo que la censura y la autocensura le quitaron, nos devuelve esa mezcla de humor y crítica, de risa y desolación de las corrosivas historias de un Rafael Azcona escéptico y distante.

Y es que la peripecia del par de descerebrados que van a Ibiza a ligar, porque allí había extranjeras desinhibidas, le sirve a Azcona para denunciar, con esa peculiar mezcla de elementos grotescos y patéticos, aquella represión sexual que incapacitaba a las personas para la vida sentimental o social, pero también la condición humana por encima de las circunstancias.
Santos Domínguez

22/7/06

Cuentos de la Malá Strana



Jan Neruda.
Cuentos de la Mala Strana.
Espasa Relecturas. Madrid, 2006.

El barrio de la Malá Strana en Praga es el nexo que une los once relatos costumbristas que Jan Neruda (1834-1891) reunió en estos Cuentos de la Malá Strana que reedita Espasa en su colección Relecturas.
Conocido en el ámbito hispánico por ser el autor cuyo apellido adoptó Pablo Neruda, el checo es el más destacado representante de la Escuela de Praga de mediados del siglo XIX, una corriente literaria nacionalista que será el antecedente de autores como Franz Kafka.
Hoy se pone en duda que el Neruda chileno tomase como referencia al checo. Algunos datos factuales parecen hacerlo imposible e inclinan a algunos críticos a pensar que Neruda tomó su apellido de un personaje femenino de Estudio en escarlata. Minucias de las que justifican la vida académica de algunos eruditos.
Lo que no está en discusión es el valor de estos relatos en los que las calles y las casas de ese pintoresco barrio son el marco en el que transcurre la vida y la pasión de una serie de personajes con los que el autor traza el retrato del lugar donde transcurrió su infancia y adolescencia.
Entre el afecto, el humor y la ironía, estos relatos convierten ese barrio de la Malá Strana en un símbolo de la Europa de la segunda mitad del XIX, en el centro de un mundo en el que lo local y lo cotidiano se convierten en metáfora de lo universal.
Pese a su desigual calidad, pese a la cursilería insoportable de alguno de estos cuentos, casi todos se leen con agrado, la mayoría mantienen una notable altura literaria y en conjunto completan un cuadro que es la primera irrupción de Praga en la literatura.
Pese a la disparidad técnica del conjunto, hay en estos Cuentos de la Malá Strana algunos textos magníficos: En la fonda de las tres lilas, un relato de apenas tres páginas de sostenida intensidad; La misa de san Wenceslao, la excelente narración de un niño que pasa una noche encerrado en la catedral de San Vito o Cómo fue que el 20 de agosto de 1849, a las doce y media de la tarde, no se derrumbó Austria, sobre las actividades de la Sociedad de la Pistola, una organización revolucionaria infantil.
Y, sobre todo, una estupenda novela corta, Figuritas, un amplio mosaico de los habitantes de Malá Strana, con una curiosa y viva mezcla de crueldad y amabilidad.
Entre la evocación de ambientes descritos con soltura y plasticidad y las descripciones de personajes caracterizados con precisión y rapidez, Jan Neruda supera los estrecho límites de pintoresquismo costumbrista para dejarnos una imagen imborrable de Praga, que empieza a convertirse en estos relatos en la capital mágica de Europa que fue durante algún tiempo.
Santos Domínguez

21/7/06

Toda la noche oyeron pasar pájaros


José Manuel Caballero Bonald .
Toda la noche oyeron pasar pájaros.
Seix Barral. Barcelona, 2006.

Como una nueva edición revisada por el autor se presenta la reedición de Toda la noche oyeron pasar pájaros, una novela de José Manuel Caballero Bonald que toma su título de un pasaje del diario de Colón en la antevíspera del descubrimiento y que recupera estos días Seix Barral.
Con esta novela, la más faulkneriana de las suyas, ganó su autor en 1981 el Premio Ateneo de Sevilla. Con una tensión narrativa y de lenguaje que mantiene absorbido al lector en una trama compleja pero de enorme fuerza, Toda la noche oyeron pasar pájaros es la brillante respuesta de Caballero Bonald a un reto nada fácil: el de no desmerecer de su anterior novela, Ágata ojo de gato (1974) , que había puesto muy alto el listón de su prestigio como narrador.
Escrita con enorme intensidad estilística, Toda la noche... es un claro ejemplo de altísima literatura, tan exigente como gratificante, en la que el gusto por la palabra se pone al servicio de unos personajes y unos ambientes de extraordinaria fuerza. Y todo ello a partir del misterio que rodea el pasado del personaje recién llegado a una ciudad portuaria del sur desde Portsmouth atraído por el oloroso.
Como "uno de los mayores escritores contemporáneos" se define en la contraportada de esta edición a J. M. Caballero Bonald. Y no hay en eso exageración sino una elemental justicia. Excepcional poeta y uno de los novelistas más renovadores de los últimos 40 años, Caballero Bonald es un paradigma de creatividad que ha dado también frutos importantes en sus dos libros memorialísticos. Nada raro por otra parte si se tiene en cuenta que toda su literatura está anclada en ese referente de la memoria personal, familiar o colectiva.
Lo que él mismo ha definido alguna vez como "la movilización sustancial de la memoria dentro del desarrollo narrativo." "No puedo evitar -añadía- que toda esa capacidad evocadora se centre sin excepción en la Andalucía atlántica, es decir, en el territorio de mi infancia y mi primera juventud que yo he mitificado literariamente de alguna forma, y que sigue siendo el punto de partida, el elemento de fusión humana y artística de mi obra."
Cuando tantas novelas de esos años ochenta han perdido gran parte de su fuerza, es muy agradable comprobar que Toda la noche oyeron pasar pájaros, pasada por esa prueba rigurosa del tiempo, mantiene su vigencia 25 años después de su primera edición.

O, como los buenos vinos de Jerez, gana en solera.
Santos Domínguez

19/7/06

El perfeccionista en la cocina



Julian Barnes. El perfeccionista en la cocina.
Traducción de Jesús Zulaika.
Anagrama. Barcelona, 2006.


El perfeccionista en la cocina no se ocupa de si cocinar es una ciencia o un arte; se conforma con que sea una artesanía, como la carpintería o la soldadura casera. Tampoco es un cocinero competitivo. (...) Se contenta con cocinar alimentos sabrosos y nutritivos; sólo pretende no envenenar a sus amigos; sólo desea ampliar poco a poco su repertorio.


