12/2/08

Un plan de lectura para toda la vida



Clifton Fadiman y John S. Major.
Un plan de lectura para toda la vida.
La guía definitiva de lo que hay que leer.

Traducción de Pilar Adón, Marta Bris y Gloria Mengual.
Planeta. Barcelona, 2008



Es ya un clásico de un género al que pertenecen libros como la Biblioteca personal de Borges, Cómo leer y por qué, de Harold Bloom o las Cien cartas a un desconocido, de Roberto Calasso.

Se publicó por primera vez en Estados Unidos en 1960 firmado por Clifton Fadiman, que hizo cuatro revisiones de este plan. La última, que es la que se traduce en esta edición, contaba ya con la colaboración de John S. Major, se fechaba en 1998 y presentaba una selección de 133 autores, muchos de ellos representados con varios títulos, lo que multiplica la primera cifra por tres o por cuatro.

No era la única novedad importante. En un mundo cada vez más globalizado, se incorporaban libros de tradiciones ajenas al canon occidental y en un apéndice se ofrecía una ampliación de propuestas de lectura con autores del siglo XX a cargo de John S. Major.

Ahora se traduce por primera vez al español en esta edición preparada por Planeta a la que muy acertadamente se incorpora otro apéndice con las mejores traducciones disponibles en español de esos libros que tienen la condición de clásicos porque nos hablan por encima del tiempo y del espacio.

El Plan está diseñado -explica Fadiman- para llenar nuestras mentes —de forma lenta, gradual y sin coacciones— con lo que algunos de los más grandes escritores han pensado, sentido e imaginado. Y después de haber compartido estos pensamientos, sentimientos e imágenes, aún nos quedará mucho que aprender: todos morimos ignorantes. Pero al menos no nos sentiremos tan perdidos, tan desconcertados. Nos habremos liberado de lo meramente contemporáneo. Comprenderemos un poco mejor –no mucho, pero un poco— la posición que ocupamos en el tiempo y en el espacio.

Organizado en cinco secciones que responden a cinco grandes periodos culturales, están en este plan de lectura desde la anónima epopeya de Gilgames a García Márquez y el nigeriano Chinua Achebe. Pero que nadie espere un resumen sinóptico de grandes obras. Lo que va a encontrarse el lector es mucho más que eso: dos páginas escuetas, pero suficientes para incitar a la lectura de autores y textos de poesía, novela, ensayo o teatro.

No es mi deseo colmar de elogios este plan de lectura para toda la vida. No es mágico. No le convierte a uno automáticamente en una persona culta. No tiene la clave para los misterios fundamentales de la vida. No le hará feliz. Todos estos beneficios son los que suelen atribuir a sus productos los fabricantes de dentífricos, automóviles y desodorantes, pero no Platón, Dickens o Hemingway. El libro no le servirá más que para ayudarle a convertir su vida interior en algo más interesante, como lo hace una historia de amor o un proyecto que le exige toda su energía.

Como tantos otros, yo he ido leyendo estos libros, a ratos, durante toda mi larga vida. Una de las cosas que he descubierto es que resulta fácil decir que te hacen crecer, pero bastante difícil demostrárselo a los lectores más jóvenes. Tal vez es mejor decir que actúan como un líquido para revelar películas; es decir, que te hacen ser consciente de lo que no sabías que sabes. Más que instrumentos para la mejora personal, son instrumentos de descubrimiento personal. Esta idea no es mía. Se encuentra en Platón, que fue quien pensó en ello, como en otras muchas cuestiones, por primera vez. Sócrates se autodenominó «comadrona de ideas». Un buen libro suele ser eso, una comadrona que hace que salga a la luz lo que ha estado enrollado como un embrión en las oscuras profundidades del cerebro.

Luis E. Aldave