Josep Pla.
Humor honesto y vago.
Austral. Barcelona, 2022.
-¿Pero no ha pensado usted en la rapidez, en el tiempo que se gana andando en bicicleta?
-¡Pero cuándo, Dios mío, acabaremos de hablar en camelo! ¿No ve usted que, en el mundo en que vivimos, la prisa, la rapidez, el ganar tiempo son problemas absolutamente superados e inexistentes? ¿Prisa de qué? ¿Ganar tiempo para qué? ¿No se da usted cuenta de que los problemas actuales son absolutamente diversos? Yo no sé si el mundo persistirá en este sentido o volverá a lo anterior. Lo que le digo es que esta es la característica de la época presente.
-¡No se ponga usted serio! Volvamos a las bicicletas. ¿No ha oído usted decir que este es un ejercicio completo?
-Eso dicen de todos los ejercicios. Yo, modestamente, creo que el ejercicio más completo es la dialéctica, y tanto como la dialéctica, la poesía. Lo que digo es que es terriblemente peligroso para la gente que tiene la inteligencia en los pies darle un mecanismo susceptible de desarrollarle la inteligencia. Me ha sucedido, en estos últimos meses, a menudo, preguntar a varios amigos por sus hijos y encontrarme con esta respuesta: «Fulanito está en cama o en la clínica; tiene un cansancio de bicicleta». Una pleuresía, el hígado, los bofes... la biblia.
-Entonces, ya veo: propone usted el automóvil...
-No, señor. Me basta con que tengan automóvil algunos excelentes amigos. Yo propongo andar a pie y sin prisa. Andar un par de kilómetros, tomar un rato el sol y sentarse, ante el paisaje, en el pretil del puente de la carretera. Yo soy en todas partes una especie de forastero humilde y oscuro, pero mis irrisorias pretensiones me divierten.
Así termina “La bicicleta”, uno de los cuarenta y tres artículos que Josep Pla reunió en 1942 en Humor honesto y vago, el volumen que acaba de reeditar Austral con una nota a la edición en la que Jordi Cornudella explica que “como otros volúmenes de Pla, se trata de una recopilación de artículos que se nutre, en parte, de la colaboración semanal que el escritor mantuvo desde 1940 en la revista Destino: la sección «Calendario sin fechas», que durante cerca de cuarenta años constituyó una cita ininterrumpida (o casi) entre el escritor y sus lectores. Veinte de los cuarenta y tres artículos de Humor honesto y vago habían aparecido en Destino; diecinueve eran inéditos, y el resto había podido leerse en otras publicaciones.”
Aquella primera edición llevaba una presentación fechada en otoño de 1942, titulada ‘Cuatro palabras’, en la que un Pla irónico y burlón explica el motivo del título:
En realidad, hace muy poco tiempo que me enteré de que era un humorista. Fue a primeros de mayo de este año. Me lo dijeron unos amigos de confianza y pusieron en sus palabras una tal seriedad, que me lo creí en el acto. La pequeña tragedia del humorista consiste en no poder dar importancia más que a las cosas serias y graves. Mi candor ha sido siempre, además, muy grande. Después todo ha sido coser y cantar. A medida que he ido escribiendo, mi humorismo se ha ido afianzando y consolidando.
-¿Ve usted, querido amigo? —me dice ahora la gente—. ¿Ve usted? Ya se lo decíamos que era usted un humorista. Nuestras previsiones se han plenamente confirmado...
Yo soy incapaz de frustrar las previsiones de las personas que me son gratas. Al contrario. Para mantenérselas haré todo lo posible para dar la sensación de que soy un humorista aplicado. En la época que vivimos, la aplicación tiene mucha importancia. Con el tiempo probablemente iré ganando y así podrá suceder que en el momento en que me decida a poner por escrito mis últimas voluntades, me salga un papel divertido e inusitado.
He titulado el libro: Humor honesto y vago. He puesto «humor» porque, dentro de las reglas del juego que acabamos de establecer, el ingrediente es inescamoteable. Honesto, porque no he sentido jamás la delincuencia de la declamación antisocial. Y vago, porque estando desde hace tan poco tiempo en el humorismo no he tenido tiempo, todavía, de conocer los rincones y los desvanes de la cosa.
El afortunado lector de Humor honesto y vago se encontrará en estas páginas con la prosa fluida, transparente y vivaz de Pla, con la agudeza y la divagación inteligente de su mirada cáustica y analítica, contradictoria y antidogmática. Es la mirada desengañada de quien escribe en la divertida e ingeniosa ‘Teoría de la propina’:
El hombre que consciente o inconscientemente suponga o crea que éste es el mejor de los mundos posibles vivirá rabioso y frenético. El que por el contrario parta de la idea de que esto es un valle de lágrimas corregido por un sistema de propinas vivirá resignado y tranquilo.
O la mirada demoledora de un Pla que habla de los niños en estos términos:
Las criaturas son los seres más insignificantes de la tierra, pero ello no quiere decir que no presenten todas las características del estado de naturaleza: son violentas, crueles, desenfrenadas, ansiosas, alocadas, vacuas, absurdas. Su psicología instintiva es muy compleja. La supuesta bondad natural del hombre es absolutamente indiscernible en ellas.
Es un Pla imprevisible y subjetivo, irónico y socarrón, antirretórico y agudo que educó su pluma y su mirada en el periodismo, practicó la lentitud contemplativa y, como Stendhal, fijó su interés en los detalles para pasar con naturalidad de la pequeñez de la anécdota o la maledicencia de la tertulia a la hondura reflexiva del pesimista sobre la condición humana y al análisis político, cultural o sociológico, como en ‘Por qué soy conservador’:
Si el dinero se volatiliza, si las mujeres pasan, si el equilibrio microbiano de nuestra vida es tan precario e incierto, si todo, por el mero hecho de existir, está predestinado a la destrucción y a la ruina, si de tantas cosas buenas no queda apenas el recuerdo y de las más bellas ni el recuerdo siquiera, si todo huye por la bocacalle de la fugacidad y del olvido... ¿cómo puede usted sospechar que yo pueda dejar de ser conservador? ¿Me considera usted un loco de remate o no me considera usted un loco de remate?
O en ‘Sobre el odio’:
Los vegetarianos, naturistas, herbívoros, aguaclaristas, infusionistas, nudistas, y en general toda clase de puritanos, son susceptibles de odiar a sus semejantes en grado máximo.
La juventud, la importancia de las sastrerías, los perros, el teatro, la soledad, los lenguados, el fútbol, las tertulias, la felicidad, la muerte, las bicicletas, las propinas… Esos son algunos de los temas que abordan estos artículos. Pero por encima de la gran variedad de asuntos que aparecen en estos textos, hay algunas líneas maestras que los recorren: el paso del tiempo como tema esencial, el desengaño y la memoria como actitud, la invención autobiográfica y la lenta contemplación como estrategia, la libertad de escritura y el cuidado de la prosa como método.
Santos Domínguez