31/1/13

El 98 en sus anécdotas



José Esteban.
La generación del 98 en sus anécdotas.
Renacimiento. Sevilla, 2012.


Caseros y en zapatillas, provocadores en tertulias ruidosas, bohemios escandalosos o domésticos y pacíficos en torno a una mesa camilla, los noventayochistas, esos “grandes aguafiestas” de las cuchipandas nacionales, como los llama José Esteban, elaboraron una obra oral paralela a sus textos escritos.

Gran parte de ese material oral de la anécdota, la ocurrencia ingeniosa y la crítica malintencionada lo ha reunido José Esteban en La generación del 98 en sus anécdotas, un volumen que publica Renacimiento y que recoge “esta otra obra pasajera, que saltaba en el aro de la ruidosa tertulia, en la discusión ateneíl, en la rabia de un momento de acorralamiento.”

Obra pasajera, extraliteraria y marginal, es cierto, pero también significativa y reveladora de la intimidad de aquellos escritores, de su ambiente y su época, de su ser intrahistórico, si no en su vertiente estrictamente literaria sí al menos en su dimensión humana.

A través de intermediarios más o menos interesados –los llamados llevaanécdotas que las llevaban a las redacciones a cambio de unos duros-, en biografías como la que escribió Gómez de la Serna sobre Valle, o de primera mano por las memorias de Baroja, las anécdotas literarias llegaron a constituir un subgénero periodístico en el que brilla el ingenio para herir al otro o la agudeza para describir certeramente a algún personaje público.

Además de Valle-Inclán, el más fecundo productor de anécdotas, nombres como Unamuno, Baroja, Azorín, Blasco Ibáñez, Ortega, Juan Ramón, Benavente, los Machado, Ciro Bayo, Sawa son algunos de  los sujetos agentes o pacientes, olímpicos o viperinos, irónicos o brutales, de una gran cantidad de relatos menores cuya estructura cumple con los rasgos del género narrativo y les añade el chispazo de la repentización brillante o de la sátira acerada.

Santos Domínguez

30/1/13

Manguel. Una historia de la lectura




Alberto Manguel.
Una historia de la lectura.
Traducción de José Luis López Muñoz.
Alianza Literaria. Madrid, 2012.

Una cuidada reedición del clásico imprescindible de Alberto Manguel, revisada por el autor y ampliada con más ilustraciones en Alianza Editorial.

Seis milenios de palabras escritas y vistas desde la perspectiva del receptor. El papel del lector a lo largo de la historia y de sus soportes cambiantes: desde las tablillas sumerias hasta la tecnología electrónica de la actualidad pasando por los papiros, los códices, el pergamino o el papel.

Una historia del mundo con paradas en San Ambrosio y su lectura silenciosa o Diderot y su defensa terapéutica de las novelas sicalípticas; la máquina para leer en la cama o los lectores cubanos contratados para entretener a los trabajadores de las fábricas de tabaco en Cuba.

Leer para sí o para los demás, leer para entender el mundo o para huir de él, leer imágenes o libros prohibidos, leer el futuro o el pasado, leer sombras o robar libros.

Leer. O releer esta siempre asombrosa historia de la lectura que tiene algo del inabarcable libro de arena de Borges y mucho del libro-hombre de Whitman.

Una reivindicación de la lectura como forma de conocimiento y sobre todo como expresión activa de la rebeldía.

Santos Domínguez

29/1/13

Una pequeña historia de la filosofía



Nigel Warburton.
Una pequeña historia de la filosofía.
Traducción de Aleix Montoto.
Galaxia Gutenberg / Círculo de Lectores. 
Barcelona, 2013.


Hará unos dos mil cuatrocientos años, ejecutaron a un hombre en Atenas por hacer demasiadas preguntas. Hubo otros filósofos antes de él, pero fue con Sócrates que la disciplina adquirió entidad. Si la filosofía tiene un santo patrón, ése es Sócrates.
De nariz respingona, gordinflón, desastrado y un poco extraño, Sócrates no encajaba. Aunque era físicamente feo y solía ir sucio, tenía un gran carisma y una mente brillante. Todo el mundo en Atenas estaba de acuerdo en que nunca había habido alguien como él y probablemente no lo volvería a haber. Era único. Pero también extremadamente molesto. Se veía a sí mismo como uno de esos moscardones que pican: los tábanos. Son molestos, pero en el fondo no hacen ningún daño. Sin embargo, no todo el mundo en Atenas estaba de acuerdo. Algunos le adoraban; otros le consideraban una influencia peligrosa.

Así comienza Una pequeña historia de la filosofía, de Nigel Warburton, que acaba de publicar Galaxia Gutenberg / Círculo de Lectores con traducción de Aleix Montoto.

Con ese tono directo y cercano, entre un tábano clásico que llamamos Sócrates, cuyas palabras puso por escrito Platón, y un tábano contemporáneo –el australiano Peter Singer- discurre esta pequeña historia de la filosofía, un libro que enseña y divierte según el precepto horaciano.

Y con esa perspectiva se aborda un recorrido por la tradición del pensamiento occidental en cuarenta capítulos tan bien trabados entre sí que al final de cada capítulo se conecta a cada filósofo con el siguiente para trazar la línea continua de la tradición como una sucesión coherente de sistemas filosóficos.

De la verdadera felicidad que describió Aristóteles en su Ética a Nicómaco al jardín de Epicuro y a la resistencia inmutable del estoico y a la consolación de Boecio desde su celda de condenado a muerte.

De la isla perfecta de Tomás de Aquino al Leviatán de Hobbes; de la vida como sueño de Descartes a la mirada sombría de Pascal; de Spinoza, pulidor de lentes en Amsterdam, al elefante en la habitación de Berkeley el idealista; de la razón suficiente de Leibniz al escepticismo de Hume y su negación del argumento del diseño.

De Rousseau, el viajero ilustrado de buen corazón, al sedentario Kant, que revolucionó el conocimiento del mundo y la filosofía moral sin salir de Könisberg; de Hegel, que sabía que el búho de Minerva sólo vuela en la oscuridad, a Schopenhauer, que decía que la filosofía de Hegel, que lo llamó odioso ignorante, era una sarta de tonterías; del optimismo victoriano de John Stuart Mill a las especulaciones angustiosas sobre la fe de Kierkegaard.

De la partida de defunción de Dios que firmó Nietzsche a la aversión religiosa de Freud y Bertrand Russell, que detestaban la religión como fuente de infelicidad; de la libertad angustiada de Sartre y Camus a un Wittgenstein hechizado por el lenguaje; del Holocausto y la naturaleza del mal vistos por Hannah Arendt a la inteligencia artificial, la Prueba de Turing y el controvertido Peter Singer.

Entre un tábano y otro, porque –concluye Nigel Warburton- la filosofía comenzó con preguntas incómodas y desafíos difíciles. Mientras haya filósofos tábanos como Singer a nuestro alrededor, hay muchas posibilidades de que el espíritu de Sócrates siga determinando su futuro.

Un libro bien escrito, con capacidad narrativa y profundidad de campo en la mirada, sin concesiones al tecnicismo escolástico, centrado en lo que importa y ajeno a la abstracción metafísica, a las logomaquias o a las sofisticaciones silogísticas.

Santos Domínguez

28/1/13

Faulkner. Ensayos & discursos


William Faulkner.
Ensayos & discursos.
Traducción, introducción y notas 
de David Sánchez Usanos.
Prólogo de James B. Meriwether.
Capitán Swing. Madrid, 2012

Walt Whitman dijo, entre pretenciosas e hipertrofiadas banalidades, que para tener grandes poetas también debe haber grandes audiencias. Si Walt Whitman se dio cuenta de esto debe de resultar universalmente obvio en estos días de radios que nos informan y de las llamadas revistas de alto copete que corrigen nuestra información; por no hablar del toque personal de los programas de lectura. Y aun así, ¿qué han hecho los periódicos y los programas para hacer de nosotros grandes audiencias o grandes escritores?, ¿han cogido estas sibilas al neófito delicadamente de la mano instruyéndole en los fundamentos del gusto? Ni siquiera han intentado inculcarle una reverencia por sus misterios (despojando así a la crítica incluso del valor emocional -¿y de qué otro modo vas a controlar al rebaño si no es mediante sus emociones?, ¿hubo alguna vez alguna multitud lógica?-). De modo que no hay tradición, no hay espíritu de equipo: todo lo que se necesita para ser admitido en las filas de la crítica es una máquina de escribir.

