24/2/08

Un nido de bobos



John Ashbery y James Schuyler.
Un nido de bobos.
Traducción de David Colmenares y Gonzalo Torné.
Elipsis Ediciones. Barcelona, 2007.


John Ahsbery y James Schuyler, dos poetas del círculo de W. H. Auden, publicaron en 1969 A Nest of Ninnies, una novela que después de reeditarse varias veces en Estados Unidos y en Inglaterra publica en España Elipsis Ediciones con traducción de David Colmenares y Gonzalo Torné.

Un nido de bobos se sitúa a finales de los años 60 en la aburrida Kelton, una ciudad residencial que está a cincuenta kilómetros de Nueva York. En ese ambiente, al lado de una autopista de seis carriles, un grupo de personajes que están a medio camino entre La conjura de los necios y las comedias más desatadas de Woody Allen sobrellevan la vida con conversaciones grotescas, comidas y chismorreos, viajes y proyectos como este:

- ¿Cuál es tu plan a largo plazo, cariño? - lo animó la señora Bridgewater.
Víctor frunció el ceño mientras trataba de organizar sus ideas.
-Bueno,-dijo- los europeos están volviéndose locos por las antigüedades americanas. Claire está harta del asunto de los perfumes, pero no le gustaría abandonar los viajes. Así que el proyecto consiste en lo siguiente: abrir una tienda de antigüedades americanas en París. Claire será la encargada de las compras.
-Había oído hablar del proyecto de importar aceitunas a Andalucía -dijo el doctor Bridgewater- pero tu plan va a llevarse el primer premio.

No es Guerra y paz, evidentemente, pero el propósito de Ashbery y Schuyler probablemente tampoco iba más allá de divertirse con esta novela a dos manos, llena de situaciones disparatadas, de alusiones en clave y de sarcasmos. No puede uno evitar imaginarse a los autores escribiendo estos diálogos entre carcajadas mientras manejan a los personajes como si fueran marionetas y los miran desde arriba.

Su tono paródico es evidente desde un comienzo que recuerda a Alicia en el país de las maravillas o a Emma Bovary mientras se mira en el espejo y se pregunta por qué se casó. Pero su ironía no es la de una sátira social convencional, sino la de una novela de personajes que se construyen en el diálogo y viven en una conversación constante que no los salva de la incomunicación. Oír el parloteo vacío de sus conversaciones es conocerlos. Superficiales e infelices, frustrados y vacíos, triviales y turistas, agudos a veces, se echa de menos una mayor profundidad psicológica en sus caracteres. Incluso en los más importantes, Víctor y Alice, o Fabia y Marshall, falta esa profundidad.

Pero quizá ese no sea un defecto achacable a los autores, sino una carencia que distingue a esos personajes y sus vidas insustanciales, que en la segunda mitad de la novela se multiplican hasta convertir algunos capítulos en un camarote de los hermanos Marx o en un ruidoso gallinero.

Probablemente exageraba W. H. Auden cuando decía que Un nido de bobos estaba destinado a convertirse en un pequeño clásico contemporáneo. En todo caso es una novela divertida, con unos diálogos agilísimos tras los que todavía se oye la carcajada de John Ahsbery y James Schuyler mientras escribían este divertido pasatiempo.

Santos Domínguez