El perfeccionista en la cocina
que acaba de publicar Anagrama es la autobiografía culinaria de un cocinero tardío y cáustico, tan divertida e inteligente como el previsible humor y la sabiduría narrativa de Julian Barnes. La enésima demostración de que cualquier tema -hasta el más trivial, como el tamaño de una cebolla mediana o lo que cabe en una pizca- es susceptible de nuevos enfoques creativos. Quienes leyeron El loro de Flaubert ya saben lo mucho que pueden esperar de Julian Barnes.

Patatas enlatadas en salmuera, zanahorias glaseadas en agua de Vichy, mayonesa de merengue y pistachos con salsa de soja... La verdad es que para un meridional esas recetas, con una cocción que le da a la carne un color macilento y demasiado olor a coles y a sopa clara, no son demasiado apetitosas, pero son la excusa para una obra como esta, que no es una simple excursión entre pucheros. Es también una reflexión sobre los matices de las palabras en los libros de cocina, sobre una realidad de límites difusos que la lengua enturbia aún más:
¿Cuánto pesa un pedazo? ¿Es lo mismo que un trozo? ¿Qué volumen tiene un dedo? ¿Dónde está el límite que separa una rociada de un chorro o una lluvia? ¿Qué diferencia hay entre una cuchara llena y una cuchara colmada? ¿Qué tamaño tiene una cebolla mediana? ¿Cómo pesar 20 gramos de yema de huevo para añadir a lo que está en la cazuela?
Si el perfeccionista se para a calibrar estos matices y a deshacer ambigüedades o a averiguar proporciones inespecíficas se le arruina la base del guisado que ya ha puesto al fuego.
Eso sí. Si ocurre el desastre, se proporciona aquí también la coartada en forma de frase incontestable: “Esto no es un restaurante.” Y de reflexión existencial: “Un fracaso no es una deshonra y muchas veces puede ser más instructivo que un éxito.”

En 1923 Conrad escribía en el prólogo para un libro de cocina que firmaba su mujer: “La buena cocina es un agente moral.”

Y puestos a matizar. ¿Qué se entiende por buena cocina? Quizá sea más fácil responder a qué se entiende por buena literatura: Libros como este.

Santos Domínguez

18/7/06

Contar las olas




Contar las olas. Trece cuentos para bañistas.
Lengua de Trapo. Madrid, 2006


Origen del mundo y de la vida, territorio del estupor y la inquietud, metáfora de la búsqueda y la fuga, ámbito del misterio y el atavismo.
Todo eso y mucho más es el mar, un espacio geográfico pero sobre todo un lugar de la imaginación. Desde la Odisea a La saga/fuga de J.B. el mar real es además el fondo de la gran literatura. La Eneida, el Quijote o La tempestad son ejemplos notables, pero hay tantos como el número de las arenas o de las obras inolvidables. ¿Qué serían El amor en los tiempos del cólera o La isla a mediodía sin el mar?

El mar no solo admite epílogos, como dice Ronaldo Menéndez en su antiprólogo: admite todo tipo de incursiones metafóricas que lo equiparan a la libertad y al tiempo, a la vida y la muerte.

Y cuentos como estos trece relatos que publica Lengua de Trapo en el volumen Contar las olas, en el que trece autores hablan de un verano de playas y bosques, de bicicletas y figuras de arena, del viento y la imaginación en unos textos llenos de fogonazos y golpes de mano, de ráfagas de tiempo y de iluminaciones.

Cartas de navegación o naufragios, lugar de trangresiones o ejercicio de mantenimiento, hay de todo en este conjunto de relatos para leer bajo la sombrilla y levantar la vista entre cuento y cuento para mirar el horizonte o ver pasar a los bañistas.
Calidad y exigencia en relatos como El dragón de arena, de Juan Bonilla o Mar de fondo, de Pilar Adón.
A veces, demasiada sal (gorda) y demasiado aceite recalentado en algún relato facilón o tan flojo como el de Ángela Vallvey que abre el volumen.

Ya se sabe que a todo el mundo no le sienta igual el calor. Y que en la playa no todo recuerda al paraíso.

Santos Domínguez

16/7/06

¿Dónde se encuentra la sabiduría?




Harold Bloom.
¿Dónde se encuentra la sabiduría?

Traducción de Damián Alou.
Punto de lectura. Barcelona, 2006.

Punto de lectura acaba de reeditar en formato de bolsillo ¿Dónde se encuentra la sabiduría?, uno de los ensayos más recientes de Harold Bloom, que explica el sentido de la obra:

¿Dónde se encuentra la sabiduría? surge de una necesidad personal, que refleja la búsqueda de una sagacidad que pudiera consolarme y mitigar los traumas causados por el envejecimiento, por el hecho de recuperarme de una grave enfermedad y por el dolor de la pérdida de amigos queridos. A lo que leo y enseño sólo le aplico tres criterios: esplendor estético, fuerza intelectual y sabiduría. Las presiones sociales y las modas periodísticas pueden llegar a oscurecer estos criterios durante un tiempo, pero las obras con fecha de caducidad no perduran. La mente siempre retorna a su necesidad de belleza, verdad, discernimiento. La mortalidad acecha, y todos aprendemos que el tiempo siempre triunfa. «Disponemos de un intervalo y luego nuestro lugar ya no nos conoce.»

Tan agudo como siempre, dotado de una inteligencia afilada como un cuchillo, Harold Bloom escribió este libro sobre los libros que nos consuelan y nos ayudan a sobrevivir después de superar un grave problema cardiaco y una operación y tras desechar un manuscrito que había iniciado anteriormente.



¿De qué sirve la sabiduría si sólo puede alcanzarse en soledad, reflexionando sobre lo que hemos leído? Casi todos nosotros sabemos que la sabiduría se va de inmediato al garete cuando estamos en crisis. La experiencia de hacer de Job es, para la mayoría de nosotros, menos severa que para él: pero su casa se desmorona, sus hijos son asesinados, está cubierto de dolorosos forúnculos y su esposa, magníficamente lacónica, le aconseja: «¿Todavía perseveras en tu entereza? ¡Maldice a Dios y muérete!». Eso es todo lo que le oímos decir y se hace difícil de soportar. El libro de Job es una estructura en la que alguien se va conociendo cada vez más a sí mismo.

El título del ensayo está tomado del Libro de Job y es un recorrido por la literatura sapiencial, tan antigua como la civilización pero vigente al menos hasta Wittgenstein en el siglo XX, del que se toman como autores representativos de esta literatura de la sabiduría a Freud en el ensayo y a Proust en la novela.