Con ese párrafo abría William Faulkner en 1925 su breve ensayo Sobre la crítica, uno de los ciento doce textos que publica Capitán Swing en el excelente Ensayos & discursos con traducción, introducción y notas de David Sánchez Usanos y prólogo de James B. Meriwether.

Ha pasado casi medio siglo desde la aparición de la edición original de Essays, speeches & public letters, una recopilación póstuma de la obra ensayística de Faulkner que se publicó en 1966, cuatro años después de la muerte del novelista.

A aquel volumen, inédito hasta ahora en español, se añadieron en una segunda edición –la que acaba de traducirse- casi cuarenta textos, en un espléndido y variado conjunto que completa la imagen múltiple y compleja de un autor imprescindible.

Discursos, Ensayos, Prólogos, Reseñas y Cartas públicas son las cinco secciones en las que se organiza cronológicamente un material, señala James B. Meriwether, “revelador de Faulkner, el artista y Faulkner, el hombre. Los textos al mostrarnos algo de lo que este escritor inmensamente dedicado, inmensamente complejo y profundamente hermético eligió revelar públicamente acerca de sí mismo durante las últimas cuatro décadas de su carrera nos permiten comprender, un poco mejor, al hombre y su obra.”

Sobre esa heterogeneidad insiste el traductor, David Sánchez Usanos en su texto introductorio, William Faulkner o cómo ganar una partida de dados:

A pesar de que esta colección presenta cierta diversidad formal (ensayos, discursos, cartas, reseñas literarias, críticas teatrales) y temática, hay algunos aspectos que aparecen de manera recurrente y que invitan a ofrecer algo parecido a un catálogo de los motivos de Faulkner.

Mississippi, El Sur, América, el oficio de escritor y el papel de la literatura son esos ejes temáticos que analiza Sánchez Usanos en una brillante introducción en la que destaca que estos y otros asuntos se encuentran siempre anudados por la experiencia literaria. La literatura se presenta como una estrategia orientada a la comprensión pero también a la supervivencia.

En su diversidad, son sin embargo escritos de madurez, porque la recopilación prescinde de los textos juveniles y recoge sobre todo los de la última fase de Faulkner, la posterior a la concesión del Nobel.

Discursos memorables como el que dirigió Al Consejo del Delta, que resume la actitud sureña ante la vida, o los que pronunció con motivo de la recepción de premios, como el muy conocido de recepción del Nobel en diciembre de 1950, que terminaba así: La voz del poeta no sólo tiene que ser el registro del hombre, puede ser uno de los puntales, de los pilares que le ayuden a resistir y prevalecer.

Junto con otros textos menores o de circunstancias, se recogen en el libro ensayos vertebrales en su obra, como Mississippi, un texto magistral de 1954 que podría ser una inmejorable introducción o un posfacio de sus novelas fundamentales. 

Pero hay más: el ensayo-relato autobiográfico Y ahora qué hacer, las autocríticas de Banderas en el polvo o Una fábula, o Sobre la privacidad -que aborda el sueño americano, un santuario en la tierra para el hombre individual.

Entre los prólogos, los mejores son sin duda los que escribió para sus propios libros -Santuario y El ruido y la furia- y la imprescindible introducción a su Antología de 1954.

La cuarta sección contiene algunas críticas teatrales y reseñas de libros, entre ellas una tan breve como certera de El viejo y el mar.

Cierra el volumen una abundante muestra de las cartas abiertas, a menudo polémicas, que Faulkner publicó en los periódicos sobre asuntos no siempre literarios y con frecuencia tan irónicas como la que dirigió el 8 de septiembre de 1950 al editor del Oxford Eagle, que le había situado entre los partidarios de la legalización de la cerveza. Terminaba con este párrafo:

En realidad, mi esfuerzo en las recientes elecciones sólo estaba relacionado con la cerveza de un modo secundario. Estaba haciendo una protesta. Me opongo a cualquiera que haga declaraciones públicas que cualquier niño de cuarto grado puede refutar con un lápiz y un papel. Me opongo más aún a un cura que insulta tanto la inteligencia de su audiencia como para suponer que puede realizar cualquier afirmación, sin importar su falsedad, y que por respeto a su hábito, ninguno de ellos intentará o se atreverá a comprobarlo. Pero por encima de todo –y esos ministros de sectas que no son autónomos, que tienen sínodos y juntas de obispos, o de otros organismos con autoridad y contro sobre ellos, deberían dedicar algún pensamiento a esto-, me opongo a los ministros de Dios que violan los cánones y la ética de su sagrada y santa vocación al usar, sea abiertamente o bajo cuerda, el peso y el poder de su oficio para influir en unas elecciones civiles.

Las espléndidas páginas de estos Ensayos & discursos confirman la importancia de estos textos en el conjunto de la obra de Faulkner. En ellos aparece el escritor que habla de su oficio y el ciudadano que analiza el racismo, el lector y el conferenciante, el artista que reflexiona sobre la literatura y el hombre que avisa en 1936 en una nota en el periódico local de que no se va a hacer cargo de las deudas, facturas, recibos o cheques de su mujer.

Santos Domínguez

27/1/13

Galdós. Viajes de un desmemoriado




Benito Pérez Galdós.
Viajes de un desmemoriado.
Prólogo de Germán Gullón.
Ediciones Evohé. Madrid, 2012.

En su colección El periscopio, dedicada a los libros de viaje, Ediciones Evohé publica una selección de textos viajeros de Pérez Galdós.

Prologados por Germán Gullón, se recogen en este volumen sus Viajes por España, las Memorias de un desmemoriado, los Viajes por Europa –Portugal, Italia, Inglaterra-, además de un apéndice con las cartas de Galdós a Clarín.

Santillana del Mar, El Toboso, Lisboa, Verona, la costa napolitana, Roma, Edimburgo o la casa de Shakespeare son algunos de los lugares en los que se detiene un Galdós que se describe a sí mismo como un “peregrino infatigable.”

Es una buena manera de comprobar lo que dice Germán Gullón en el prólogo: que “la literatura de viajes de Galdós no ha sido tratada con el cuidado que se merece, y este libro sale con la intención de rescatar textos importantes. Los viajes aquí contados vienen a constatar que, a diferencia de la fama que le atribuye la ignorancia, fue un escritor cosmopolita.”

Porque la mirada del Galdós viajero que escribe estos textos no es la visión rápida y superficial del turista, sino la del escritor a tiempo completo que extrae de sus experiencias itinerantes un material que tiene valor en sí mismo por su maestría en las descripciones, pero que incide además en las zonas más conocidas de su obra novelística.

Santos Domínguez

26/1/13

Ana Puértolas. Paris-Saigón



Ana Puértolas.
Paris-Saigón.
Pasos perdidos. Madrid, 2012.

En Paris-Saigón, que publica Pasos perdidos, Ana Puértolas, que fue durante años encargada de la sección de Viajes del periódico El País y directora de la revista Viajar, narra un viaje de miles de kilómetros con doce escalas insospechadas entre París y Saigón.

Es un largo viaje que dura cuarenta años, desde el París de 1965 al Saigón de 2005 y que, como señala Ana Puértolas, resume “la historia de una ruta marcada tanto por el azar como por el deseo.”

Un recorrido imprevisible por ciudades y paisajes ligados a la experiencia, a la literatura y a los sentimientos de la viajera, desde los veinte años que tenía la joven que se escapa un verano a París y se deslumbra ante la libertad  y ante la vida, y el Saigón de 2005, al que llega la autora “manteniéndome a flote como la ciudad, mudable y testaruda.”

Lima bajo el toque de queda, la llovizna y la brutalidad militar, la Jerusalén ocupada por Israel, Alepo como cruce de caminos y culturas, las pirámides y los templos mayas de Tikal... son las primeras etapas de un itinerario prolongado a lo largo de cuatro décadas en las que la viajera se transforma más que el mundo, y su forma de mirar –tan intensa en Ana Puértolas, tan llena de vida, de emociones y de ideología- cambia más que lo que mira.

