Contar las olas. Trece cuentos para bañistas.
Lengua de Trapo. Madrid, 2006
Origen del mundo y de la vida, territorio del estupor y la inquietud, metáfora de la búsqueda y la fuga, ámbito del misterio y el atavismo.
Todo eso y mucho más es el mar, un espacio geográfico pero sobre todo un lugar de la imaginación. Desde la Odisea a La saga/fuga de J.B. el mar real es además el fondo de la gran literatura. La Eneida, el Quijote o La tempestad son ejemplos notables, pero hay tantos como el número de las arenas o de las obras inolvidables. ¿Qué serían El amor en los tiempos del cólera o La isla a mediodía sin el mar?
El mar no solo admite epílogos, como dice Ronaldo Menéndez en su antiprólogo: admite todo tipo de incursiones metafóricas que lo equiparan a la libertad y al tiempo, a la vida y la muerte.
Y cuentos como estos trece relatos que publica Lengua de Trapo en el volumen Contar las olas, en el que trece autores hablan de un verano de playas y bosques, de bicicletas y figuras de arena, del viento y la imaginación en unos textos llenos de fogonazos y golpes de mano, de ráfagas de tiempo y de iluminaciones.
Cartas de navegación o naufragios, lugar de trangresiones o ejercicio de mantenimiento, hay de todo en este conjunto de relatos para leer bajo la sombrilla y levantar la vista entre cuento y cuento para mirar el horizonte o ver pasar a los bañistas.
Calidad y exigencia en relatos como El dragón de arena, de Juan Bonilla o Mar de fondo, de Pilar Adón.
A veces, demasiada sal (gorda) y demasiado aceite recalentado en algún relato facilón o tan flojo como el de Ángela Vallvey que abre el volumen.
Ya se sabe que a todo el mundo no le sienta igual el calor. Y que en la playa no todo recuerda al paraíso.
Santos Domínguez