Pero es más que un simple recorrido histórico. Es también un diálogo entre la sabiduría brutal del Libro de Job y el Eclesiastés, el libro preferido por Bloom y su maestro Samuel Johnson, que persiste en Hemingway; un cruce dialéctico entre el Homero de los dioses y los hombres y un Platón intenso y desagradablemente puritano cuya lectura es causa de infelicidad; entre un Cervantes sutil y un Shakespeare invisible en sus obras, que nos enseñan a indagar en nosotros mismos con personajes solipsistas o receptivos, con una mezcla de elementos sublimes y grotescos que reaparecerá en Kafka.
Un paseo por el ensayo de Montaigne y Bacon, con quienes el pensamiento es un suceso que se proyecta en los demás; por Samuel Johnson, sabio y melancólico, y Goethe, el semidiós asombroso y sereno; por un Emerson oral y norteamericano y un Nietzsche contingente.

Entre ellos se establece una interesante red de relaciones que no se limita a ese juego de parejas, sino a diálogos distantes como el que permite relacionar a Job con el rey Lear, con Moby Dick o Kafka, a Falstaff con el salmista y a Hamlet con la deshumanización platónica.

Lleno de matices, de sugerencias, este es el Bloom de siempre, sorprendente e igual de profundo y distinto como un paisaje que cambia con la luz .

No se corren riesgos cuando se dice que también en Bloom se halla la sabiduría, la de la excelencia lectora y la inteligencia humana.

Santos Domínguez

15/7/06

Roderick Hudson


Henry James.
Roderick Hudson.
Traducción de Pedro Calatayud.
Funambulista Grandes Clásicos. Madrid, 2006.



En el raro prefacio que Henry James escribió para Roderick Hudson en 1907 con motivo de la nueva edición en sus Obras completas y que se reproduce en el apéndice de esta edición, James, tras una relectura crítica y una revisión del texto, observaba algunos defectos en esta novela.
Defectos menores y comprensibles, de ritmo temporal, de tratamiento del espacio... Pero mantiene invariable su aprecio por este Roderick Hudson, que considera su primera gran novela.

Roderick Hudson se fue publicando por entregas en la revista Atlantic Monthly en 1875, y apareció en forma de libro al año siguiente. Es la primera novela importante y madura de un autor que está empezando a delimitar un mundo narrativo propio cuyas claves ya están presentes, de forma muy clara, en esta obra que es fundamental para adentrarse en el peculiar universo de Henry James y que sin embargo, de manera incomprensible, ha permanecido inédita en español hasta ahora, cuando la edita Funambulista en su colección Grandes Clásicos.

Montada sobre el esquema clásico del viaje como experiencia de aprendizaje, se trata de una novela de formación que aborda la evolución del personaje que da título a la obra: un escultor norteamericano que viaja a Roma acompañado por su maduro protector, Rowland Mallet, y por Christina Light, uno de los personajes femeninos más logrados de Henry James.
En el prefacio de 1907, James se muestra especialmente contento del tratamiento de esa mujer audaz y ambigua, hija de norteamericana y europeo que volverá a aparecer como protagonista en La Princesa Casamassima.

No es el único. Otro personaje, el escultor Gloriani, reaparecerá en Los embajadores. Pero no solo en este sentido tiene algo de obertura y de introducción esta novela. Están aquí ya presentes algunos de los temas más tratados por Henry James en sus relatos y en sus novelas: la personalidad del artista, las relaciones problemáticas entre la vida y el arte, la situación de los norteamericanos en Europa y el choque de dos mentalidades contrapuestas, el complejo mundo interior y de relaciones que tienen los personajes, su llamativa ambigüedad, la psicología femenina, la descripción de ambientes...

Presa de lo que él llamaba el virus europeo, James estaba preparando, como Roderick Hudson, un viaje para instalarse de forma estable en el viejo continente cuando redactaba esta novela. Eso le permite al lector avisado suponer un cierto componente autobiográfico en la obra.
Inevitablemente esa referencia está funcionando en una novela que no solo trata de un proceso de aprendizaje y maduración del protagonista, sino del autor. Pero por encima de esas coincidencias generales, la figura de Roderick Hudson está inspirada en la personalidad del escultor W. W. Story, que James había conocido un poco antes y sobre el que escribiría en 1903 una intensa biografía, mejor perfilada, como la novela, en los inicios del personaje que en su desenlace, algo precipitado para lo que sería el James de las mejores novelas, entre las que ya no se puede eludir este Roderick Hudson.

Santos Domínguez

14/7/06

Mundo escrito y mundo no escrito




Italo Calvino.
Mundo escrito y mundo no escrito.

Siruela. Madrid, 2006.


Siruela mantiene como una de sus líneas editoriales más características la Biblioteca Calvino, que cuenta ya con diecisiete títulos.
El más reciente es este Mundo escrito y mundo no escrito, es una recopilación de textos dispersos que no habían aparecido en forma de libro. Se publicó en Milán en 2002 y ahora aparece la traducción española con un epílogo de Mario Barenghi, que se ocupó también de reunir y organizar estos ensayos y artículos escritos a lo largo de más de 30 años, desde 1952 hasta 1985.

Agrupados en tres secciones (Leer, escribir, traducir; De los fantástico; Ciencia, historia, antropología) los textos están vertebrados en torno a los distintos ejes temáticos y a los diversos centros de interés del amplio horizonte intelectual y creativo de Italo Calvino.

El volumen toma su título de una conferencia que Calvino pronunció en Nueva York el 30 de marzo de 1983, una reflexión sobre su idea de la literatura como la forma de los deseos y sus relaciones con la realidad. Comenzaba así aquella conferencia:

Pertenezco a esa parte de la humanidad -una minoría a escala planetaria pero creo que una mayoría entre mi público- que pasa gran parte de sus horas de vigilia en un mundo especial, en un mundo hecho de líneas horizontales en el que las palabras van una detrás de otra y en el que cada frase y cada punto y aparte ocupan su lugar debido: un mundo que puede ser muy rico, quizá incluso más rico que el no escrito, pero que, en cualquier caso, requiere cierto trato especial para situarse dentro de él. Cuando me aparto del mundo escrito para reencontrar mi lugar en el otro, en lo que solemos llamar el mundo, hecho de tres dimensiones, cinco sentidos y poblado por miles de millones de seres como nosotros, esto equivale para mí a repetir, cada vez, el trauma del nacimiento, a dar forma de realidad inteligible a un conjunto de sensaciones confusas y a elegir una estrategia para enfrentar lo inesperado sin que me destruya. Sobre los libros y la lectura, sobre la novela y los clásicos, sobre traducción y literatura fantástica, sobre modelos cosmológicos y ritos de paso reflexiona el autor de Las ciudades invisibles, con su agudeza habitual y su inteligente sentido del humor.