Santos Domínguez

25/1/13

Gabriel Ferrater. Noticias de libros



Gabriel Ferrater.
Noticias de libros.
Prólogo de Javier Aparicio Maydeu.
Península. Barcelona, 2012.


Leer para la posteridad titula Javier Aparicio Maydeu el prólogo de Noticias de libros, el volumen que recopila los informes de lectura que Gabriel Ferrater redactó como lector profesional en los años sesenta y comienzos de los setenta para Seix Barral y para la hamburguesa Rowohlt Verlag.

Escritos para un limitado uso privado, originariamente en catalán, inglés y alemán, los publica Península en su coleccióm Imprescindibles y como señala Aparicio Maydeu son “un tácito homenaje a la labor de los moluscos bivalvos, lamelibranquios o pelecípodos filtradores que sobreviven pasando por su cedazos las interminables y no siempre impolutas aguas del océano editorial, también vulgarmente denominados lectores profesionales, críticos, informadores editoriales, scouts, agentes literarios, editores, prescriptores-que-sí-han-leído-lo-que-prescriben (a diferencia de los prosélitos del prescriptor Pierre Bayard en su peligrosa boutade ¿Cómo hablar de los libros que no se han leído?

Además de un escritor excepcional, Gabriel Ferrater fue un conocedor privilegiado de la cultura europea y de los entresijos editoriales, lo que le permite abordar en sus valoraciones obras de muy diverso signo y contenido, desde el ensayo hasta la narrativa.

El rigor y la lucidez del lector plural que fue Ferrater recorren estas Noticias de libros agrupadas en tres secciones  (Primeros informes para Seix Barral, Papeles de Hamburgo y Últimos informes para Seix Barral) y organizadas alfabéticamente por autores desde Erich Auerbach (Lenguaje literario y público en la Baja latinidad y la Edad Media) –“una obra maestra”- hasta In the American Grain, de William Carlos Williams –“un libro deslumbrante.”

Y entre esos informes, con más libertad que nunca, porque estos textos circulaban solo en el ámbito privado de la editorial, la dureza tajante en el juicio -situado casi siempre en la frase inicial- de The Crossing, de Alan Albert –“muy, muy flojo”-, de Gestes, de Severo Sarduy -“el típico libro inmaduro de un principiante digno de estímulo”-, la descalificación del Paralelo 40 de Castillo Puche – “un libro pésimo”-, el elogio parcial -“una primera parte admirable”- de El siglo de las luces de Carpentier, la apología limitada de una novela de David Lodge –“qué libro tan inglés”- o la celebración sin reservas de The gift de Nabokov –“una obra mayor.”

Además, una variada serie de rechazos de libros olvidables –omito piadosamente los títulos-, justificados así: “una inocentada de divulgación sociológica”, “basura, basura, y además basura invendible”, “un libro bobo y sin sentido”, “infantil”, “no le encuentro a este libro ni pies ni cabeza.”

Los doscientos veinticinco informes de lectura, más alguna carta memorable como la que dirige a Jaime Salinas con un informe amplio sobre la obra narrativa de Dashiell Hammett, componen un libro que “no es únicamente un volumen que completa la publicación de las obras completas del genial Ferrater” –las palabras son otra vez de Javier Aparicio Maydeu, otro lector global-, sino un reflejo de su mundo intelectual y su capacidad crítica: "Que este volumen salvaguarde la memoria de su magnífica labor de lector profesional, y que el ejemplo de su competencia inspire e impulse a muchos otros lectores enseñados que dan noticia del libro antes de que el libro sea noticia, para bien de eso que se ha dado en llamar cultura, y que nada tiene ni tendrá nunca que ver con la mera información. Así sea."

Santos Domínguez


24/1/13

Cocteau. El cordón umbilical


Jean Cocteau.
El cordón umbilical.
Prólogo y notas de Alfredo Taján.
Traducción de Antonio Álvarez.
Colección Hispaniola.
Editorial Confluencias. Almería, 2012.

En coedición con el Instituto Municipal del Libro del Ayuntamiento de Málaga, la Editorial Confluencias publica en la colección Hispaniola El cordón umbilical, el diario inédito que Jean Cocteau escribió en 1961 en Marbella, “donde los agricultores descubren mosaicos y ciudades romanas a orillas del mar.”

Enmarcado, como un libro renacentista, entre tres sonetos que lo abren como un frontispicio y otros tres sonetos epilogales, El cordón umbilical contiene un abundante material gráfico que resume el universo estético y vital de un artista integral y polifacético como Jean Cocteau (Maisons Lafitte 1889 – Milly-la-Forêt 1963), del que escribe Alfredo Taján en su prólogo (El cordón umbilical, un diario agónico)

“Él mismo se definió: soy la mentira que dice siempre la verdad. El trabajo fue el verdadero opio de Jean Cocteau, y su secreto artístico, pesado y grave, continúa dormitando en una recámara de difícil acceso. Injustamente acusado de diletante, detrás del cínico poseur se percibe el semblante sufriente de un poeta trágico cuyo arte poliédrico está conectado con la misma esencia.”

En estas notas, un Cocteau maduro y casi último reflexiona sobre la poesía como revelación (lo mejor de nosotros procede de una noche profunda de la que solo somos intermediarios), sobre la creatividad de su trayectoria artística en el cine, el teatro, la poesía o la pintura, sobre el cordón umbilical que nos ata a las criaturas de nuestra obra, a unos personajes que son héroes de la sombra, sobre lo español -En España lo excepcional es algo común- y el flamenco como manifestación de la anticursilería, sobre el sueño como extraordinario estiércol del alma, sobre Picasso, Jean Marais, Genet, sobre Al Brown -un boxeador tan extraño al mundo de las Letras, que casi pertenece a la creación lírica- o sobre las tablas flamencas que pintó para su amiga Ana de Pombo.

En uno de estos textos Cocteau resumía su trayectoria en estas palabras que definen su proyecto estético, una suma de ambición y esfuerzo: 

No tengo inconveniente en confiarles mi secreto: soy un obrero, un artesano que, lo confieso, se consagra intensamente y no se contenta con poca cosa.

Santos Domínguez


23/1/13

Los penúltimos días de H. A. Murena


H. A. Murena.
Los penúltimos días.
Pre-Textos. Valencia, 2012.


Con decisión de criminal y con íntima voluntad de santo. Así se escriben los verdaderos diarios, según explicaba H. A. Murena (Buenos Aires, 1923-1975)  en la primera frase de Los penúltimos días, el diario que fue publicando en la revista Sur desde mayo de 1949 hasta abril de 1950 y que acaba de editar Pre-Textos.

Era el comienzo de la trayectoria literaria tan intensa como solitaria, tan dilatada como desconocida de un autor plural y lúcido que escribió ensayo, novela, teatro y poesía.

Orientados más al análisis de lo público que a la confesión intimista, Los penúltimos días reflejan la amplitud de los intereses culturales y los enfoques de Murena y su capacidad de análisis: las lecturas y las películas, la educación y la arquitectura, la humedad de Buenos Aires, sus olores y las palmeras de sus plazas, la economía y la política,  la pintura y la música, Eliot, Ayala, Borges y Girri, Baudelaire y Shakespeare, Bach y Gardel, Mozart y Prokófiev...

Nada parece quedar fuera de la aguda mirada analítica de Murena, que llega a conclusiones como esta: La calefacción es un estado espiritual. Y lo razona y lo demuestra con inteligencia y buena prosa, dos constantes que unen el material aparentemente disperso y heterogéneo de estos diarios.

Una mirada que tiene algo de precursora cuando analiza la crisis económica en la Argentina de 1949. Anotaba esto el 6 de abril:

Incesantemente se habla de la situación económica nacional. Los oficialistas quizás desearían, en verdad, ser parcos, pero tienen que responder a las acusaciones de los opositores que, con singular espontaneidad, hablan por todos. Los opositores viven en el delirio de las cifras lúgubres y en el entusismo por las catástrofes inminentes. La razón de su alegría es la esperanza de que el caos económico provoque la caída del gobierno. Pero hay que desechar esos engaños perniciosos; un mal para el país no es nunca más que un mal para el país, y los primeros en padecerlo son siempre los habitantes. Además, los partidos que llegan al extremo de regocijarse con la ruina del todo con tal de que así se impongan sus partes de razón empiezan inevitablemente a despedir un olor harto sospechoso.

