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Luz que se escapa
Como una suma de autobiografía, poesía y narrativa. Así se presenta Luz que se escapa, el espléndido e inclasificable libro de Rafael-José Díaz que publica RIL Editores.
Está construido como “un único párrafo que como el torrente que busca su cauce va cavando en la página y haciendo arqueología, desenterrando luz, la luz que se escapa al volver a lo que fuimos.”
Con un sutil equilibrio entre la distancia de la tercera persona omnisciente y el pulso interior de lo vivido, Luz que se escapa es el resultado de una potente excavación en la memoria, de una incursión sin tregua en el subsuelo de la identidad y la existencia de un personaje que “olvida y recupera, recobra y pierde, sale y busca, encuentra y regresa, abandona y espera, cae y se levanta, se levanta y cae, olvida y pierde para siempre.”
Una excavación sin concesiones en la que las palabras iluminan, con la potencia verbal propia de la poesía, la oscuridad de mina de la conciencia para ordenar el recuerdo, los sueños y la experiencia en un exorcismo de fantasmas y pesadillas a lo largo de un intenso párrafo continuo.
Los laberintos de la memoria insomne y la liberación de la palabra analítica y confesional se dan cita en este libro, propio del ejercicio de ahondamiento del poeta en la realidad y en sí mismo, más que de la labor de albañilería del narrador que es también Rafael-José Díaz. Porque aquí el impulso rememorativo se dirige no hacia lo alto, sino hacia lo hondo, en una inmersión en la profundidad vertiginosa del ser, de sus inseguridades y sus frustraciones, de su incomunicación y sus silencios:
Nada de lo que veía parecía afectarle demasiado en el instante mismo en que lo contemplaba, pero luego, por la noche, sus sueños, en ocasiones, recogían, transformados, fragmentos de aquellas realidades. Por la mañana los olvidaba. Olvidaba tantas cosas que se había convertido en un experto deshollinador de la memoria: sin darse cuenta, a cada instante, estaba introduciéndose en los vericuetos de su propio pasado para borrar lo sucio, lo incompleto, lo abandonado, lo enfermo, lo desgastado, lo podrido, lo muerto, es decir, prácticamente todo lo que allí encontraba. Llegaba a decirse que aquello con lo que no pudiera, bien porque se resistiera a sus raspados ansiosos o bien porque ni siquiera pudiera encontrarlo de tan adentro como estaba, era justamente lo único que merecía salvarse. Sólo mucho más tarde supo lo equivocado que estaba.
Además de una admirable construcción literaria, Luz que se escapa es un ajuste de cuentas para romper con el pasado abolido (“tomó la decisión de marcharse” es la frase final) y, como dijo Cela de su Oficio de tinieblas 5, una purga del corazón y la memoria.
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