23/11/22

Elvira Roca Barea. Imperiofobia y leyenda negra

 

Elvira Roca Barea.
Imperiofobia y leyenda negra.
Roma, Rusia, Estados Unidos y el Imperio español.
Prólogo de Arcadi Espada.
Siruela. Madrid, 2022.

La Ilustración incorpora una parte importante de los tópicos creados por la hispanofobia protestante, pero añade algunos y modifica otros. Esta versión interesa sobre todo porque es la destinada a perdurar y a incrustarse como una parte constitutiva de la modernidad a través del liberalismo. Es la que aparta a España, ya no de Dios, sino de la civilización y la modernidad. […]
Un recorrido amplio por los tomos de la Encyclopédie muestra hasta qué punto la hispanofobia es nuclear en la Ilustración francesa. Aparece no solo en las entradas en las que sería esperable como «España», «Iberia», sino en muchas otras como «lana», «monasterio», «título», «Países Bajos», «mahometismo», etcétera. Es una constante. En realidad, el artículo sobre España, como tantos otros, no es más que un plagio de Louis de Jaucourt. […]
Resumiendo: 
1.) España es un país de gentes ignorantes e incultas.
2.) España está atrasada.
3.) La Inquisición y, por ende, el catolicismo tienen la culpa del atraso y la incultura de España, y en general de cualquier sitio en contacto.
4.) España no forma parte de la civilización.
Con el mito de la ignorancia vienen adheridos otros como la decadencia y el atraso, que completan el cuadro. Continúa naturalmente con pleno vigor la idea de que España es un país intolerante, herramienta de guerra fundamental en las guerras nacional-protestantes. Que los protestantes tampoco toleraran a los católicos no les convierte a ellos en intolerantes, sino, mágicamente, en luchadores contra la intolerancia hispanocatólica. Este argumento de impecable equidad y racionalidad subyace en la visión del mundo que el europeo medio tiene, ya sea católico o protestante. El hecho de que la mayor parte de la población, incluida la que tiene educación superior, no sea capaz de verbalizarlo o exponerlo, significa que forma parte de los cimientos, como la gramática de una lengua.

Esos párrafos pertenecen al capítulo ‘La hispanofobia en el Siglo de las Luces’, que abre la tercera parte (“La leyenda negra desde la Ilustración a nuestros días. Asunción y negación”) de Imperiofobia y leyenda negra, de Elvira Roca Barea, que publica Siruela en una nueva edición revisada y ampliada tras el enorme éxito de la primera, que supera los ciento cincuenta mil lectores desde su aparición en 2016.

Sostenido en un amplio aparato bibliográfico y documental, historiográfico y literario, Imperiofobia y leyenda negra es un ensayo que tiene como punto de partida la indagación en los conceptos de imperio, leyenda negra e imperiofobia y el análisis de la vinculación histórica entre los distintos imperios y la construcción de leyendas negras para erosionarlos. Leyendas negras elaboradas por intelectuales vinculados a oligarquías locales y al impulso centrífugo de poderes habitualmente periféricos, o a imperios emergentes que entran en colisión con los que mantienen su vigencia.

Leyendas negras de carácter propagandístico y fuerte contenido emotivo que crecieron con los nacionalismos exacerbados en el XIX y apelan, desde una rara mezcla de admiración, envidia y frustración,  más que a fundamentos ideológicos o a hechos probados, a la exageración generalizada de los errores o las crueldades y a sentimientos elementales como la pertenencia a una comunidad lingüística, religiosa o territorial para poner en cuestión el poder imperial de Roma, Estados Unidos, Rusia o el Imperio español, al que se dedican más de dos terceras partes del volumen.

En efecto, de las tres secciones en que se articula el ensayo, la primera -“Imperios y leyendas negras: la inseparable pareja”- aborda la relación global entre los distintos imperios y la imperiofobia que genera los ataques propagandísticos de las leyendas negras correspondientes con argumentos que, como los del Imperio Inconsciente, rebajan la grandeza de las distintas empresas imperiales o acusan a los imperios de un origen espurio, de una pulsión violenta, como la que provoca la destrucción de Corinto por los romanos en el siglo II a. C. o el saco de Roma de 1527.

El antiamericanismo y la rusofobia, que surgen con la Ilustración, son también resultado de leyendas negras que cumplen con una serie de rasgos en común, como la denuncia de orígenes bastardos, de la ambición y el saqueo de la riqueza, de la falta de educación o la impiedad. 

La imperiofobia aparece así como un modelo universal que atraviesa tiempos y espacios, épocas y culturas como “una forma de racismo que no se basa en la diferencia de color o en la religión, pero se apoya en ambas. […] No hay, en esencia, diferencia apreciable entre la imperiofobia y el antisemitismo o cualquier otra forma de racismo. El romano, el ruso, el estadounidense, el español son necesariamente malos porque han nacido en el seno de un grupo humano que es perverso por sí mismo y todo cuanto de ellos emane será malvado.”