Suena a familiar y reciente, ¿verdad?

Santos Domínguez

22/1/13

Una extraña historia al este del río


Nagai Kafu.
Una extraña historia al este del río.
Introducción de Carlos Rubio.
Traducción de Rumi Sato.
Satori. Gijón 2012.

Como el más libertino de los escritores japoneses y el mejor escritor de los libertinos japoneses cataloga Carlos Rubio a Nagai Kafu (Tokio, 1879-1959) al comienzo de su espléndida introducción a Una extraña historia al este del río, el libro que acaba de publicar la editorial Satori en su colección Maestros de la literatura japonesa.

Kafu es un maestro indiscutible, aunque prácticamente desconocido en español hasta la traducción que ha preparado Rumi Sato de las dos novelas que contiene este volumen: además de la más breve, casi una novela corta de 1937 que da título a la edición, la anterior Durante las lluvias, de 1931.

Dos novelas de madurez que incorporan abundantes materiales autobiográficos de un autor al que Carlos Rubio, el mejor conocedor de la literatura japonesa en el ámbito de la lengua española, sitúa “un peldaño más arriba de la categoría de maestro, la de genio” que además se convirtió en “el primer escritor japonés en aportar una dimensión universal a su obra.

Durante las lluvias y Una extraña historia al este del río son dos novelas ambientadas en el Japón urbano anterior a la segunda guerra mundial. Dos historias que resumen el mundo literario y vital de Nagai Kafu, que forma parte de la tradición voluptuosa y erótica de la literatura japonesa y gira en torno a dos centros de interés que se cruzan constantemente en su narrativa: la literatura y las mujeres.

La sensualidad y el decadentismo, el lirismo y la melancolía son componentes esenciales en la vida y la obra de Kafu, un novelista capaz de integrar en su literatura a Confucio y a Maupassant, la tradición oriental y la modernidad europea, lo viejo y lo nuevo, lo local y lo universal.

Lo más importante es que esa integración de visiones y mundos aparentemente contradictorios da lugar en estas novelas de Nagai Kafu a una nueva síntesis que genera un mundo personal e inconfundible tratado por una mirada crepuscular que describe los mundos cerrados de las geishas, las camareras y las prostitutas de los barrios bajos de Tokio y resuelve con finales abiertos unas narraciones marcadas por la influencia coexistente y chocante de los clásicos chinos, de Zola y de Baudelaire.

Pero por encima de todas estas consideraciones, el lector se encontrará con una sorprendente e inolvidable mezcla –otra más- de sordidez y delicadeza, de emoción e inteligencia en estas dos historias absolutamente recomendables que no debería perderse el lector curioso y sensible. No le defraudarán.

Santos Domínguez

21/1/13

Julio Camba. Londres

Julio Camba.
Londres.
Prólogo de Francisco Fuster García.
Reino de Cordelia. Madrid, 2012.

En su Novela de un literato, Rafael Cansinos Assens describía a Julio Camba como un feroz anarquista que “odiaba a los burgueses, pero amaba la buena vida burguesa, los bistecs gordos y las mujeres finas.”

No parece que Camba encontrase muchos filetes gordos ni muchas mujeres finas en el año largo que estuvo en Londres escribiendo artículos y crónicas para un periódico de Madrid. Estaba recién llegado de un París muy distinto cuando se instaló en Londres -“donde la gente no se ríe nunca”- desde finales de 1910 hasta enero de 1912.

Después de Playas, ciudades y montañas, Reino de Cordelia publica, también con prólogo de Francisco Fuster García, Londres, una espléndida antología de aquellos textos periodísticos con los que Camba se ganaba la vida como corresponsal indolente y brillante.

Es una reunión de textos que sin embargo genera un volumen coherente no solo por la referencia común al espacio urbano londinense, sino por la homogeneidad del tono con que están escritos estos artículos, que se recogieron en forma de libro en 1916.

Desde la entrada en Inglaterra por la aduana de Newhaven, se van sucediendo estampas con guardias ingleses, sobrehumanos, impasibles e impermeables en una ciudad que con sol es absurda e inexplicable; referencias a la comida de unos ciudadanos que comen de pie y se bañan a diario porque viven en un país sucio y sepultado bajo la niebla.

La lucha con el idioma, las mujeres feas, la psicología de la blasfemia, la visión de los ingleses como animales tranquilos que admiran las ruinas, una fantasía sobre las patatas a propósito de la monotonía unánime de la comida inglesa –si no tienen imaginación en la cabeza, ¿cómo van a tenerla en el estómago?- son algunos de los temas en los que brillan el ingenio y la prosa del mejor Camba, el articulista genial al que le sirve cualquier asunto para trazar una estampa londinense.

El negocio y el deporte, el gin y las tabernas, los barberos ingleses, los oradores de Marble Arch, las costumbres, la moral inglesa y sus virtudes húmedas y frías y el carácter de los londinenses, indiferentes o suicidas, los clubes de mujeres solas, el pudding navideño o el público de los teatros.

Camba luchaba con humor y buena prosa con aquella ciudad donde todo le es hostil al español: el idioma, las comidas, las costumbres. Pero de aquella hostilidad ambiental aquel dormilón en Londres extrajo el material del que se nutren algunas de sus mejores páginas.
Santos Domínguez

20/1/13

El palacio de Liria

Varios autores.
El palacio de Liria.
Atalanta. Gerona, 2012.

El Palacio de Liria es, después del Palacio Real, el edificio particular de Madrid más importante del siglo XVIII, escribe Jacobo Siruela en el prólogo del volumen sobre el palacio de Liria que publica Atalanta.

Por sorprendente que pueda parecer, es la primera vez que se publica un libro sobre el palacio. La arquitectura, el jardín, los cuadros y los tapices, los libros y los manuscritos se abordan por distintos especialistas en siete capítulos apoyados en un espléndido material gráfico.

Tras el apartado inicial, en el que Jacobo Siruela relata la historia de la casa de Alba desde el siglo xv, Carlos Sambricio, experto en la arquitectura española de la Ilustración, firma el apartado dedicado al diseño, la importancia y la singularidad del edificio, del que William Beckford decía en 1787, dos años después de su construcción, que  era el más espléndido de Madrid.

Mónica Luengo, estudiosa de la historia y la restauración de jardines, realiza aquí la primera investigación histórica del jardín del palacio desde su trazado dieciochesco hasta la remodelación de Forestier en 1916.

De la pinacoteca de Liria, con una notable colección de cuadros y tapices de las escuelas italiana, flamenca y española –Fray Angélico, Tiziano, Rembrandt, Rubens, Brueghel, Ribera, Murillo, Velázquez o Goya–, resultado de tres siglos de coleccionismo aristocrático, se encarga Fernando Checa Cremades.

José Manuel Calderón, bibliotecario del palacio, escribe una nota sobre los fondos documentales de la biblioteca –con una Biblia miniada del siglo xv- y el archivo, donde se conservan expuestos en una vitrina los diarios de a bordo de Cristóbal Colón o el testamento autógrafo de Felipe II.

Finalmente, tras un texto de José-Francisco Yvars sobre la memoria y la evolución de la colección familiar, cierra el volumen un reportaje fotográfico de Javier Salas, con un recorrido visual que permite apreciar los cuadros en su distribución actual por los salones del palacio de Liria, un pozo inagotable –señala Jacobo Siruela- de historia y cultura.
Santos Domínguez

19/1/13

Muñoz Molina. El atrevimiento de mirar

Antonio Muñoz Molina.
El atrevimiento de mirar.
Galaxia Gutenberg / Círculo de Lectores.
Barcelona, 2012.

