Santiago Montobbio.
El anarquista de las bengalas.
March Editor. Barcelona, 2005.
Una lengua la crea el dolor, y yo he sido una lengua,
el modo extraño en que alguien se salva.
Esos versos los escribía Santiago Montobbio (Barcelona, 1966) en Ética confirmada, un conjunto de textos de 1990. De esa misma época son los poemas que aparecieron en Hospital de inocentes y en El anarquista de las bengalas, un libro fechado en 1987 que fue el año pasado finalista del premio Quijote al mejor libro de poesía de 2005.
Lo publicó March Editor en su Biblioteca Íntima, que dirige Antonio Beneyto, y en la que han aparecido textos de Javier Tomeo, Alejandra Pizarnik o Joan Perucho.
La poesía -ha explicado Santiago Montobbio- es una rama civil y laica de la soterología, la ciencia de la salvación.
Poesía, pues, para la supervivencia, trabajada con intensidad por la voz verdadera de quien escribe para salvarse y para salvarnos.
Poesía abismada en la hondura de su mirada hacia dentro, que plantea preguntas y busca comprenderse a través de la expresión y expresarse una vez lograda o entrevista esa comprensión del fondo oscuro de la conciencia de la angustia y la memoria del dolor.
Porque la soledad y la muerte son los dos temas que recorren una obra poética consistente que ha sido traducida a las más importantes lenguas de cultura y en la que la melancolía se expresa a través de un estilo que huye del destello deslumbrante y prescinde del ingenio imaginativo. Y en ella dos constantes: la reflexividad y la búsqueda de respuestas que descifren las razones del desasosiego.
La poesía de Montobbio se convierte así en revelación de zonas secretas y realidades clandestinas. Y a veces el poeta se convierte en portavoz de ese misterio, porque como dijo Pound es el poema el que le ocurre al poeta.
Esta es una poesía que no se parece a ninguna otra. Y en ella coexisten varias voces, tonos diversos. El humor o la ironía que acercan alguno de estos poemas, como Lo dijo el policía, a la tradición epigramática
Más frecuente es el tono confesional del poeta que se lava el alma sobre el papel, como explica en el poema que da título a este libro. Y es en esos textos donde el libro alcanza sus momentos más altos, su versos más intensos.
Por ejemplo, cuando Montobbio habla de la literatura como forma/de tomarle el pulso a las miserias o de su vocación interrogativa al concluir que la única carne/del hombre es la pregunta.
O al definir la soledad, uno de sus temas vertebrales, con esta imagen: una flor seca/que alguien me había puesto/en el silencio de un ojal.
De un pozo muy oscuro y verdadero decía Carmen Martín Gaite que surgían los poemas de Santiago Montobbio. Una poesía perturbadora y honda, porque llama a una zona oscura y dolorosa del ser, a la conciencia atormentada de un hombre ante un espejo.
La poesía -ha explicado Santiago Montobbio- es una rama civil y laica de la soterología, la ciencia de la salvación.
Poesía, pues, para la supervivencia, trabajada con intensidad por la voz verdadera de quien escribe para salvarse y para salvarnos.
Poesía abismada en la hondura de su mirada hacia dentro, que plantea preguntas y busca comprenderse a través de la expresión y expresarse una vez lograda o entrevista esa comprensión del fondo oscuro de la conciencia de la angustia y la memoria del dolor.
Porque la soledad y la muerte son los dos temas que recorren una obra poética consistente que ha sido traducida a las más importantes lenguas de cultura y en la que la melancolía se expresa a través de un estilo que huye del destello deslumbrante y prescinde del ingenio imaginativo. Y en ella dos constantes: la reflexividad y la búsqueda de respuestas que descifren las razones del desasosiego.
La poesía de Montobbio se convierte así en revelación de zonas secretas y realidades clandestinas. Y a veces el poeta se convierte en portavoz de ese misterio, porque como dijo Pound es el poema el que le ocurre al poeta.
Esta es una poesía que no se parece a ninguna otra. Y en ella coexisten varias voces, tonos diversos. El humor o la ironía que acercan alguno de estos poemas, como Lo dijo el policía, a la tradición epigramática
Más frecuente es el tono confesional del poeta que se lava el alma sobre el papel, como explica en el poema que da título a este libro. Y es en esos textos donde el libro alcanza sus momentos más altos, su versos más intensos.
Por ejemplo, cuando Montobbio habla de la literatura como forma/de tomarle el pulso a las miserias o de su vocación interrogativa al concluir que la única carne/del hombre es la pregunta.
O al definir la soledad, uno de sus temas vertebrales, con esta imagen: una flor seca/que alguien me había puesto/en el silencio de un ojal.
De un pozo muy oscuro y verdadero decía Carmen Martín Gaite que surgían los poemas de Santiago Montobbio. Una poesía perturbadora y honda, porque llama a una zona oscura y dolorosa del ser, a la conciencia atormentada de un hombre ante un espejo.
Santos Domínguez