Los artículos que se recogen en Mundo escrito y mundo no escrito han sido ordenados temáticamente para orientar al lector en el universo intelectual de Calvino: las razones de por qué se escribe en un mundo en rápida transformación, la importancia de traducir, como ejercicio de estilo o como expresión de la experiencia literaria, la evolución de la prosa narrativa…

Y terminaba aquella conferencia sobre Mundo escrito y mundo no escrito con este párrafo:

En cierto sentido, creo que siempre escribimos de algo que no conocemos: escribimos para hacer posible que el mundo no escrito se exprese a través de nosotros. En el momento en que mi atención se aparta de la disposición habitual de las líneas escritas y se fija en esa complejidad siempre cambiante que ninguna frase puede contener o agotar, siento que estoy cerca de entender que, al otro lado de las palabras, hay algo que intenta salir del silencio y significar algo mediante el lenguaje, como si asestara golpes al muro de una prisión.

Una colección indispensable de textos que se suma a otros libros del Italo Calvino más reflexivo como Colección de arena, Seis propuestas para el próximo milenio o Por qué leer a los clásicos.

Santos Domínguez.


12/7/06

El regreso de los dioses



Fernando Pessoa.
El regreso de los dioses.
Edición y traducción de Ángel Crespo.

Acantilado. Barcelona, 2006.
Desde 1917, Fernando Pessoa manejaba la idea de publicar un libro como este Regreso de los dioses. Sin embargo, y aunque su autor tenía diseñado un plan global para ese libro y elaboró muchos de los materiales que deberían integrarse en él, no acabó de fraguar en una obra cerrada, como tantos otros de sus proyectos, y sus textos quedaron inéditos y dispersos.

Acantilado recupera ahora la primera edición de este libro, que se publicó en 1986. Ángel Crespo, que recopiló, tradujo y editó este material disperso, señalaba en el prólogo que ni en vida de Pessoa ni después de su muerte El regreso de los dioses había pasado de ser un proyecto, finalmente abandonado y confuso. La meritoria labor de Ángel Crespo empezó, pues, como una tarea casi arqueológica de reconstrucción laboriosa y aproximada, de ordenación coherente de una prosa ensayística y reflexiva en la que Pessoa emplea la pluma de sus heterónimos para hablar de la obra de sus heterónimos.

Para construir ese modelo autorreflexivo para hacer esa reflexión fundamentalmente estética, pero también religiosa, moral, política y sociológica, sobre los poemas de sus principales heterónimos, Alberto Caeiro, Ricardo Reis, Álvaro de Campos, el Fernando Pessoa ortónimo y heterónimo, y sobre todo António Mora establecen un diálogo estereofónico, aquello que Pessoa llamaba drama em gente.

En uno de estos textos, Pessoa explica esa heteronimia de sus textos:

No sé quién soy, qué alma tengo.
Siento creencias que no tengo. Me arroban ansias que repudio. Mi perpetua atención sobre mí perpetuamente me denuncia traiciones del alma a un carácter que quizás no tenga, ni ella cree que tengo.
Me siento múltiple. Soy como un cuarto con innumerables espejos fantásticos que dislocan reflejos falsos, una única anterior realidad que no está en ninguno y está en todos.
Como el panteísta se siente árbol, y hasta su flor, yo me siento varios seres. Me siento vivir vidas ajenas.

La mayor parte de estos escritos están fechados entre 1916 y 1917, años decisivos en los que Pessoa crearía a los principales poetas heterónimos y al prosista heterónimo António Mora, teórico del neopaganismo portugués y a quien se atribuyen los textos de la primera sección del libro, que da título al volumen. Textos que tratan de la sustancia y la metafísica del paganismo, de su ética y su estética, de sus implicaciones políticas y sociológicas, y que son, junto con la segunda parte, La nueva revelación, la mejor introducción a la obra poética de Alberto Caeiro.

Los de las partes tercera y cuarta son diálogos de heterónimos. Textos que abordan la estética pessoana a través de escritos en los que Ricardo Reis habla de Álvaro de Campos y este de aquel y de Pessoa, que en el quinto apartado explica el sensacionismo como una poética neopagana, como una corriente literaria y como una propuesta estética innovadora, como filosofía de la creación y actitud social.

Consciente de la importancia que tenían los materiales dispersos que reunió en esta edición para la comprensión de toda la obra de Pessoa, Ángel Crespo asumió los evidentes e inevitables riesgos de este tipo de reconstrucciones. A la vista de los resultados, parece claro que el esfuerzo salvó los escollos y mereció la pena.

Hoy, veinte años después de aquella primera edición, El regreso de los dioses sigue siendo una obra fundamental e insoslayable porque sistematiza las reflexiones críticas de Pessoa.

Junto con el Libro del desasosiego, recuperado también por Ángel Crespo solo dos años antes, un libro esencial para entender la trayectoria poética de Pessoa a través de sus heterónimos y sobre todo la base ideológica y estética del que seguramente es el más importante de todos ellos, Alberto Caeiro.


Santos Domínguez

10/7/06

Entre horas



Teresa Gómez y Aránzazu Usandizaga (eds.)
Entre horas.
Lumen. Barcelona, 2006.



El desafío de la narrativa femenina ante una nueva época es el significativo subtítulo que las autoras de esta recopilación de relatos, Teresa Gómez y Aránzazu Usandizaga, han elegido para orientar esta selección que publica Lumen.

Una selección de relatos escritos por mujeres inglesas y norteamericanas entre 1890 y 1914 en el momento de la transición del XIX al XX.
En la transición más que entre dos siglos, entre dos épocas. Un momento crucial en la historia contemporánea de la literatura y la historia de las mujeres, en el que reivindican y ejercen su incorporación a la vida pública y a la literatura.

En la elección de esa franja temporal tan decisiva termina -y está bien que así sea- la uniformidad de estas autoras, que representan distintas tendencias y asumen diferentes sensibilidades y diversos grados de ambición literaria.
Se reúnen en este volumen, junto con narraciones de escritoras más conocidas como Katherine Mansfield o Willa Cather, otras de autoras inéditas en español hasta completar un conjunto de doce relatos del fin de siglo victoriano.
Un fin de siglo de sufragistas que luchan por los derechos políticos de la mujer y de escritoras que intentan abrir un espacio literario. A veces en esa nueva literatura hay innovaciones formales y otras veces lo nuevo es la actitud, el enfoque de argumentos desde una nueva óptica o la presencia de temas nuevos.
Entre la Inglaterra posvictoriana y el profundo sur de los EE. UU., las doce escritoras inglesas y norteamericanas que aparecen en esta antología hablan de mujeres en sus relatos, de las relaciones de pareja, del matrimonio, el divorcio o la sexualidad desde un nuevo punto de vista en el que la mujer ha pasado de la condición de objeto a la de sujeto, ha dejado de ser musa para ser escritora.
Para escapar del tedio, para su afirmación personal e independencia, como en el Relato de una hora de Kate Chopin.
O para colocar a una soñadora ante el principio de realidad, como en El cobertizo del jardín de Willa Cather.

