William Faulkner.
Intruso en el polvo.
Traducción de José Manuel Álvarez Flórez.
Alfaguara. Madrid, 2012.
Alfaguara cierra la conmemoración del cincuentenario de la muerte de Faulkner con la edición de Intruso en el polvo, una de las novelas más significativas de la madurez narrativa del maestro de la novela norteamericana del siglo XX.
Como en toda novela policial, en Intruso en el polvo al principio
hay un asesinato, un cadáver y un sospechoso: el arrogante Lucas
Beauchamp, a quien se acusa sin pruebas de un crimen que no ha cometido.
Y otros dos personajes esenciales: Gavin Stevens, el abogado de negros
que en El villorrio, La mansión, La ciudad o Gambito de caballo se
convierte, como aquí, en detective y en portavoz moral de Faulkner, y
su sobrino Charles Mallison, el narrador adolescente y perplejo que se
erige en el dueño del secreto.
Si en la trama policial lo normal es que haya que demostrar la culpabilidad del sospechoso, en Intruso en el polvo se trata de lo contrario: de buscar pruebas que exculpen a quien orgullosamente se niega a defenderse.
Era justo mediodía aquel domingo cuando el sheriff llegó a la cárcel con Lucas Beauchamp, aunque toda la ciudad (y todo el condado también) sabía desde la noche anterior que Lucas había matado a un blanco.
Desde ese primer párrafo, la potencia del estilo de Faulkner atrapa al lector en la vertiginosa intriga narrativa de la que ya no saldrá hasta la última línea.
Un Faulkner maduro en una novela intensa, concentrada en tiempo y
espacio, y en la que se combinan la intriga policial, los prejuicios
racistas y la violencia de las relaciones sociales en el Sur profundo de
Jefferson.
Santos Domínguez