En El atrevimiento de mirar, que publica Galaxia Gutenberg / Círculo de Lectores, Antonio Muñoz Molina reúne nueve ensayos sobre arte y artistas. Una recopilación de textos de conferencias o de catálogos de exposiciones que toma su título de la valentía de la mirada profética de Goya sobre los Desastres de la guerra o los Fusilamientos de la Moncloa el tres de mayo.

Pero ese atrevimiento, en el que se unen ética y estética, conciencia y percepción, resume también la actitud de Muñoz Molina ante el arte, su mirada al mundo a través de la ventana de la pintura:

Creo que fue de Baudelaire y de Marcel Proust de quienes empecé aprendiendo a escribir sobre arte, intentando usar las palabras como una lente de aumento para mirar mejor lo que se tiene delante de los ojos, en los cuadros y también en la realidad.

Y el título adquiere finalmente un tercer sentido cuando se convierte en una invitación al lector para que se atreva a mirar la vida y a entenderla más profundamente a través del arte: el enigma de la vida y los personajes ensimismados bajo la luz irrepetible de Georges de La Tour, la hondura del retrato goyesco de Jovellanos, las ventanas del presunto realista que fue Hopper, una teoría del verano de 1923 a propósito del Arlequín con espejo y La flauta de Pan de Picasso, la vocación de Juan Genovés, el retrato y la sombra de Christian Schad, la presencia del tiempo en las fotografías de Nicholas Nixon o el inédito sobre las criaturas animales y humanas en la pintura de Miguel Macaya.

La mirada del espectador se superpone así a la mirada del artista de la misma manera que el viaje de ida que lleva de la vida a la literatura se convierte en este libro en un viaje de vuelta desde la pintura a la vida.
Santos Domínguez

18/1/13

Sánchez Robayna. El espejo de tinta



Andrés Sánchez Robayna.
El espejo de tinta
(Antología 1970-2010).
Edición de José Francisco Ruiz Casanova.
Cátedra Letras Hispánicas. Madrid, 2012.

Entre el inicial Día de aire (1970) y La sombra y la apariencia, de 2010, El espejo de tinta reúne una amplia muestra de la obra poética de Andrés Sánchez Robayna.

Amplia y, como es lógico, desequilibrada, porque frente al único poema que se antologa del primer libro, se recogen casi veinticinco textos del último. Un desequilibrio obligado y hasta deseable, porque el mundo del poeta se reconoce en sus poemas más recientes y solo un mal lector puede esperar una representación equilibrada de una trayectoria que en el caso de Sánchez Robayna se extiende ya durante cuatro décadas en las que mantiene un constante y difícil equilibrio entre la reflexión y la creación, entre la anécdota y su lectura transcendente, entre el espacio y el tiempo como ámbitos del texto.

La excelente antología que ha preparado y prologado ejemplarmente José Francisco Ruiz Casanova en Cátedra Letras Hispánicas se completa con un apéndice que recoge una selección de Notas de poética extraídas de los diarios de un autor que concibe la poesía como aventura, como reencuentro con una verdad perdida, como reconocimiento de una ignorancia.

Porque la poesía, como la música en la Variación sobre Bach-Siloti, nos ayuda a vivir / y también a morir.
Santos Domínguez

17/1/13

George MacDonald. Cuentos de hadas

George MacDonald.
Cuentos de hadas.
Traducción de Ana Becciú.
Prólogo de Javier Martín Lalanda.
Atalanta Ars brevis. Gerona, 2012.
   
Uno de los escritores más relevantes del siglo diecinueve, dijo W. H. Auden del escocés George MacDonald (1824-1905).

Auden es uno más de una larga lista de escritores que expresaron su admiración por los cuentos de MacDonald sobre mundos invisibles y seres mitológicos. Fue amigo de Lewis Carroll, que lo fotografió y siguió sus consejos para publicar Alicia en el país de las maravillas, y su influencia fue decisiva en Chesterton y Tolkien.

Con traducción de Ana Becciú, prólogo de Javier Martín Lalanda –Los sueños y el otro lado- y las ilustraciones originales de Arthur Hughes, Atalanta edita una antología de ocho de sus Cuentos de hadas, precedidos de un breve ensayo sobre la imaginación fantástica. Entre ellos La llave de oro, quizá su relato más conocido, en el que se cruzan las líneas de la literatura fantástica y las claves esotéricas y telúricas de las tradiciones celtas.

La imaginación victoriana y visionaria de George MacDonald utilizó las leyendas tradicionales escocesas para elaborar cuentos infantiles que evitan la moraleja y el aleccionamiento y son el cauce expresivo de quien se veía a sí mismo como poeta y vidente, como heredero de los bardos.
Santos Domínguez

16/1/13

Jon Lee Anderson. Crónicas de África


Jon Lee Anderson.
La herencia colonial y otras maldiciones.
Crónicas de África.
Traducción de María Tabuyo y Agustín López.
Sexto Piso. Barcelona, 2012.


En el volumen La herencia colonial y otras maldiciones, que publica Sexto Piso con traducción de María Tabuyo y Agustín López, se recogen varias crónicas del reportero Jon Lee Anderson que tienen como tema el continente africano. Irremediablemente nos vienen a la memoria los escritos de Kapuściński sobre África, como los recogidos en Ébano, o en El Emperador, donde retrataba al inefable Haile Selassie, emperador de Etiopía, como hace Anderson en sus reportajes, dejando hablar (en muchos casos desde el anonimato) a quienes le trataron y conocieron.

Anderson, un corresponsal prestigioso del respetado semanario New Yorker, es recibido por jefes de estado africanos, y mientras se acerca al lugar de la entrevista observa y recoge opiniones para que nos vayamos haciendo una idea cabal del personaje. Los relatos escogidos para este volumen van desde su encuentro en 1998 con el hoy condenado Charles Taylor, presidente de Liberia, hasta su asistencia al convulso nacimiento de Sudán del Sur hace sólo unos meses, pasando por las brutales crónicas de la Guerra de Libia y la captura y despiadado asesinato de Gadafi.

Se trata por tanto de una visión de África lejos ya de la turbulenta y esperanzadora descolonización, y también más allá de los decepcionantes años que vieron cómo los héroes que trajeron la independencia se transformaron en tiranos depravados, corruptos y pendencieros, que apoyándose primero en cualquiera de los bandos de la Guerra Fría y después en intereses económicos o estratégicos, han conseguido mantenerse durante décadas en el poder; como Gadafi hasta hace poco, o como Robert Mugabe y Teodoro Obiang hasta cuando Dios o el Consejo de Seguridad de la ONU quieran.

Los viejos actores del colonialismo (las antiguas potencias imperiales europeas, Estados Unidos, la Unión Soviética) o han desaparecido o luchan por mantener sus posiciones frente a los nuevos colonialismos: en varias de las crónicas aparece (lástima que sólo de fondo) la novedosa y ya abrumadora presencia china en busca de tierras de labor, minerales y el petróleo “viejo” de Libia y Nigeria, o el más nuevo de Angola o Guinea Ecuatorial.

El balance de las crónicas es variado, yendo desde la esperanzadora presencia de la presidenta Johnson Sirleaf en la destrozada Liberia, hasta las alucinadas majaderías protagonizadas por Gadafi, pasando por los más discretos pero muy turbios dirigentes de Angola o Somalia.

El estilo de Anderson, sobrio y equilibrado, presentando los testimonios y absteniéndose de emitir juicios personales (aunque la verdad, describiendo a personajes como Gadafi, Mugabe o los granujas que gobiernan Sudán parece insufrible no manifestar opiniones particulares) resulta muy adecuado para los asuntos tratados. Con todo, los acontecimientos africanos son, en ocasiones, tan sorprendentes, que los retratos de tiranos como Gadafi o Taylor, incluso tratados de forma tan comedida, se transforman en caricaturas.

Conrad, Greene,  Kapuściński, Coetzee, Vargas Llosa o Anderson juegan con ventaja: la historia de África es desdichada, pero por desgracia, nada aburrida.

Jesús Tapia

15/1/13

El hombre tranquilo

Maurice Walsh.
El hombre tranquilo.
Prólogo de Javier Reverte.
Traducción de Susana Carral.
Reino de Cordelia. Madrid, 2012.