La práctica del relato corto fue una alternativa estética, una respuesta negativa a las largas novelas victorianas, una defensa de la concentración e intensidad del género narrativo más vinculado a lo contemporáneo, pero esa práctica tiene mucho que ver también con la situación de las mujeres que escribían.
Virginia Woolf lo supo ver con claridad y En un cuarto propio, señalaba el relato corto como el más adecuado a la condición femenina porque era compatible con las tareas domésticas.

Santos Domínguez

9/7/06

Cuentos de Willa Cather



Willa Cather.
Los libros de cuentos.

Traducción de Olivia de Miguel.
Alba. Barcelona

En el prólogo de su edición de La muerte llama al arzobispo en Cátedra Letras universales, Manuel Broncano lamentaba que no hubiese ninguna traducción al castellano de los cuentos de la norteamericana Willa Cather(1873-1947). Era el año 2000 y el prologuista emplazaba a alguna editorial española a acometer ese proyecto.
En enero de 2006, Alba Editorial asumió esa labor con la publicación de Los libros de cuentos, un volumen en el que se reúnen todos los libros de cuentos que Willa Cather publicó o proyectó en vida: son, en total, dieciocho narraciones que, desde 1905 hasta 1947, el año de su muerte, cubren la evolución en el género del cuento y la novela corta de una escritora que, junto con Carson McCullers y Flannery O'Connor, representa el lado femenino del llamado Renacimiento del Sur en la narrativa norteamericana de la primera mitad del siglo XX. William Faulkner declaró más de una vez su admiración por ella y Truman Capote llegó a decir que era la mejor escritora de América.
Viajera, periodista y maestra, desde 1912, cuando ya había ahorrado lo suficiente, se dedicó a la literatura para escribir sobre la zona fronteriza de Nebraska, donde pasó parte de su vida.

Técnicamente, algunos de estos relatos están más cerca de la novela corta que del cuento y su forma de narrar se emparenta más con la herencia decimonónica de Henry James, Poe o Hawthorne, que con la de sus contemporáneos de la generación perdida.

La autobiografía como materia prima, el espacio de la frontera y los tipos que la habitan en una llamativa correlación de paisaje y personaje, o una fluidez narrativa que se puede confundir a veces con la falta de rigor estilístico, son algunos de los rasgos comunes a estos relatos y al resto de la producción narrativa de Willa Cather, una escritora en la que conviven de forma ejemplar técnica y sensibilidad, literatura y vida.
Sutileza en la creación de personajes y trazado de una línea argumental suave en la que la vida de los pioneros, la imagen constante de la pérdida, el contraste entre campo y ciudad o entre naturaleza y civilización, fraguan en unos relatos de gran vigor creativo.
Willa Cather suele partir en sus cuentos de temas sencillos para construir con una prosa limpia cuentos de una rara intensidad en los que el enfrentamiento entre lo viejo y lo nuevo, la independencia personal, los sueños, las esperanzas y las ilusiones perdidas y la huida de todo sentimentalismo son los asuntos fundamentales desde los que se aborda la hondura psicológica de unos personajes de frontera, extraños y al mismo tiempo, vivos.
La edición, tan cuidada como es característico de Alba Editorial, y la limpia traducción de Olivia de Miguel, hacen aún más agradable la lectura de un libro como este, abundante en relatos de los que el lector no olvida fácilmente. Un concierto de Wagner o Antes del desayuno son dos de esos cuentos inolvidables de serena y conmovedora belleza.

Santos Domínguez







8/7/06

Arquitecturas de la memoria


Joan Margarit. Arquitecturas de la memoria.
Edición bilingüe de José Luis Morante.
Cátedra Letras Hispánicas. Madrid, 2006.

Arquitecturas de la memoria es el título de la generosa recopilación de la poesía de Joan Margarit que acaba de publicar Cátedra Letras Hispánicas.

La amplia edición bilingüe la hace José Luis Morante, autor de un admirable prólogo que en casi cien páginas explora las líneas maestras de la poesía de Margarit, iluminada también en los comentarios de los poemas y en las notas a pie de página, reducidas al mínimo, pero suficientes y esclarecedoras.

Arquitecto y catedrático de Cálculo de estructuras (así se titula su último libro, publicado en 2005), Joan Margarit (1938) relaciona esas actividades con la práctica poética en estas palabras:
“Pienso que no es una coincidencia baladí que el Cálculo trate de lograr la máxima resistencia y estabilidad con el mínimo de material (en general acero u hormigón) y que la Poesía trate de decir el máximo con el mínimo de palabras: al igual que las Matemáticas son las más exactas de las ciencias, la poesía es la más exacta de las letras.”

Algunos lectores conocerán El primer frío, que apareció hace un par de años en Visor y reunía su obra hasta 1995. Libros posteriores como Estación de Francia, el conmovedor Joana y el deslumbrante Cálculo de estructuras que publicaba el año pasado, justifican sobradamente esta revisión del corpus poético de un altísimo poeta en el que se unen ejemplarmente la actividad literaria y la biografía para construir una poesía exigente y de una hondura reflexiva con la que se toca a un hombre.

De su poesía, una dura poesía elegiaca afincada en los cimientos de la memoria, se sale con una rara sensación de plenitud y consuelo. Poesía cordial porque, además de su condición reflexiva, viene del corazón y se dirige al corazón.

Con materiales autobiográficos y propósito testimonial se construyen estas arquitecturas de la memoria, esta crónica de la temporalidad que es la poesía de Joan Margarit, una voz personal caracterizada por su insularidad, ajena a las modas y a las tendencias generacionales y con una clara vocación elegiaca.

Tiempos y edades que atraviesan su obra y reaparecen una y otra vez en sus libros: la infancia solitaria en la posguerra, la juventud triste y transgresora, los años insulares en Canarias, la experiencia universitaria que se convierte en el centro de Los motivos del lobo, la madurez del otoño en Edad roja. Esos son los cimientos vitales de la poesía de Margarit, los pilares sobre los que se levanta un edificio maltratado por los años, construido y reconstruido, lleno de cicatrices y de grietas y pérdidas dolorosas y cada vez más profundas en Joana, un libro escrito, según confiesa Margarit, vulnerando todos los consejos que los poetas damos sobre la obligada distancia entre los hechos y el poema.

