28/5/07

El corazón devorado


Isabel de Riquer.
El corazón devorado.
Una leyenda desde el siglo XII hasta nuestros días.

Siruela. Madrid, 2007.

El amor y la muerte, dos de los temas esenciales de la literatura, se funden de modo ejemplar para dar lugar a una historia hondamente arraigada en diversas tradiciones culturales: la leyenda del corazón devorado, en la que el canibalismo y la venganza por el adulterio toman cuerpo en la pintura, la literatura y el cine.

Una historia que surge a mediados del siglo XII y desde Dante a Múgica Láinez, sigue convocando zonas oscuras del inconsciente colectivo: un marido engañado mata al amante de su mujer, le extrae el corazón y lo hace guisar para que ella, sin saberlo, se lo coma. Cuando el marido le revela que aquel delicioso manjar era el corazón de su amante, la esposa muere.

Isabel de Riquer, catedrática de literatura medieval en la Universidad de Barcelona, ha recogido en el espléndido volumen que acaba de publicar Siruela más de veinte textos, en su mayoría inéditos en español sobre ese tema antropofágico que ha ido evolucionando y adaptándose a los modelos culturales, naturalistas o simbólicos, de cada época.

No sólo en el previsible Sade o en el Barbey más provocador y diabólico. El tema aparece en alguien tan inesperado aquí como Juan Pablo I, aquel papa efímero.

Sobre un corazón crudo o con canela, en ragú o en paté, con perejil o hervido, entre la sencillez sobria del texto medieval a la elaboración minuciosa o la complejidad simbólica de la literatura moderna se suceden veintidós textos, entre el XII y el XX sobre un banquete trágico que tiene sus precedentes en las prácticas antropófagas de la mitología clásica, en ritos tribales y en prácticas religiosas.

Las vidas de Guillem de Cabestany (s. XIII) fue una de las primeras y más completas manifestaciones de la leyenda del corazón devorado. Un triángulo amoroso dramático que transcurre de Cataluña a Alemania o Italia, del Decamerón a Stendhal, con un enfoque cómico o trágico, realista o alegórico.

Durandarte y Belerma o el marqués de Astorga, la diabólica venganza de una mujer en Barbey D'Aurevilly o una de las historias impertinentes de Léon Bloy afianzan el simbolismo de la víscera como centro metafórico de la vida amorosa.

Curioso tema, estudiado por Gómez Canseco en un excelente artículo (A otro perro con ese hueso. Antropofagia literaria en el Siglo de Oro), en el que demuestra que no sólo el hambre, que también la religión o los celos han dado motivo suficiente para comerse a un semejante.

Por completo o en sus partes más nobles, en un ritual de antropofagias eucarísticas y devoraciones eróticas del que fue víctima aquel Guillem de Cabestany recordado por Pere Gimferrer en este Desgarramiento:

Y con tanto dolor las arracadas
de la vid de la noche en su racimo
no se mueven porque ahora el corazón
se desgarre: los enamoradizos
del pájaro, alumbrada de muerte la cabeza,
nos partimos por la mitad al grito
del cielo del crepúsculo como el
corazón de Guillem de Cabestany
gira en la torre el pájaro tres veces
quizás, el pájaro de juventud,
la mano de la noche que se alarga en las nubes,
el pájaro que es sólo llaga cuando vivimos.
(Versión de Justo Navarro.)

Santos Domínguez