A los sesenta años del estreno en 1952 de El hombre tranquilo, la memorable película dirigida por John Ford, Reino de Cordelia edita un volumen con cinco relatos del irlandés Maurice Walsh. El hombre tranquilo, que se publicó en una revista en 1933, es la narración central de ese conjunto (Green Rushes) traducido por Susana Carral y prologado por Javier Reverte.

Es la primera vez que se edita en España el relato protagonizado por el boxeador Paddy Bawn, que vuelve a Kerry para acabar sus días en un lugar pequeño y tranquilo sobre alguna ladera, y que ya siempre tendrá la cara de John Wayne, y la joven irlandesa Ellen Roe, que ya siempre será la pelirroja Maureen O’Hara.

La película de Ford, todo un clásico del cine, tuvo un enorme éxito, que fue la confirmación del interés que había generado la narración original veinte años antes, cuando se publicó en The Saturday Evening Post. Lo recuerda así Javier Reverte en su introducción:

La historia impresionó a muchos miles de lectores en América, entre ellos a un director llamado John Ford, que dio a Walsh en 1936 un adelanto simbólico de diez dólares mientras intentaba captar el dinero suficiente que le permitiera llevar el relato al celuloide: tardaría quince años en conseguirlo.
Santos Domínguez

14/1/13

Gibbon. Decadencia y caída del Imperio romano II




Edward Gibbon.
Decadencia y caída del Imperio romano.
Volumen II.
Traducción de José Sánchez de León.
Atalanta. Gerona, 2012.

Como una populosa novela leía Borges la Decadencia y caída del Imperio romano, de Edward Gibbon, el padre de la historiografía moderna que publicó este monumento imperecedero en seis volúmenes entre 1776 y 1778.

La investigación y la inteligencia, la sutileza y el rigor se dan cita en las numerosas páginas de este clásico que Gibbon dedicó a analizar quince siglos que culminaron con la caída de Constantinopla en 1453. La asombrosa capacidad narrativa de aquel deísta ilustrado, dueño de una prosa depurada y exacta, se concentra en los siglos finales de la Edad Antigua y en una Edad Media que acaba cuando cae el Imperio oriental.

En Gibbon la historia es maestra del presente, porque su historia antigua rastrea las raíces de Europa. Unas raíces que fueron creciendo en los quince siglos que abarca su estudio, proyectado en un espacio igual de ambicioso que el tiempo del relato: desde Siberia al Nilo, desde China hasta Gibraltar, Gibbon construye el puente que comunica la antigüedad con la modernidad.

Cuando escribió esta obra ciclópea se atisbaba la cercanía de un cambio histórico crucial: faltaban diez años para la Revolución de 1789, que pondría el punto final a aquella Edad Moderna que había surgido de las ruinas del Imperio romano.

Atalanta acaba de completar la edición de este texto fundamental con el segundo tomo – desde el origen, progreso y efectos de la vida monástica hasta una perspectiva de las ruinas de Roma en el siglo XV- de la nueva traducción de José Sánchez de León, de la que ya apareció el primer tomo en el primer semestre del año. 

Monjes y bárbaros, el rey Arturo y las cruzadas, Constantinopla y Belisario, Justiniano y Carlomagno, Mahoma y la biblioteca de Alejandría, las controversias religiosas y la milagrería, Juan Cantacuceno y el imperio otomano.

Son algunos de los personajes y las tramas de esta populosa novela que culmina con la coronación poética de Petrarca y una perspectiva de las ruinas de Roma desde la colina del Capitolio den el siglo XV. Por su ironía y su lucidez, su capacidad evocadora y su mirada crítica sobre el fanatismo religioso y los excesos del poder, este segundo tomo, centrado en la época medieval, es aún mejor que el primero.

Santos Domínguez

13/1/13

El invierno del mosquetero



Javier La Orden Trimollet.
El invierno del mosquetero.
Literatura Rey Lear. Madrid, 2012.

Como la cuarta y última parte de Los tres mosqueteros se define en el subtítulo El invierno del mosquetero, que publica Rey Lear, una novela histórica repleta de aventuras, acción e imaginación con la que Javier La Orden traslada a España al superviviente Aramis tras la muerte de Athos, Porthos y D’Artagnan en la tercera parte de la serie de Dumas.

Octogenario y con la salud recuperada, un Aramis ennoblecido con el título de duque de Alameda es asesor en Madrid del rey Carlos II en asuntos franceses frente a Luis XIV. La irrupción del conde D’Herstel, hijo ilegítimo de D’Artagnan, lo convertirá en el brazo armado del anciano mosquetero en una novela que asimila el pulso narrativo de Dumas y su capacidad para entretener y sorprender al lector.

Esta es la primera novela del autor, pero la soltura y el bien logrado tono de la narración no pueden extrañar si se sabe que Javier La Orden tradujo las tres novelas del ciclo de los mosqueteros en la que seguramente es la mejor edición en español, la de Cátedra AVREA, para la que escribió también un estudio imprescindible que está en la base de esta nueva aventura que podría haber firmado Dumas. Al fin y al cabo no hubiera sido la primera vez.

Santos Domínguez

12/1/13

Sofia Fedórchenko. El pueblo en la guerra



Sofia Fedórchenko.
El pueblo en la guerra.
Testimonios de soldados en el frente 
de la Primera Guerra Mundial.
Introducción de Elias Canetti.
Prólogo de Jaime Fernández Martín.
Traducción del ruso de Olga Korobenko.
Hermida Editores. Madrid, 2012.

Para inaugurar su colección El jardín de Epicuro, Hermida Editores publica un libro excepcional, El pueblo en la guerra, de Sofia Fedórchenko, una enfermera que recopiló los testimonios orales de los soldados rusos heridos en 1915 y 1916 en el frente oriental de Prusia durante la Primera Guerra Mundial.

En uno de los apuntes de El corazón secreto del reloj, en un texto que se recupera en esta edición como nota introductoria, Elias Canetti habla de este libro, que le había acompañado durante  cincuenta y tres años, en estos términos:  “Todo es de una gran verdad y suena como la mejor literatura rusa que uno ama, y quizá esa literatura sea tan buena porque en ella se habla como lo hacen esos soldados heridos, la mayoría de los cuales son analfabetos.”

Ha tenido que pasar casi un siglo para que se traduzca por primera vez al castellano este conjunto de testimonios que tienen la fuerza oral de quienes habían sufrido la experiencia límite de la guerra y dejan en el lector una huella tan indeleble como la que reconocieron Gorki, Thomas Mann y el mismo Canetti, que valoraba este libro como "la imagen de la Primera Guerra Mundial más fiel y verdadera que conozco, no escrita por un escritor, sino hablada por personas que, sin sospecharlo, son todos escritores."

Sofia Fedórchenko recopiló esta suma de horrores, que fue anotando al vuelo, con minuciosa observación y sobrecogimiento como estenogramas, y construyó con ellos un coro de fragmentos rápidos que ganan así en intensidad y fuerza expresiva. Se publicó por primera vez en Kiev en 1917 con el subtítulo Apuntes tomados en el frente.

Ignoro si en ruso existe el mismo matiz que diferencia en español El pueblo en guerra de El pueblo en la guerra, pero ese matiz diferencial es decisivo para entender la perspectiva de los soldados heridos que hablan en esta obra y reflejan la crueldad y los desastres de la guerra, porque no formaban parte de un pueblo en guerra, sino de un pueblo llevado a la fuerza a la guerra.

Aquellos ocho millones de soldados eran campesinos y obreros de la Rusia zarista, mandados por terratenientes feudales que los utilizaban como a los siervos de la Edad Media.

La ropa que llevamos es del zar, / pero el pellejo es nuestro, cantaban aquellos soldados que sabían que no eran suyas ni la causa patriótica, ni la disciplina ni la ropa que llevaban; solo la carne de cañón, frágil y dolorosa, expuesta al fuego de la artillería alemana y de unos fusiles poderosos como cañones, a las enfermedades y a las bayonetas de la infantería en la lucha cuerpo a cuerpo.

Pero no les faltaba la lucidez necesaria para expresarse así, como portavoces de los soldados de cualquier guerra: ¿El porqué de la guerra?... Los mercaderes han hecho un mal negocio y nos hacen pringar a nosotros...