El pesimismo y el desconsuelo recorren estos textos en los que luchan la realidad y el deseo, con un enfoque que se ensombrece en Cálculo de estructuras y culmina en Los muertos, la última composición del libro.

Y al fondo la memoria, que es siempre una construcción, una reconstrucción, una arquitectura. Como en Raymond Chandler, un texto de Los motivos del lobo:

Los recuerdos son huellas digitales
en el lugar del crimen, pruebas falsas,
montajes de corruptos policías.
Somos calles ocultas por la niebla,
escenarios de un thriller.


Las traducciones en esta edición bilingüe lo son sólo aparentemente: en realidad son una reescritura de cada poema, con importantes cambios exigidos por el paso de los esquemas rítmicos del catalán al castellano.

En Los motivos del lobo, como en otros libros, Joan Margarit reflexiona sobre el sentido de su poética, sobre la misión del poeta:

Es por los hijos muertos,
por los amores sin mañana:
por el mañana que amenaza
como un arma. Por toda la extensión
del nebuloso mal que no es noticia.
Por todo esto se escribe la poesía.

Un libro imprescindible para cualquier buen lector.

Santos Domínguez

7/7/06

El secreto del Bosque Viejo



Dino Buzzati.
El secreto del Bosque Viejo.

Traducción de Mercedes Corral.
Gadir. Madrid, 2004.


Hemos venido a despedirte. Esta misma noche te irás lejos, a la grande y eterna floresta de la que tanto oímos hablar en nuestra juventud. La verde floresta que no tiene límites, donde no hay conejos selváticos, ni lirones, ni alacranes cebolleros que coman las raíces, ni barrenillos que excaven la madera, ni gusanos que devoren las hojas. Allá arriba no habrá tormentas: no se verán rayos ni relámpagos ni siquiera en las cálidas noches de verano.
Te reunirás con nuestros compañeros caídos, que han comenzado a vivir de nuevo, pero esta vez de una forma definitiva. Han vuelto a ser plantitas que crecen a ras del suelo, han vuelto a aprender a florecer y han ascendido lentamente hacia el cielo. Buena parte de ellos ya debe de haber crecido mucho. Saluda de mi parte a Teobio, si lo ves, dile que no ha vuelto a haber un abeto como él, y eso que han pasado más de doscientos años. Tal vez le agrade saberlo.

Relato fantástico, fábula para adultos o cuento infantil, El secreto del Bosque Viejo es una obra abierta a múltiples interpretaciones. La publica Gadir, que está contribuyendo de forma meritoria y decisiva a la difusión en España de la obra de Buzzati, de quien ha publicado ya cinco obras en los últimos dos años con muy buena respuesta del público y de la crítica especializada.

Dino Buzzati (Belluno, 1906-Milán, 1972), periodista, escenógrafo, pintor, dramaturgo y novelista, es también desde hace poco un escritor conocido por el gran público. El desierto de los tártaros y El secreto del Bosque Viejo (1935) le han convertido en un narrador admirado por lectores muy distintos.
Esta novela breve, de cuarenta capítulos cortos, es, como El desierto de los tártaros, una alegoría, una fábula que sigue logrando lectores setenta años después de su escritura.
La superposición de planos, la compenetración de lo fantástico y lo real, constituye una de las claves de la potencia narrativa de esta obra, de su capacidad de embrujar al lector con un relato que, como Cien años de soledad, borra las fronteras estrictas de la realidad y reivindica la imaginación como una forma de vida y de escritura.
Con un lenguaje poderoso, lleno de sugerencias y evocaciones, de invocaciones al fondo dormido de la infancia que todos llevamos dentro y que mueve todo un sistema de imágenes ancestrales, El secreto del Bosque Viejo es sobre todo eso: una reivindicación de los sueños y la imaginación, una fantasía inteligente emparentada con Italo Calvino y su peculiar mezcla de lo fantástico y lo alegórico con la incorporación de elementos enigmáticos y simbólicos que deben mucho al surrealismo y a Kafka.

Buzzati es una de las apuestas más firmes de la joven editorial Gadir, que está rescatando su obra ahora que se cumplen cien años de su nacimiento. Además de su obra maestra, El desierto de los tártaros, con prólogo de Jorge Luis Borges, El gran retrato, que junto con la anterior y con Un amor, completa una trilogía sobre la incertidumbre de los destinos humanos, sobre ese tema esencial de la literatura que es el paso del tiempo.

Esta misma editorial anuncia para el otoño la publicación de otro título de Buzzati inédito en España: Poema en viñetas, una novela gráfica con ilustraciones del propio autor y con traducción de Carlos Manzano.

Habrá que estar atentos. Y contentos.


Santos Domínguez

6/7/06

Los nuevos inquisidores



Javier Tomeo. Los nuevos inquisidores.
Alpha Decay. Barcelona, 2004.


Una de las cartas de presentación de la joven editorial Alpha Decay es Los nuevos inquisidores, un conjunto de setenta relatos que recogen más de cincuenta años de narrativa corta de Javier Tomeo.
Desde la década de los ochenta, la extensa y peculiar obra de Javier Tomeo, de la que este volumen de relatos ofrece una muestra amplia y representativa, le ha ido confirmando como uno de los mejores y más renovadores y libres narradores españoles contemporáneos, un autor que ha puesto su imaginación al servicio de la creación de un mundo excéntrico, a veces divertido y a veces inquietante, siempre en el límite de la crueldad, el humor y el absurdo.

Dotado de un inconfundible sentido del humor, Tomeo transmite en su narrativa una visión ácida de las relaciones humanas a través de una reflexión tierna y benevolente sobre la condición humana.

Con un mundo narrativo inconfundible en el que quedan deformados los personajes y exageradas las aristas de la realidad, el narrador testigo que suele predominar en los relatos y las novelas de Tomeo, alguna vez ha dicho que sus relatos son emanaciones sentimentales que afloran al exterior en forma gaseosa, que el comportamiento de sus criaturas puede resultar poco ortodoxo y que algunas de ellas son incluso víctimas de lo que algunos psicólogos llaman reacciones en cortocircuito, que inscriben por derecho propio a casi todos sus personajes en el censo de los psicópatas.

La base de casi todos los relatos de Tomeo son los personajes, seres lunáticos, solitarios e inestables que, sin barreras morales ni lógicas, actúan por impulsos, por instintos. Personajes atípicos, esperpentos casi, amados monstruos como en el título de una de sus novelas más leídas.

