Dionisio Ridruejo.
Casi unas memorias.
Edición al cuidado de Jordi Amat.
Península. Barcelona, 2012.
Península reedita la versión definitiva que se publicó en 2007 de Casi unas memorias, de Dionisio Ridruejo. Preparada por Jordi Amat, añadía nuevos capítulos, los recuerdos de la infancia, inéditos hasta entonces, a una recopilación de textos fundamentales para conocer la trayectoria literaria y la evolución ideológica de aquel falangista de la primera hora.
Aunque lo tenía en proyecto y contratado con Planeta, Ridruejo no dejó preparado este libro a su muerte en junio de 1975. La de Jordi Amat es una reconstrucción parcial y verosímil, a partir de una serie de materiales autobiográficos coherentes, de lo que hubieran podido ser las memorias de Ridruejo.
Unas casi memorias que se centran en los años decisivos de su formación literaria, de su actividad política en los servicios de propaganda de Salamanca y Burgos y de su disidencia y su destierro.
Estas casi memorias públicas y políticas, que había ido esbozando Ridruejo en los artículos que publicó en Destino desde diciembre de 1972 hasta junio de 1975, quedan organizadas en dos bloques: las Memorias de guerra y posguerra (1935-1947), que abarcan desde las vísperas de la guerra civil hasta el destierro en Ronda y en Cataluña, y las Memorias literarias, que explican su formación literaria –Un escritor en El Escorial- y su relación con Machado, D’Ors, Pla o Carles Riba.
Y enmarcando esos dos núcleos, el preámbulo autobiográfico que Ridruejo puso al frente de Escrito en España, y un apéndice documental con varios textos fundamentales que resumen “la peripecia intelectual más apasionante desarrollada a lo largo del franquismo”, en palabras de Jordi Amat.
En el texto introductorio, Explicaciones, Ridruejo alude al propósito de explicar su evolución ideológica desde el fascismo hasta la decepción –“todo esto es un asco”- y la disidencia temprana en la carta a Franco del 7 de julio del 42:
¿Piensa V. E. qué desgracia mayor podría yo tener, por ejemplo, que la de ser fusilado en el mismo muro que el general Varela, el coronel Galarza, don Esteban Bilbao y el señor Ibáñez Martín? No se trata de no morir. Pero, ¡por Dios! No morir confundido con lo que se detesta.
Distanciado primero, enfrentado luego con el franquismo, la decepción abrió un proceso de paulatina oposición al régimen. Porque Ridruejo fue un disidente que acabó convertido en uno de los símbolos de la resistencia contra el franquismo Un proceso repleto de renuncias con las que purgó la responsabilidad que tuvo como propagandista de la primera hora de aquella dictadura. Marcado por el remordimiento, reconoció su error: toleré, di mi aprobación indirecta al terror con mi silencio público y mi perseverancia militante.
Por eso, Ridruejo tuvo una constante necesidad de explicar a los demás y de explicarse a sí mismo la realidad concreta de ese proceso que exteriormente puede parecer una especie de conversión y que a mí, interior y subjetivamente, me parece un despliegue de cierta coherencia, acaso porque nada se parece menos a una mentalidad de una pieza que la mentalidad de un joven apoyada en el entusiasmo más bien que en el análisis y más aún si venía informada por una ideología que, como la falangista, aspiraba a una síntesis de elementos bastante dispares y llevaba en su seno la contradicción.
Casi unas memorias contiene la memoria amputada e intermitente de Dionisio Ridruejo, el testimonio de la guerra, la posguerra y la literatura en unos años cruciales. Una lección de ética y estética, entre literatura y política, como tituló Ridruejo un libro misceláneo.
Santos Domínguez