Santos Domínguez
 

11/1/13

Dionisio Ridruejo. Casi unas memorias



Dionisio Ridruejo.
Casi unas memorias.
Edición al cuidado de Jordi Amat.
Península. Barcelona, 2012.

Península reedita la versión definitiva que se publicó en 2007 de Casi unas memorias, de Dionisio Ridruejo. Preparada por Jordi Amat, añadía nuevos capítulos, los recuerdos de la infancia, inéditos hasta entonces, a una recopilación de textos fundamentales para conocer la trayectoria literaria y la evolución ideológica de aquel falangista de la primera hora.

Aunque lo tenía en proyecto y contratado con Planeta, Ridruejo no dejó preparado este libro a su muerte en junio de 1975. La de Jordi Amat es una reconstrucción parcial y verosímil, a partir de una serie de materiales autobiográficos coherentes, de lo que hubieran podido ser las memorias de Ridruejo.

Unas casi memorias que se centran en los años decisivos de su formación literaria, de su actividad política en los servicios de propaganda de Salamanca y Burgos y de su disidencia y su destierro.

Estas casi memorias públicas y políticas, que había ido esbozando Ridruejo en los artículos que publicó en Destino desde diciembre de 1972 hasta junio de 1975, quedan organizadas en dos bloques: las Memorias de guerra y posguerra (1935-1947), que abarcan desde las vísperas de la guerra civil hasta el destierro en Ronda y en Cataluña, y las Memorias literarias, que explican su formación literaria –Un escritor en El Escorial- y su relación con Machado, D’Ors, Pla o Carles Riba.

Y enmarcando esos dos núcleos, el preámbulo autobiográfico que Ridruejo puso al frente de Escrito en España, y un apéndice documental con varios textos fundamentales que resumen “la peripecia intelectual más apasionante desarrollada a lo largo del franquismo”, en palabras de Jordi Amat.

En el texto introductorio, Explicaciones, Ridruejo alude al propósito de explicar su evolución ideológica desde el fascismo hasta la decepción –“todo esto es un asco”- y la disidencia temprana en la carta a Franco del 7 de julio del 42:

¿Piensa V. E. qué desgracia mayor podría yo tener, por ejemplo, que la de ser fusilado en el mismo muro que el general Varela, el coronel Galarza, don Esteban Bilbao y el señor Ibáñez Martín? No se trata de no morir. Pero, ¡por Dios! No morir confundido con lo que se detesta.

Distanciado primero, enfrentado luego con el franquismo, la decepción abrió un proceso de paulatina oposición al régimen. Porque Ridruejo fue un disidente que acabó convertido en uno de los símbolos de la resistencia contra el franquismo Un proceso repleto de renuncias con las que purgó la responsabilidad que tuvo como propagandista de la primera hora de aquella dictadura. Marcado por el remordimiento, reconoció su error: toleré, di mi aprobación indirecta al terror con mi silencio público y mi perseverancia militante.

Por eso, Ridruejo tuvo una constante necesidad de explicar a los demás y de explicarse a sí mismo la realidad concreta de ese proceso que exteriormente puede parecer una especie de conversión y que a mí, interior y subjetivamente, me parece un despliegue de cierta coherencia, acaso porque nada se parece menos a una mentalidad de una pieza que la mentalidad de un joven apoyada en el entusiasmo más bien que en el análisis y más aún si venía informada por una ideología que, como la falangista, aspiraba a una síntesis de elementos bastante dispares y llevaba en su seno la contradicción.

Casi unas memorias contiene la memoria amputada e intermitente de Dionisio Ridruejo, el  testimonio de la guerra, la posguerra y la literatura en unos años cruciales. Una lección de ética y estética, entre literatura y política, como tituló Ridruejo un libro misceláneo.

Santos Domínguez

10/1/13

Cortázar. Los relatos



Julio Cortázar.
Los relatos.
1 Ritos. 2 Juegos.
3 Pasajes. 4 Ahí y ahora.
El libro de bolsillo. Alianza Editorial. Madrid, 2012


En sus últimos años, Julio Cortázar organizó sus relatos en cuatro tomos –Ritos, Juegos, Pasajes, Ahí y ahora- que no responden a un criterio cronológico, sino a la afinidad de enfoque, a su semejanza de tono y a las líneas de fuerza que orientan su temática.

De esa manera conseguía que los textos estableciesen nuevos vínculos y nuevas relaciones en un nuevo contexto, el de estos cuatro volúmenes que publica Alianza Editorial en su colección de bolsillo.

Se reagrupan así en una secuencia diferente a la de su escritura relatos perfectos como Casa tomada, Circe o Carta a una señorita en París, textos fundamentales como Continuidad de los parques, La noche boca arriba, La isla a mediodía, La salud de los enfermos o Final del juego.

O relatos contemporáneos de Rayuela, como Las babas del diablo o El perseguidor, que indican una sutil evolución de la narrativa breve de Cortázar, y marcan un antes y un después en el tratamiento de los personajes, que dejan de ser meras piezas de un mecanismo para ganar en profundidad psicológica y en autonomía vital. Especialmente en El perseguidor, un relato en el que se acercó a la figura de Charlie Parker. En él está en germen Rayuela como en Charlie Parker está la semilla de Oliveira.

El cuento es para Cortázar el territorio de lo fantástico en todas sus variantes, el lugar de la extrañeza que irrumpe en lo cotidiano en forma de pesadilla, de sorpresa o de revelación. La tensión entre lo irracional y la rutina, el tema del doble, la distorsión del espacio y el tiempo están presentes en muchos de estos relatos en su expresión más definitiva.

En esa frontera imprecisa que separa la realidad de la ficción y el sueño de la vigilia, allí donde el misterio surge de lo trivial se sitúan algunas de las claves del Cortázar más sorprendente, variado o provocador, del que escribía Vargas Llosa: La verdadera revolución literaria de Cortázar está en sus cuentos.

Un Cortázar que desde 1969 introduce en el terreno del relato la preocupación política y el compromiso con la sociedad. Chile, Biafra, Israel comparten espacio con temas como el de la pesadilla, el amor, la muerte, la infancia o el sueño, y el tono nostálgico de algunos cuentos convive con la denuncia de la brutalidad represiva de la policía.

Ese narrador comprometido no elimina del todo al Cortázar deslumbrante e ingenioso que proyecta en sus personajes su propia mirada irreverente, sus pudores y sus desconciertos, su método de trabajo, sus traumatoterapias.

Esa síntesis persiste en el Cortázar maduro, menos visitado por lo fantástico, menos proclive a la sorpresa, pero dueño de un virtuosismo que aborda todos los registros y tonos, los rituales, la mezcla ambigua de imaginación y realidad, de humor y melancolía. En su escritura, tan similar al swing jazzístico, la exigencia se proyecta en cuentos que funcionan como un mecanismo perfecto, como una maquinaria asombrosa para el lector y maquinaciones de un narrador que encuentra en el relato corto su mejor distancia.

Pero por encima de la evolución de su técnica y su temática, lo que caracteriza los relatos de Cortázar es la coherencia del conjunto, la creación de un mundo narrativo inconfundible y potente.

Una línea secreta los une en un impulso común que se concreta en la creación de mundos posibles; en el descubrimiento de que esos pasajes estaban ahí, ocultos e inexplorados, invisibles e inquietantes; en la función del narrador y la distancia variable de su voz; en el planeamiento de finales que son la raíz del relato; en el desajuste entre la realidad y el personaje, y en el diseño del espacio y el tiempo.

Entre lo fantástico y lo testimonial, entre la denuncia y la nostalgia, el realista imaginativo que fue Cortázar construye desde su primer libro sus relatos como esferas perfectas, como estructuras cerradas en las que la tensión atrapa al lector. Relatos que reflejan la evolución a una escritura cada vez más escueta, más seca y directa, una escritura en la que materia y forma se explican mutuamente y mutuamente se sostienen.


Santos Domínguez


9/1/13

Luis Harss. Los nuestros

Luis Harss.
Los nuestros.
Alfaguara. Madrid, 2012.

La reedición de Los nuestros, de Luis Harss, en  Alfaguara es una de las mejores noticias del año editorial.

