Joseph Roth.
Viaje a Rusia.
Traducción de Pedro Madrigal.
Edición y posfacio de Klaus Westermann.
Minúscula. Barcelona, 2008.
Es una suerte que haya emprendido este viaje, de otra forma no me habría conocido jamás, escribía Joseph Roth en una carta a su amigo Brentano a propósito del viaje que hizo a Rusia en los últimos meses de 1926 para llevar a cabo una serie de reportajes por encargo del Frankfurter Zeitung.
Del relato de esa experiencia proceden las dieciocho crónicas que integran este Viaje a Rusia que publica Minúscula en su colección Paisajes narrados con traducción de Pedro Madrigal y postfacio de Klaus Westermann.
El primer reportaje – Los emigrados zaristas- lo publicó el 14 de septiembre; el último, más largo, sobre la escuela y la juventud, apareció el 18 y el 19 de enero de 1927.
Como Gide, Benjamin, Grosz o Zweig, Roth fue uno de los muchos intelectuales y artistas que peregrinaron a aquella meca de la revolución en los años 20 y 30. Llegó allí arrastrando una crisis personal y se encontró una Rusia posrevolucionaria, agitada por las luchas entre facciones, con un decidido empuje cultural y educativo y un importante desarrollo económico.
La situación de los judíos en la Rusia soviética, la nueva moral sexual y el papel de la mujer, la opinión pública, la literatura o la educación son algunos de los temas que aparecen sometidos al análisis de un Roth cada vez más desencantado que mostraba su preocupación desorientada cuando anotaba en su diario:
¿Qué es lo que vendrá? ¿Hacia dónde vamos nosotros mismos?¿Es aún posible el marxismo? ¿Es América el futuro? ¿Es todavía necesaria y concebible una revolución?
Además de las crónicas, el volumen recoge una conferencia de Roth, Sobre el aburguesamiento de la revolución rusa, y unos apuntes, cada vez más telegráficos, del diario de su viaje a Rusia. En una de aquellas anotaciones, escrita el 10 de diciembre en Kiev, se lee:
Si escribiera un libro sobre Rusia, este tendría que describir una revolución ya apagada, una llama que se consume, restos de brasas y mucho fuego artificial.
Fue saludado a su llegada como un escritor revolucionario, amigo de la nueva Rusia, y despedido como enemigo burgués de los soviets. El contraste es paralelo al que se produjo en el mismo Roth, que pasó en pocas semanas de la euforia a la decepción. A Walter Benjamin le confesó que había llegado a Rusia como un bolchevique convencido y que se iba de allí como un monárquico.
Estas crónicas del viaje a Rusia de Joseph Roth son, como el relato de otros viajes, la descripción del viajero, la crónica de su viaje ideológico y de su desengaño.
Del relato de esa experiencia proceden las dieciocho crónicas que integran este Viaje a Rusia que publica Minúscula en su colección Paisajes narrados con traducción de Pedro Madrigal y postfacio de Klaus Westermann.
El primer reportaje – Los emigrados zaristas- lo publicó el 14 de septiembre; el último, más largo, sobre la escuela y la juventud, apareció el 18 y el 19 de enero de 1927.
Como Gide, Benjamin, Grosz o Zweig, Roth fue uno de los muchos intelectuales y artistas que peregrinaron a aquella meca de la revolución en los años 20 y 30. Llegó allí arrastrando una crisis personal y se encontró una Rusia posrevolucionaria, agitada por las luchas entre facciones, con un decidido empuje cultural y educativo y un importante desarrollo económico.
La situación de los judíos en la Rusia soviética, la nueva moral sexual y el papel de la mujer, la opinión pública, la literatura o la educación son algunos de los temas que aparecen sometidos al análisis de un Roth cada vez más desencantado que mostraba su preocupación desorientada cuando anotaba en su diario:
¿Qué es lo que vendrá? ¿Hacia dónde vamos nosotros mismos?¿Es aún posible el marxismo? ¿Es América el futuro? ¿Es todavía necesaria y concebible una revolución?
Además de las crónicas, el volumen recoge una conferencia de Roth, Sobre el aburguesamiento de la revolución rusa, y unos apuntes, cada vez más telegráficos, del diario de su viaje a Rusia. En una de aquellas anotaciones, escrita el 10 de diciembre en Kiev, se lee:
Si escribiera un libro sobre Rusia, este tendría que describir una revolución ya apagada, una llama que se consume, restos de brasas y mucho fuego artificial.
Fue saludado a su llegada como un escritor revolucionario, amigo de la nueva Rusia, y despedido como enemigo burgués de los soviets. El contraste es paralelo al que se produjo en el mismo Roth, que pasó en pocas semanas de la euforia a la decepción. A Walter Benjamin le confesó que había llegado a Rusia como un bolchevique convencido y que se iba de allí como un monárquico.
Estas crónicas del viaje a Rusia de Joseph Roth son, como el relato de otros viajes, la descripción del viajero, la crónica de su viaje ideológico y de su desengaño.
Santos Domínguez