Tomeo es un narrador de enorme capacidad en la distancia corta y directa del cuento, un autor que se mueve con soltura con una gran economía de lenguaje y recursos, en textos breves. Textos que llegan con facilidad al lector porque son muy directos y apenas hay en ellos descripciones.
Narración y diálogo van alternando en estos cuentos en los que Tomeo maneja de manera magistral las transiciones entre estilo directo e indirecto, entre diálogo y narración, con frases y párrafos cortos llenos de expresividad y dinamismo. Por eso en algunas de sus novelas se tiene la sensación de estar ante una sucesión de viñetas rápidas, como de película de Chaplin o Buster Keaton.
Esa economía narrativa de Tomeo afecta también a los personajes, pocos y terminantes en sus palabras. Personajes que viven en los márgenes de la sociedad, de la realidad y de la lógica para habitar un mundo absurdo, sometido a una lógica imposible que mezcla con naturalidad las albóndigas con la Revolución Francesa, el sobrepeso con la suspicacia y los charcos con el apetito. Una lógica tan descoyuntada como esos personajes de Tomeo a los que se les doblan las rodillas.

El volumen, que toma su título de uno de los cuentos más redondos de Javier Tomeo, hace un repaso global y muy representativo por más de cincuenta años de actividad narrativa de Tomeo, esa chocante mezcla de Buñuel, Valle y Kafka, al que más de una vez el lector tiende a confundir con el narrador en primera persona que suele aparecer en su narrativa o con algunos de sus protagonistas.
Muchos de estos relatos se publican aquí en libro por primera vez, los demás los ha revisado expresamente Tomeo para esta edición. Todos, unos y otros, imprescindibles para los lectores, cada vez más abundantes, de su obra narrativa.

El de estos relatos es el mejor Tomeo, tan directo, tan terminante como siempre, con esa primera persona verosímil que nos cuenta historias inverosímiles de personajes excéntricos con un sentido del humor cruel.

A la espera de una recopilación global de toda su narrativa corta, Los nuevos inquisidores es la mejor antología de cuentos de Javier Tomeo, en quien se cumple como en pocos escritores la máxima de que el estilo es el hombre.

Los que lo conocemos lo sabemos bien.


Santos Domínguez

4/7/06

Yeats. Antología poética

W.B. Yeats. 
Antología poética. 
Selección y prólogo de Seamus Heaney.
 Versión rimada de Daniel Aguirre. 
Lumen. Barcelona, 2005.

Probablemente la poesía contemporánea sería distinta, y peor, si W.B. Yeats no hubiera escrito algunos poemas esenciales como Bizancio o Un aviador irlandés prevé su muerte que fundan una nueva manera de escribir.
Irlandés comprometido con los movimientos nacionalistas de finales del XIX, Yeats, como Pound y Eliot, afronta esa entrada radical en la contemporaneidad desde una mirada y un pensamiento en el que se combinan la tradición y la modernidad. 
Esa conciencia reivindicativa de las raíces culturales y de la mitología céltica está en la base de sus primeros libros y a lo largo de una obra en la que se funden ejemplarmente vida y poesía, ideología y literatura para dar lugar a una producción en la que se concreta un peculiar diálogo entre el poeta y el mundo del que surge la expresión lírica. 
 O del poeta consigo mismo, como en los poemas maduros de La Torre, en los que la emoción y la política, el sueño y el paisaje, la memoria y el fervor patriótico vertebran unos textos marcados por la conciencia aguda de la temporalidad y la meditación, por la rosa esférica o Bizancio o las tumbas gaélicas bajo la lluvia. Poesía de la expansión y la contención, a la vez localista y universal, en la que lo confesional cohabita con la voz del bardo o del oráculo. 
 De su modernidad sin consuelo, de la fuerza expresiva de una poesía en la que conviven lo autobiográfico y lo visionario, habla Seamus Heaney, también irlandés, también poeta, también Nobel, en el prólogo de esta edición de la poesía de Yeats que se ha encargado de seleccionar con generosidad en un amplio tomo que publica Lumen, con versión rimada de Daniel Aguirre.
Santos Domínguez

3/7/06

Vargas Llosa. Ensayos literarios



Mario Vargas Llosa.

Obras completas, VI. Ensayos literarios I
Prólogo de Joaquín Marco
Galaxia Gutenberg / Círculo de Lectores.
Barcelona, 2006


El tomo VI de las Obras Completas de Mario Vargas Llosa es el primer volumen de sus ensayos literarios. Lo publica Galaxia Gutenberg/ Círculo de Lectores y reúne cinco ensayos escritos entre 1969 y 1997: La Carta de batalla por «Tirant lo Blanc»; García Márquez. Historia de un deicidio; La orgía perpetua: Flaubert y «Madame Bovary»; La utopía arcaica. José María Arguedas y las ficciones del indigenismo, y las Cartas a un joven novelista.

Lo que más llama la atención son las casi seiscientas páginas de García Márquez. Historia de un deicidio, un estudio fundamental y una obra de referencia sobre García Márquez y el realismo mágico.
Un estudio amplísimo en el que tan memorables son sus reflexiones sobre el mundo novelístico del colombiano como las páginas sobre sus influencias: las novelas de caballerías, Sófocles, Virginia Woolf, Faulkner, Hemingway o Defoe.
Un análisis insuperable de esa novela insuperable y de sus precedentes, sobre el novelista y sus demonios, sobre las claves biográficas, de lectura, de creación de Cien años de soledad.
Un libro inencontrable, tan mítico como Cien años de soledad, que no se había reeditado desde 1971 por razones extraliterarias que darían (según enfoques) para una novela, un cuento o un sainete y que convierten a esta en la pieza central, la fundamental de esta reedición, esperadísima porque los pocos ejemplares que circulaban de la vieja edición de Barral tenían ya precios astronómicos.

La búsqueda de la novela total es la clave de lectura de Cien años de soledad como la historia de un deicidio, de una suplantación, en la que el novelista crea una nueva realidad autónoma.

Cuatro siglos antes, esa suplantación se había producido ya en el Tirant lo Blanc. Su autor, Joanot Martorell, es el primero de los suplantadores de Dios a los que se vincula la nueva novela hispanoamericana. La Carta de batalla por Tirant lo Blanc tiene su origen en el prólogo escrito en los años sesenta para la edición de esa novela de caballerías (“el mejor libro del mundo”, se decía en el Quijote) en el Libro de bolsillo de Alianza Editorial. En su forma definitiva, al prólogo se le añaden dos conferencias que completan las tres partes que tiene ahora ese ensayo.

