31/1/22

Los barrios bajos de Madrid según Galdós

 



José Esteban.
Los barrios bajos de Madrid según Galdós.
Fotografías de Antonio Tiedra. 
Paladares de Cordelia. Madrid, 2021.


“La división social entre barrios bajos y altos coincide con su elevación sobre el Manzanares. Entiendo que el oso es el Madrid que vive desde la Plaza Mayor para arriba, y el madroño lo que llamamos barrios bajos”, explicaba Galdós en 1915 en una conferencia sobre Madrid en el Ateneo.

Leer a Galdós, “novelista urbano” en definición de Clarín, es inevitable y felizmente recorrer las calles del Madrid que frecuentó durante casi sesenta años, entre 1862 y 1920. El centro y los barrios bajos del sur de la ciudad fueron los espacios predominantes en sus novelas, escenarios que desempeñan en sus obras un papel casi de protagonista y cumplen también una función simbólica de evidente significado social, porque en ellas el nivel topográfico se corresponde también con el nivel social, de manera que el ascenso o el descenso social se metaforizan en los frecuentes traslados y mudanzas de los personajes a zonas más altas o más bajas del Madrid de la época.

Hay quienes ascienden en posición social y se van a vivir a zonas más altas, como Isidora Rufete o Felipe Centeno, y quienes, venidos a menos, como doña Paca en Misericordia, se mudan a zonas más bajas de la capital. Y además todos sus personajes, en movimiento continuo, se mueven por las calles de aquel Madrid que Galdós inmortalizó en sus novelas y que evocó magistralmente en 1915 en su Guía espiritual de España.

Sobre esos barrios bajos y su representación literaria en las novelas galdosianas Paladares de Cordelia acaba de publicar Los barrios bajos de Madrid según Galdós, una espléndida monografía de José Esteban, ilustrada con fotografías de Antonio Tiedra.

“Con Galdós -escribe José Esteban- nace verdaderamente la novela urbana madrileña y, con su memoria y su impagable ayuda, el novelista levanta ese gran monumento madrileño, más importante que la Cibeles o la Puerta de Alcalá, ese monumento literario madrileño que son las páginas de Fortunata y Jacinta, donde trata a Madrid como fuente de organización literaria y a la vez como objeto de ella; es decir, como cimiento sobre el que se asienta la novela y como colmena humana. Como objeto y sujeto de la misma novela.
[…]
Galdós necesita la presencia de Madrid para conducir a sus personajes a través del laberinto de sus vidas y del laberinto de sus calles; lo que ha dado lugar a un «Madrid galdosiano». Un Madrid aún muy reconocible. Todavía la calle de Toledo se inicia orillada en su principio de soportales, desde la Plaza Mayor al Manzanares. Todavía las calles conservan sus viejos y significativos nombres Latoneros, Cuchilleros, Botoneras, Coloreros, Bordadores, Herradores... Todavía el Arco de Cuchilleros taladra el caserón de la Plaza Mayor, donde el delfín, Juanito Santa Cruz, ve por primera vez a Fortunata -que en la escalera sorbe un huevo crudo.
Es un Madrid que se mueve en el cogollo de la ciudad de los Austrias, entre la Plaza de Santa Cruz y el Palacio Real, entre la Fuentecilla, las Descalzas Reales y la Iglesia de San Sebastián (la iglesia que como «muchas personas tiene dos caras» y donde Benigna, la heroína de Misericordia, pide limosna para alimentar a su señora).”

La calle de Toledo y el Rastro, la Cava Baja y la calle Mayor, la Plaza de la Cebada y el Manzanares, Mira el Río o la calle Imperial, cafés como el de San Millán o iglesias como la de San Sebastián son algunos de los espacios madrileños en los que transcurren las novelas de Galdós. Espacios que se convierten en un personaje más de sus obras:

“Madrid, todo el Madrid del siglo XIX -escribe José Esteban- es el gran personaje de Galdós. Nadie como él, en nuestra literatura, supo mirarlo con tan amplia pupila y, después, transmitirlo. Es un Madrid que vive en sus páginas, late, sufre, se transforma, se alarga calle de Fuencarral arriba, donde están las reformadoras Micaelas, que acogerán a Fortunata, y se desvive, angustioso, en su diario penar.”

Esta cuidada edición es, además de un homenaje al mejor novelista español del XIX, 
aquel “paisajista de los barrios bajos”, una indeclinable invitación a visitar de nuevo su obra y a revivir aquel Madrid bullicioso y cambiante de la segunda mitad del XIX en un estupendo recorrido por los lugares galdosianos de la mano de los textos de José Esteban, de novelas como las de Torquemada, Fortunata y Jacinta, Misericordia o Nazarín y de las fotografías de Antonio Tiedra.

Santos Domínguez