13/3/08

Los amantes de silicona


Javier Tomeo.
Los amantes de silicona.
Anagrama. Barcelona, 2008.


Siempre a medio camino entre lo previsible y lo sorprendente, Javier Tomeo acaba de publicar en Anagrama Los amantes de silicona.

Todo arranca de una situación trivial: un aburrido matrimonio de merceros, propietarios de una tienda de lencería fina, combate la monotonía en habitaciones separadas con sendos muñecos de silicona de última generación.

A partir de ese planteamiento, lo costumbrista se enriquece con un toque kafkiano de extravagancia o de disparate. Está aquí la mirada, más despiadada que irónica, del Valle-Inclán esperpéntico, porque la distancia narrativa es siempre en Tomeo la del narrador que descoyunta a sus criaturas y las maneja desde arriba como a marionetas.

Algo de esa distancia sarcástica hay en la elección de los nombres de la pareja real, Lupercia y Basilio; y un guiño kafkiano en sus apellidos, J. y K.

Como en el esperpento, como en otras obras de Tomeo, el tratamiento degradante de los personajes es paralelo a la personalización de los objetos, la casi humana pareja artificial, Marilyn y Big John, que salen literalmente del armario para dar rienda suelta a sus pulsiones eróticas para descrédito de sus dueños humanos.

Si en una novela anterior de Javier Tomeo Juan P tiraba por la ventana una muñeca hinchable ante su falta de respuestas, aquí los muñecos hinchables son autómatas de tercera generación, con capacidad de aprendizaje y de tomar iniciativas, de ejercer la infidelidad y de provocar crímenes pasionales.

Con su prosa tajante y directa, Tomeo vuelve a plantear una visión ácida de las relaciones humanas y de la soledad poniendo distancia no sólo con los personajes, sino con la narración, porque esta novela erótica se la manda en cinco entregas su viejo amigo Ramón M., lo que le permite al autor enjuiciar desde fuera la técnica narrativa, las incoherencias o la verosimilitud de un narrador ficticio que escribe esta “novelita de media distancia” con más vocación que talento.

En esta nueva novela corta Tomeo ha concentrado los rasgos característicos de su narrativa: el absurdo, el humor y una cierta crueldad que recuerda a Buñuel; con situaciones insólitas, cómicas y lamentables a la vez, que son una reflexión simbólica y amarga sobre la condición humana.

Sus personajes atípicos y excéntricos, solitarios e inestables vuelven a ser la base del relato, el punto de partida y de llegada de historias inverosímiles en las que Tomeo se maneja con soltura y una enorme economía verbal en la elaboración de los diálogos y las descripciones.

Comentaba el autor a propósito de La noche del lobo que la había escrito con gusto y de un tirón. Es probable que con esta novela, que se lee de un tirón y con gusto, haya ocurrido lo mismo, aunque la firme un Tomeo quizá más amargo.


Santos Domínguez