Fue Julián Juderías el primero en estudiar la leyenda negra antiespañola en un ensayo publicado a comienzos del siglo XX con el título La leyenda negra. Estudios del concepto de España en el extranjero.

Esa hispanofobia surge en el humanismo italiano, porque en Italia se produce la primera expansión imperialista por el Mediterráneo con el reino de Aragón, y se convierte en el Renacimiento en uno de los pilares del nacionalismo germánico luterano y de la Inglaterra isabelina. 

“La leyenda negra de España es la mayor alucinación colectiva de Occidente”, afirmó el sueco Sverker Arnoldsson en un estudio clásico sobre los orígenes de la leyenda negra española. Lo recuerda Elvira Roca cuando escribe estas palabras acerca de las exageraciones que alimentan la representación de la Inquisición española en Europa, algo sobre lo que ya había advertido hace décadas Henry Kamen en un estudio imprescindible: 

La Inquisición es un icono y su representación mental pertenece más al mundo de las realidades simbólicas que al de la verdad histórica. Es un significante con dos significados. La palabra evoca un conjunto de prejuicios tan complejo y tan profusamente usado por corrientes culturales diversas que resulta imposible dar aquí cuenta de él. El occidental lo digiere con la leche de la alfabetización, y es muy difícil que sea capaz de saltar por encima para preguntarse por las razones que han provocado una alucinación colectiva (la expresión es de Arnoldsson) de tal envergadura. Porque lo interesante aquí no es la Inquisición en sí, fenómeno común y hasta vulgar en la Europa de su tiempo, sino los caminos por los que ha llegado a ocupar esta posición única en el imaginario occidental y lo que esto significa. El solo hecho de que la palabra haya pasado al uso común ya indica que hace tiempo que la Inquisición pasó de ser una institución histórica a evocar un complejo mundo de representaciones inventadas.

Junto con la Inquisición, los excesos derivados de la conquista de América son la otra base de la hispanofobia y de la propaganda antiespañola, desde el padre Las Casas a la actual izquierda indigenista. Acerca de este asunto escribe la autora:

El mejor antídoto contra el tópico del Imperio Inconsciente en América quizá sea su poblamiento y urbanización, que distó mucho de ser un proceso azaroso o casual. 
[…]
El modelo ovandino se basa en el poblamiento de nuevos territorios, promoción del desarrollo urbano, estimulación del mestizaje, elección local de alcaldes y corregidores y mejoramiento de la vida por méritos.
[…]
Una parte importante del esfuerzo público, privado y eclesiástico fue encaminado a garantizar eso que ahora llamamos bienestar social. 
[…]
Se fundaron en América más de veinte centros de educación superior. Hasta la independencia salieron de ellos aproximadamente 150.000 licenciados de todos los colores, castas y mezclas. Ni portugueses ni holandeses abrieron una sola universidad en sus imperios.
[…]
Trescientos años de Administración ultramarina sin que hubiera en ellos grandes tropiezos deben de significar algo, porque no hubo ni conflictos importantes ni grandes convulsiones sociales, ni nada que pudiera compararse a la rebelión de los cipayos en el Imperio británico. La convivencia de las razas distintas fue en general bastante pacífica y hubo prosperidad.

En uno de los capítulos añadidos a esta nueva edición, el que cierra el libro -‘Reflexiones finales: lo Cortés no quita lo Cuauhtémoc’-, Elvira Roca concluye que “conforme la población hispana crece en el interior de Estados Unidos se hace más y más necesario aculturizarla y educarla para que rechace la koiné hispana de la que procede, e incluso para que se avergüence de ella. Hay por tanto intereses políticos actuales y muy serios que justifican la oleada de hispanofobia que partiendo de Estados Unidos se ha extendido por el mundo entero y de manera muy intensa por Hispanoamérica y España, que son al fin de cuentas territorios económica y culturalmente subordinados desde hace siglos. Sobre esta plataforma se está construyendo en este momento la conflictividad interna que en forma de micronacionalismo o indigenismo político (es lo mismo) está sirviendo para alimentar el segundo proceso de balcanización de los estados que hablan español, si una reacción vigorosa e inteligente no lo remedia. 
El mundo panhispánico no tiene más futuro que la subordinación política, económica y cultural si sigue por ese camino. Y sin embargo, es posible la integración y la convivencia de las diferencias por el sencillo procedimiento de no negar ni demonizar ninguno de los estratos que han contribuido históricamente a la construcción de la gran koiné panhispánica. Es la única tarea que puede modificar la profecía auto cumplida del perpetuo fracaso.”

Santos Domínguez