Cuentos de lo extraño.
Traducción de Arturo Peral Santamaría.
Prólogo de Andrés Ibáñez.
Atalanta, Gerona, 2011.
Seis indagaciones en lo oscuro, en la profundidad de unos abismos que muchas veces están en la conciencia, porque –como mostró definitivamente Poe- el horror no surge de la escenografía exterior, sino del interior del personaje.
¿Junto a Corfú? ¿Junto a Eubea? ¿Junto a Cefalonia? Grigg nunca dijo cuál era.
Con esa indefinición comienza El vinoso ponto, el primero de los relatos, ambientado en una misteriosa isla inaccesible y solitaria, habitada por tres brujas como las de Macbeth, hechiceras como la también insular Circe de Homero, al que homenajea el título.
Y también con una pregunta, aunque retórica, abre su excelente prólogo Andrés Ibáñez: ¿Qué sería de nosotros sin los extravagantes, es decir, sin los escritores ingleses?
Los trenes que van al infierno; las conferencias telefónicas con el más allá de Che gelida manina; la vuelta de tuerca a los relatos de juguetes morbosos y casas de muñecas en La habitación interior; el sueño de un viaje veneciano del introvertido Henry Fern en Nunca vayas a Venecia.
Un viaje al otro lado, al mundo de los sueños, al dato oculto que emerge sutilmente en los últimos párrafos de cada relato, con un eficiente efecto de suspensión y elipsis; seis estaciones de paso en un viaje con demora para llegar a Las entrañas del bosque, a la parada final en el infierno: una ciudad sueca junto a un lago negro, cerca del Kurkhus, un hotel-sanatorio para insomnes.
Con una fluida traducción de Arturo Peral Santamaría, los seis Cuentos de lo extraño son seis iluminaciones en la zona de sombra donde se confunden la vigilia y el sueño, la razón y el subconsciente, las visiones y una realidad tan compleja y poliédrica como la psicología de los personajes.
Aickman es un espléndido narrador que -más allá de su pertenencia a la estirpe de Henry James- convoca en sus cuentos la gran literatura, de Homero a Shakespeare, y tiene una inusual capacidad para buscar el tono de voz adecuado a cada relato, para explorar el horror y el corazón de la maldad.
O para crear atmósferas desasosegantes que evocan los bosques inquietantes de los relatos infantiles y que muchas veces ocupan un lugar central en estas inolvidables narraciones en las que, como Cervantes, Aickman exige más atención a lo que calla que a lo que cuenta.
Y en estos relatos, como en los otros cuarenta y dos que Aickman publicó como Strange Tales o como Strange Stories, hay una constante comunicación entre los espacios exteriores y los mundos interiores, entre el paisaje inquietante y el ambiente cerrado y opresivo para provocar en el lector el efecto único que reclamaba Poe para el cuento.
Estos seis Cuentos de lo extraño proponen un viaje al lado oscuro a través de una tensión narrativa creciente donde se confunden el miedo y el sueño, como el ruido de trenes que se acercan. Un viaje a través de seis estaciones que se podría encomendar a esta frase de Céline que está al frente de uno de los relatos:
Nuestro viaje es por entero imaginario. A eso debe su fuerza.