Aquel libro, escrito inicialmente en inglés -Into the Mainstream: Conversations with Latin American Writers- y traducido por él mismo al español, apareció en noviembre de 1966 en Sudamericana de la mano de Paco Porrúa y fijó el minuto inicial del boom de la novela latinoamericana.

Llevaba años sin reeditarse, pero no sin circular, porque es un clásico necesario. Lo explica Luis Harss en la Nota inicial a esta nueva edición: cuando el libro ya no se conseguía en librerías, la gente lo robaba de las bibliotecas.

Por eso, el creciente número de copias piratas indicaba que la recuperación de Los nuestros casi medio siglo después de la primera edición, no solo era pertinente sino imprescindible.

Los nuestros excedió desde muy pronto la modestia de su planteamiento inicial como libro de entrevistas o galería de retratos para convertirse en el primer acercamiento crítico y luminoso a la novela latinoamericana de los años sesenta, en una referencia tan ineludible como las obras mayores del boom.

En cierto modo, Harss estaba inventando el boom, bautizándolo y fijando un canon que reunía equilibradamente dos generaciones de narradores: los mayores -Carpentier, Asturias, Borges, Guimarães Rosa, Onetti- y los aún jóvenes Cortázar, Rulfo, Fuentes, García Márquez y Vargas Llosa, unidos por un propósito literario común que –como señala Harss- es el tema constante de Los nuestros: la realidad pensada y hablada de otro modo.

Cada uno de los diez capítulos es un ensayo que tiene como núcleo una conversación en la que el autor habla, respira, reflexiona. Y a partir de ese núcleo, Luis Harss elabora un comentario crítico que es, con la perspectiva de varias décadas, lo más interesante de este libro imprescindible.

Han pasado casi cincuenta años desde la aparición de esta obra que fue mucho más que un libro oportuno, como lo califica con modestia Harss. Y mucho más que un libro polémico, porque, cuando todavía no se sabía si aquellos escritores eran una casualidad o una promesa, quedaron fuera de aquella selección a autores como Sabato, Clarice Lispector, Arguedas, Donoso, Roa Bastos, Lezama Lima, Felisberto Hernández o Cabrera Infante, y proyectó una mirada muy crítica sobre la novela anterior, de corte indigenista y naturalista que surge en  torno a 1920 bajo la influencia tardía del realismo europeo.

Rómulo Gallegos, Horacio Quiroga, Ciro Alegría o Eduardo Mallea son algunos de los novelistas que arrastraron durante décadas aquel retraso originario que contrasta con la decisiva renovación poética que había generado la literatura hispanoamericana desde Rubén Darío a Neruda pasando por Vallejo o Huidobro.

Superficialidad, anacronismo, atraso y localismo eran algunas de las rémoras de aquella novela precontemporánea frente a la que Roberto Arlt fue una isla excéntrica y marginal, sin la calidad que precisaba aquella literatura para salir de las selvas intrincadas, las pampas interminables o las ciénagas peligrosas.

Lo que trajo el boom, marcado por influencias comunes como las de Faulkner, Hemingway o Camus, fue una nueva relación del novelista con la realidad, con la lengua literaria y con el habla de la calle. Una nueva relación que dio como resultado una narrativa totalizadora que rompió con el anacronismo de la novela extemporánea y que, como señala Harss, se ramificó en dos tendencias que a veces se cruzan en intersecciones: la panorámica y la interior, la que tiende a la mirada colectiva en Carpentier, Fuentes, Vargas Llosa y García Márquez, o al ensimismamiento y lo conceptual en Borges, Onetti o Cortázar.

Han pasado casi cincuenta años desde que la lectura de Rayuela generó en Harss la idea de este libro y muchas cosas desde entonces –dictaduras, premios y reconocimientos universales, traducciones a las principales lenguas de cultura, decenas de títulos posteriores como Cien años de soledad, que cambió el mundo. Títulos con los que creció en extensión y en profundidad, en cantidad y calidad, la obra de estos autores- pero en  los diez ensayos de Los nuestros quedó delimitado el perfil de la nueva novela latinoamericana, de su proyección universal y de sus nombres esenciales:

Alejo Carpentier -precursor de nuestra novela actual; el primero de nuestros novelistas en querer asumir la experiencia latinoamericana en su totalidad-, Miguel Ángel Asturias -el novelista que ha penetrado más a fondo en lo latente e irracional de nuestra cultura-, Jorge Luis Borges -una figura casi legendaria —una ausencia— en nuestra literatura; una aspiración al absoluto que se vislumbra en las formas de la imaginación-, João Guimarães Rosa -nadie ha penetrado como él en la psicología del habitante del sertão; es literatura contemporánea con sus laberintos cronológicos y sus arquitecturas verbales-, Juan Carlos Onetti  -le interesa un único tipo emocional —casi abstracto—: el extranjero, en los diversos sentidos de la palabra. El alienado de su sociedad-, Julio Cortázar - brillante, minucioso, provocativo, adelantándose a todos sus contemporáneos latinoamericanos en el riesgo y la innovación; un bromista que convive con un visionario; un pescador en aguas profundas que tiende mil redes, un hombre de infinitos recursos, violento, contradictorio, jubiloso, paradójico-, Juan Rulfo -uno de los milagros de nuestra literatura; sus libros están en un paisaje de tragedia clásica, los muertos lo persiguen-, Carlos Fuentes -el hombre de letras completo-, García Márquez –gracias a García Márquez, el lugar más interesante de Colombia es un pueblo tropical llamado Macondo, que no aparece en ningún mapa-, Vargas Llosa -un inspirado que parecía haber nacido bajo una lengua de fuego. Tenía fuerza, fe y la verdadera furia creadora; un perfeccionista que agoniza con cada hijo que trae al mundo y trata de controlar todos los aspectos de su obra, desde la primera chispa creadora hasta el parto final, y siempre dudoso, que es la publicación.

Medio siglo después de aquel libro mítico y milagroso por el que no ha pasado el tiempo, aquella foto fija que marcaba en 1966 el canon de la nueva novela latinoamericana era un diagnóstico exacto y un pronóstico lúcido, una profecía que el tiempo ha ido confirmando casi cincuenta años después de aquella primera edición de Los nuestros, cuando no se sabía si aquellos diez nombres eran un punto y aparte o un punto de partida. Acabaron siendo las dos cosas.

Santos Domínguez

8/1/13

Faulkner. Intruso en el polvo



William Faulkner.
Intruso en el polvo.
Traducción de José Manuel Álvarez Flórez.
Alfaguara. Madrid, 2012.

Alfaguara cierra la conmemoración del cincuentenario de la muerte de Faulkner con la edición de Intruso en el polvo, una de las novelas más significativas de la madurez narrativa del maestro de la novela norteamericana del siglo XX.
Como en toda novela policial, en Intruso en el polvo al principio hay un asesinato, un cadáver y un sospechoso: el arrogante Lucas Beauchamp, a quien se acusa sin pruebas de un crimen que no ha cometido. Y otros dos personajes esenciales: Gavin Stevens, el abogado de negros que en El villorrio, La mansión, La ciudad o Gambito de caballo se convierte, como aquí, en detective y en portavoz moral de Faulkner, y su sobrino Charles Mallison, el narrador adolescente y perplejo que se erige en el dueño del secreto.

Si en la trama policial lo normal es que haya que demostrar la culpabilidad del sospechoso, en Intruso en el polvo se trata de lo contrario: de buscar pruebas que exculpen a quien orgullosamente se niega a defenderse.

Era justo mediodía aquel domingo cuando el sheriff llegó a la cárcel con Lucas Beauchamp, aunque toda la ciudad (y todo el condado también) sabía desde la noche anterior que Lucas había matado a un blanco.

Desde ese primer párrafo, la potencia del estilo de Faulkner atrapa al lector en la vertiginosa intriga narrativa de la que ya no saldrá hasta la última línea.

Un Faulkner maduro en una novela intensa, concentrada en tiempo y espacio, y en la que se combinan la intriga policial, los prejuicios racistas y la violencia de las relaciones sociales en el Sur profundo de Jefferson.
Santos Domínguez