Aunque el título de esta obra pueda hacernos pensar que se trata de analizar y contraponer la figura de estos dos gobernantes, en realidad abarca mucho más. En algo más de cuatrocientas páginas y con unas 1.000 notas a pie de página se pasa revista a las relaciones bilaterales de España y Gran Bretaña fundamentalmente durante la Segunda Guerra Mundial, aunque también se tratan los años de nuestra Guerra Civil y los inmediatamente posteriores al citado conflicto mundial.
El trabajo, documentadísimo, del profesor Moradiellos, ilumina con mucha claridad la postura de Franco ante la Guerra Mundial, y así, frente a la tesis de los apologetas del Caudillo, que lo presentan como un ser visionario y omnisciente, capaz de prever en 1939 la derrota de Hitler y por tanto de alejar a España del conflicto; aparece en este libro de Moradiellos un Franco que, al menos entre 1939 y 1941, está totalmente convencido de la victoria alemana, victoria que desea, y decidido a entrar en el conflicto, sobre todo cuando el avance germano en Polonia, Bélgica o Francia se demuestra arrollador.
Así, la extensa documentación aportada procedente de numerosos archivos y cuyos documentos más importantes aparecen reproducidos en sus párrafos más significativos, dibujan la imagen de un Franco aún inseguro en su puesto, liderando un país al que la Guerra Civil ha rebajado de potencia de segunda fila a la categoría de irrelevante, excepto por su excepcional ubicación estratégica, y que además depende de manera aguda de los suministros de alimentos y petróleo que sólo pueden llegarnos a través del Atlántico, previo permiso de la marina británica.
Churchill, ya como primer ministro, aparece como un administrador de la tradicional política británica del palo y la zanahoria, sistema de premios y castigos, dirigido en este caso concreto a mantener a España lejos de sus tentaciones de unirse al Eje de Hitler y Mussolini. El libro analiza la modulación de ese sistema durante los seis años de guerra, que responde más o menos al siguiente esquema: cuando la posición de España es firme (porque los aliados preparan alguna operación que España podría entorpecer) predomina la zanahoria en forma de concesiones de alimentos y carburantes; por el contrario cuando la posición española es débil, como a partir de 1942 cuando la derrota alemana parece ya inevitable, el palo aparece rotundo y amenazante hasta conseguir que España retire la División Azul, deje de vender wolframio a los alemanes y de prestar apoyo logístico a barcos y submarinos del Eje.
En definitiva, el profesor Moradiellos traza el retrato de un Franco deseoso de entrar en el conflicto para obtener compensaciones territoriales en el norte de África (que Hitler no le concede en Hendaya) y recuperar Gibraltar, pero debilitado por la situación penosa de España. Churchill aparece al mando de una gran potencia en su hora más difícil, pero pronto respaldada por Estados Unidos. Churchill se ocupa de España como una pieza más que le permita primero resistir y después derrotar a Alemania, como parte de un plan nacido de su, en ocasiones, optimismo patológico al que tanto debemos tantos, optimismo como el presente aquel 4 de junio de 1940, con la mayor parte del mundo convencido (y entre ellos muchos británicos) de que Gran Bretaña pronto caería en manos de Hitler, y Sir Winston, en un discurso dirigido a los británicos, al mundo entero, y también, cómo no, a Hitler y a Franco, se permitió gritar: “Lucharemos en las playas. Lucharemos en los aeródromos. Lucharemos en los campos y en las calles, lucharemos en las colinas. ¡Nunca nos rendiremos!”. ¡Qué tío, el inglés!
Jesus Tapia Corral