1/2/08

Los siete ahorcados


Leonid Andreiev.
Los siete ahorcados.
Traducción de Rafael Torres.
El Olivo Azul. Sevilla, 2007


Es la tarjeta de presentación de la editorial El Olivo Azul, que nace en Sevilla con la idea de editar libros singulares de autores -grandes, oscuros, invisibles, felices y torturados- de la literatura europea moderna y contemporánea.

Quizá con la única excepción de la felicidad, casi todas esas condiciones las cumple Leonid Andreiev (1871-1919), del que Narrativas del Olivo Azul publica dos novelas cortas, Los siete ahorcados y Un pensamiento, con excelentes traducciones de Rafael Torres.

Novelas cortas, pero de intensidad inusual, que exploran la zona oscura de unas vidas al límite, en la frontera de la muerte y de la locura a través de unos personajes que se mueven entre la lucidez y la brutalidad animal.

En Los siete ahorcados, cinco terroristas lanzadores de bombas y dos campesinos, delincuentes comunes, esperan la ejecución de su sentencia en la horca y recorren el espacio físico y moral que separa la sala de juicios de la celda y esta del patíbulo. En esa travesía, lo espacial se diluye y se convierte en un itinerario moral marcado por el tiempo, la piedad o el odio.

Entre el activista y el bandido, entre el idealista y la instintiva pulsión bestial, lo insoportable de esas situaciones extremas es el conocimiento de los plazos, la fijación de una fecha y una hora. Por eso tiene tanta importancia la espléndida descripción inicial del estado de ánimo del ministro al que se dirigía el atentado frustrado. La desazón se la produce la información de la hora a la que estaba prevista su muerte: la una en punto de la tarde.

Escrita en 1909, Los siete ahorcados es una novela de interiores en la que el espacio de la celda, el interior de la conciencia o el tiempo interior se superponen para construir una reflexión sobre la existencia. Una reflexión intensa que no da tregua al lector en la indagación de esas siete vidas ante la inminencia de la muerte: la fuerza de las situaciones, la dosificación de la materia narrativa en capítulos breves que concentran su tensión, la mirada introspectiva sobre la tenebrosa condición humana, son algunos de los rasgos de una narración que, dedicada a Tolstoi, tiene una evidente relación con la profundidad atormentada de Dostoievski.

Un pensamiento, la novela corta que completa esta edición, es una narración más temprana, en donde la influencia del maestro de Petersburgo se emparenta con el Poe de La caída de la casa Usher. En ella, a través de ocho cartas asistimos al monólogo de Kerzentshev, un médico asesino que reflexiona sobre sus crímenes en la frontera de la conciencia, entre la cordura y la locura, en otro descenso a la zona oscura de la maquinación y la maldad del criminal.

Más que su dudosa condición profética, lo que hace de Andreiev un autor importante –inmenso escritor lo llamó Kundera- es la actualidad de su mirada, que permite leerlo como un contemporáneo profundo y riguroso.

Un escritor rigurosamente contemporáneo que parece escribir desde la otra orilla, desde la nieve y la lucidez.

Santos Domínguez