Concebidos en un primer momento como conferencias, artículos o prólogos, este y otros de los textos de este volumen fueron creciendo hasta adquirir su forma actual y encauzarse en el molde del ensayo.
Lo importante, lo que les otorga a estos análisis un valor añadido excepcional es que quien los realiza no es estrictamente un crítico sino un novelista que enfoca los textos con método riguroso y con una perspectiva creativa especialmente enriquecedora y profunda. A eso se refiere Joaquín Marco cuando titula su prólogo El reverso de la creación.
Vargas Llosa pertenece a ese tipo de creadores que, como Auden, Valéry, Eliot o Gil de Biedma, sin descuidar el método, aplican una mirada especial al análisis literario y buscan el corazón de la creación, la obra viva, las claves de lectura y escritura que salen en busca del lector total, paralelo a la creación total.

En La orgía perpetua: Flaubert y Mme Bovary, que presenta como modelo de obra clausurada, de libro círculo y como el reflejo de la rebelión individual frente a la sociedad, distingue Vargas Llosa tres formas de crítica:
“La primera, individual y subjetiva, predominó en el pasado y sus defensores la llaman clásica; sus denostadores, impresionista. La segunda, moderna, pretende ser científica, analizar una obra de manera objetiva, en función de reglas universales, aunque, claro está, la índole de las reglas varía según el crítico (psicoanálisis, marxismo, estilística, estructuralismos, combinaciones). La tercera tiene que ver más con la historia de la literatura que con la crítica propiamente dicha.
En realidad, los críticos de todos los tiempos han utilizado las tres perspectivas a la vez. La diferencia estriba en que cada época, persona y tendencia pone el énfasis, la atención dominante, en una de ellas.”

Una vez delimitados esos tres enfoques, Vargas Llosa defiende la necesidad de aplicarlos en la práctica de una crítica que pretende ser total y que se ejerce también en otro de los ensayos del libro, La utopía arcaica. José Mª Arguedas y las ficciones del indigenismo. Un ensayo que en España era casi desconocido y que es un magnífico ejemplo de esa crítica global que corona un antiguo interés de casi cincuenta años por Arguedas. Como en La orgía perpetua, el enfoque se proyecta sobre la historia, sobre las fuentes que aprovecha, sobre la manera en que se hace tiempo, espacio y lenguaje

El último de los ensayos, las Cartas a un joven novelista, siguiendo el modelo de Rilke y sus Cartas a un joven poeta, es una reflexión en la que Vargas Llosa fija su concepto de novela y profundiza en importantes detalles técnicos y reconoce su deuda con los novelistas europeos y norteamericanos. Tiempo, espacio, perspectiva del narrador, estilo o el magnífico análisis del dato escondido en Hemingway ocupan la atención del novelista en estas páginas, que son menos una suma de consejos que una reflexión sobre la técnica de la novela y sus posibilidades y problemas.

Tienen estos ensayos, aparte de su valor intrínseco, que es muy alto, otro valor añadido: la calidad y el cuidado de su prosa. Y a día de hoy le parecen a uno mucho más consistentes sus ensayos literarios que la mayoría de sus novelas.

Santos Domínguez

1/7/06

La creación del mundo




Miguel Torga.
La creación del mundo.

Traducción de Eloísa Álvarez.
Alfaguara. Madrid, 2006.


Como un “portugués hispánico” se define a sí mismo Miguel Torga en el prólogo a la edición española de La creación del mundo, que se publicó en 1986, cinco años después del original portugués.
Se cumplían entonces 50 años del comienzo de la guerra civil y a ese hecho del que fue testigo Torga le dedica también parte del prólogo, como uno de los hechos más traumáticos de su biografía y de la de su generación.
Veinte años después de aquella edición española, Alfaguara reedita La creación del mundo, crónica, novela, memorial y testamento, según las propias palabras del autor.

Miguel Torga (Sâo Martinho de Anta, 1907-Coimbra, 1995) es, para parte de la crítica y para muchos de sus lectores, el mejor escritor portugués de la segunda mitad del siglo XX. Médico de profesión y escritor de provincias, mantuvo toda su vida, con una rabiosa intransigencia, un código de valores insobornable, que se refleja en todos sus libros, en los distintos géneros en que proyectó su obra.
Autor de volúmenes de cuentos inolvidables, como los Cuentos de la montaña, de un Diario ejemplar iniciado en 1932 o de textos como los Poemas ibéricos, su autobiografía novelada La creación del mundo es probablemente la cima de una obra de altísimo nivel literario y moral.

Dividida en seis capítulos que son los seis días de las edades paganas del hombre según el mito de la creación del mundo, el primero de los días es una crónica del alba en Tras os Montes, el relato de una infancia de contornos tan desmedidos como el mundo rural donde transcurren esos años de formación, esos años infantiles en una escuela en la que el maestro llama pardal al niño, como luego en La lengua de las mariposas de Manuel Rivas.

La infancia pobre y rural intenta redimirse en un seminario, donde inicia una adolescencia que le lleva como emigrante a Brasil, que es el segundo de los días y supone el deslumbramiento de la naturaleza tropical y de la sexualidad.

El tercero de esos días de forja del rebelde es el del estudiante de Bachillerato y Medicina en Coimbra en una universidad anacrónica, donde un pobre se hace médico para romper el orden social y el natural, para poner un dique de dignidad a la fatalidad y a al injusticia en el primer contacto con el dolor y la enfermedad.

Para mí, desde niño, la dignidad de la existencia implicaba el respeto a su propia realización. El criado que yo había sido en Oporto se había sublevado. Ya de esa protesta me había quedado el gusto por la libertad y el ansia de ver también que los demás la saboreaban y la deseaban.
El cuarto día es el de la guerra de España desde la retaguardia franquista, en un viaje a Francia y a Italia en el que pasa por la Salamanca de Fray Luis y de Unamuno y sus desafíos a la intolerancia, por Ávila, Valladolid, Burgos, Vitoria o Irún.

Pasada ya la juventud, el quinto día es el del ejercicio de la medicina y el choque con la censura salazarista que lleva a la cárcel su rebeldía indomable.

El último capítulo es el sexto día, que culmina en la revolución de los claveles y da lugar a la desilusión posterior y a la sensación de que su tiempo está cumplido. Lo declara, con esperanza irreductible, en la última frase del libro:

Sí, la vida seguiría. Vendrían otros días llenos de sol, de flores y de frutos, pero ya no serían míos.

No es una novedad en sentido estricto, pero es, sin duda, una de las recuperaciones fundamentales del curso que ahora acaba, uno de los libros fundamentales de la temporada.
Su lucidez solidaria y comprometida, su amarga insatisfacción, su crítica pesimista de la existencia, su compasión, convierten La creación del mundo en la obra que justifica toda una trayectoria literaria y humana.

La forja de un rebelde que ardía en muchas hogueras al mismo tiempo.


Santos Domínguez