Lynne Sharon Schwartz (ed.)
Emerge, memoria.
(Conversaciones
con W.G. Sebald).
Traducción de
Cristian Crusat.
KRK Ediciones.
Oviedo, 2021.
“Encuentro algo terriblemente fascinante en el pasado. Apenas me
interesa el futuro. No creo que vaya a deparar muchas cosas buenas. Pero al
menos sobre el pasado puedes hacerte algunas ilusiones”, afirmaba W. G. Sebald
en una conversación (‘Un perseguidor de fantasmas’) con Eleanor Wachtel grabada
el 16 de octubre de 1997.
Es una de las
cinco conversaciones que, junto con cuatro ensayos, forman parte de Emerge,
memoria, la espléndida recopilación de entrevistas y ensayos que preparó Lynne
Sharon Schwartz en 2007 y que publica KRK en una cuidada edición en su
colección Tras 3 letras.
Como “la idónea y
más emotiva puerta de entrada a la obra de W. G. Sebald, uno de los escritores
contemporáneos más misteriosamente excelsos” definen los editores este conjunto
que se presenta con una limpísima traducción de Cristian Crusat, que ha puesto
al frente del volumen una útil y orientadora bibliografía esencial de Sebald en
español.
Desde que publicó
Los anillos de Saturno, a mediados de los noventa, y hasta que un
accidente de tráfico el 14 de diciembre de 2001 truncó su vida y su obra,
Sebald se convirtió en un escritor imprescindible para entender la literatura
europea en la compleja transición del XX al siglo actual. Lo confirmarían
títulos como Sobre la historia natural de la destrucción y Austerlitz, su
obra más ambiciosa y la que más se aproxima a las convenciones del género
narrativo.
La mezcla de
narración y digresión meditativa, de delirios y experiencias, de recuerdos y
ensoñaciones, de vivos y muertos, de tiempos y rostros, lecturas y lugares
caracterizan una escritura tan inclasificable como la de Sebald, dueño de una
prosa potente e hipnótica que sumerge al lector en una experiencia
irrepetible.
Una experiencia de
lectura que de párrafo en párrafo le pasea por la vida y por la historia bajo
la especie de una biblioteca, le traslada a un mundo de recuerdos reales o
inventados que sólo existe en la literatura, un ámbito que vence al tiempo,
funde el presente y el pasado y anula las distancias entre espacios distantes
como Viena, Venecia, París, Londres, Milán, Verona, Innsbruck o Baviera.
En el viaje
continuo que propone toda su obra, la prosa de Sebald, delicada y potente,
lenta unas veces, vertiginosa otras, llena de meandros y rincones apacibles, va
más allá de lo narrativo, lo lírico o lo reflexivo para apelar a lo más hondo y
lo más humano, a lo más próximo al lector fascinado por estas páginas, la vez
densas y fluidas por las que se suceden viajes y vidas de escritores viajeros y
atormentados por el recuerdo, el tiempo y la desorientación.
“Los muertos
siempre me han interesado más que los vivos”, escribió el ‘perseguidor de
fantasmas’ Sebald una vez. Quizá por eso el pasado, la destrucción, el luto y
el recuerdo son los temas que unen su labor narrativa con su producción
ensayística y dan lugar a un híbrido de narración, ensayo y dietario,
característico de la obra de Sebald, autor de una literatura estremecedora y
mestiza.
Pero no es sólo
una cuestión de temas. Hay en toda su obra una voluntad expresa de borrar las
fronteras genéricas clásicas para proponer formas nuevas que son el resultado
de ese mestizaje expresivo:
“Puesto que Sebald
-afirma Lynne Sharon Schwartz en la Introducción de este volumen- inventó una
nueva forma de ficción narrativa que materializa el desdibujamiento
contemporáneo de las fronteras entre la ficción y la no ficción, los críticos
han debatido sobre la categorización de su obra, en la que se combinan la
autobiografía ficticia, el diario de viaje, los inventarios de curiosidades
naturales y de aquellas creadas por el hombre, la reflexiones impresionistas
sobre pintura, la entomología, la arquitectura, las fortificaciones militares y
otros elementos. El propio Sebald utilizó el término ‘ficción narrativa’.
En esa
introducción, Lynne Sharon Schwartz hace un recorrido por la obra de Sebald, de
la que dice entre otras cosas que “como muchos escritores geniales, gravita
siempre alrededor de los mismos grandes temas. Su favorito es el raudo
despliegue de cada empeño humano y su larga y despaciosa muerte, causada por un
desastre natural o por un desastre que provoca el hombre, y que se salda con un
sinnúmero de vestigios que merecen una atenta lectura, por no hablar del
inmenso sufrimiento humano. Sus ideas sobre el tiempo hacen posible esta visión
panorámica.”
“Mi medio es la
prosa, no la novela”, declaraba Sebald en 1993. Y con esa afirmación daba la
clave de una literatura como la suya en la que la fusión de géneros determina
la tonalidad estilística y la temática de su obra, en la que la mirada al
pasado es decisiva en la construcción de una identidad que emerge de la
memoria. Esa es la raíz de toda su escritura:
“Crecí -explica en
una de las conversaciones- en la Alemania de la posguerra, donde había -lo digo
a menudo- algo parecido a un pacto de silencio; por ejemplo tus padres nunca te
contaban nada sobre sus experiencias porque había, como poco, muchísima vergüenza
vinculada a esas experiencias. De modo que se mantenían guardadas a cal y
canto. Y por mi parte, dudo que mi madre y mi padre abordaran alguna vez,
siquiera entre ellos, estos asuntos. No se trataba de un acuerdo escrito o
verbal. Era un acuerdo tácito. Era algo de lo que nunca se hablaba. De modo que
yo siempre… Crecí con la sensación de que en algún lugar hay una especie de
vacío que debe ser ocupado con relatos de testigos en los que uno puede
confiar. Y una vez que empecé…”
La conflictiva
realidad familiar y nacional, las consecuencias de la guerra en Alemania, la
abolición del pasado, el paso por la universidad, la importancia de la memoria,
la dificultad de la escritura, la identidad y el desengaño, la melancolía o la
destrucción de la naturaleza son ejes que articulan la obra de Sebald y
vertebran también estos textos que son aproximaciones certeras al mundo
literario y vital de Sebald, uno de los grandes del fin de milenio, con
una posición privilegiada para hacer de puente entre los escritores europeos
del siglo XX y los del XXI.
Varias
entrevistas, cuatro ensayos, entre ellos uno de Charles Simic, y otro muy
crítico con Sebald -y por eso también muy iluminador- de Michael Hoffman (‘Una
fría suntuosidad’) componen esta selección de la que dice su autora: “Elegí
los textos que siguen de entre una ingente cantidad de entrevistas, reseñas y
ensayos. […] Las entrevistas ofrecen […] sus obsesiones, sus precursores, sus
gustos literarios, su formación y las fuentes de su solemne talante, ese empeño
en rastrear ‘los indicios del declive’.”
Cierra el volumen
una emotiva evocación de Sebald (‘Cruzar fronteras’) a cargo de Arthur Lubow. A
medio camino entre el ensayo y la conversación, es una magnífica semblanza del
mundo personal de Sebald y una certera iluminación de su universo
literario.
Un estupendo
remate de un libro imprescindible para los lectores de Sebald, que aparece aquí
cercano y profundo a la vez. Y para los que aún no lo sean, una invitación a
serlo.
Santos Domínguez