23/2/08

Rubén Darío, el libertador


Rubén Darío.
Obras Completas I. Poesía.
Edición de Julio Ortega y Nicanor Vélez.
Prólogo de José Emilio Pacheco.

Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores.
Barcelona, 2007.

El primer volumen de las Obras Completas de Rubén Darío, con su Poesía, es el resultado de un trabajo de más de tres años de Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores. Una edición dirigida por el crítico Julio Ortega, autor de la introducción general de la obra, que en este primer volumen incluye también un prólogo de José Emilio Pacheco sobre el Modernismo, sus temas y actitudes, sus raíces parnasianas y simbolistas, sobre sus claves musicales y sobre el diálogo entre Europa y América o entre tradición y modernidad del que surge la poesía de Rubén.

Su método de trabajo, según se deduce de sus manuscritos, se mueve siempre -como destaca Julio Ortega en su introducción- entre el balbuceo y la revelación, un método en el que subyace la naturaleza temporal del poema como proceso.

El estado precario de los borradores casi silvestres que Rubén envió a Juan Ramón Jiménez para que se los transcribiese, sitúa al nicaragüense en la tradición del poeta visionario que escribe con premura, mala letra y puntuación apresurada y asistemática. Darío escribe como el que transcribe algo que le viene revelado desde fuera de él, como quien escribe al dictado de una fuerza ajena y superior. Como un poseído y como un enajenado.

Porque Rubén no tiene sus referencias en el sistema de la lengua, ni en el nivel de la actualización del habla, sino en la musicalidad del idioma. A este tipo de esquemas rítmicos, no a los antedichos, se somete su poesía.

A la hora de organizar la edición de una obra tan extensa y compleja como la de Rubén, que ocupa un tomo de 1.200 páginas, Julio Ortega ha hecho una inteligente propuesta de lectura que no se rige por criterios cronológicos, sino estéticos.

De acuerdo con esos criterios, el volumen lo abre Azul, un libro maduro y renovador que tiene detrás un largo aprendizaje de más de setecientas páginas poéticas. La primera sección del libro muestra por tanto la obra mayor de Rubén, que además de Azul comprende Prosas profanas, Cantos de vida y esperanza, El canto errante, Poema del otoño y Canto a la Argentina.

Y de ahí a los libros de transición para remontarse luego a los primeros poemas y acabar con una recopilación de la enorme cantidad de poemas dispersos, escritos a lo largo de treinta años, entre 1886 y 1916, que el autor no quiso recoger en libros.

Rubén fue un moderno, no sólo un modernista, que concibió la literatura como una gran conversación. El diálogo fue -lo subraya Julio Ortega- su vocación y su teoría poética. Diálogo con otras culturas, con otras literaturas, con otras épocas, del que surge esa síntesis entre lo antiguo y lo moderno, entre lo francés y lo hispánico, entre lo europeo y lo americano.

Sin el influjo determinante de Rubén, autor de una obra que con Azul y Prosas profanas cambió el rumbo de la poesía española e hispanoamericana, no hubiera sido posible nada de lo que vino después. La importancia de la renovación métrica y rítmica, su revitalización de la lengua poética lo sitúan en un nivel de influencia comparable sólo con Garcilaso. Ambos son los límites que marcan un antes y un después en la poesía en español.

Lo explicaba de manera muy gráfica Danilo López en un reciente congreso sobre Rubén:

Rubén Darío inventó la rueda. Pero en vez de hacerla cuadrada, como todos la conocían, la hizo esférica. No redonda, como otros la inventarían después. Esférica.
Hay una diferencia entre la rueda redonda, que es una sección de cilindro o de esfera, y una esférica. La rueda redonda necesita que una fuerza la empuje para cambiar de dirección.

En cambio la rueda esférica, al menor impulso, tiene la capacidad de moverse en cualquier dirección. En infinitas direcciones. Y es por eso mismo más apta para explorar el campo de las infinitas posibilidades.


El alcance de la renovación va más allá de la mera métrica o de cuestiones rítmicas. Con autores como ellos es fácil comprender que la poesía es sobre todo cuestión de voz, es decir, de tono y de timbre. Desde Garcilaso no hay una renovación poética comparable en importancia y transcendencia a la del modernismo. Y es que si el toledano puso al español a dialogar con la poesía italiana y con Petrarca, Rubén la pone en contacto con la francesa a través de Hugo y de Verlaine, como Cernuda o Gil de Biedma harían luego con la poesía inglesa.

Todo lo renovó Darío - escribía Borges en 1967-: la materia, el vocabulario, la métrica, la magia peculiar de ciertas palabras, la sensibilidad del poeta y de sus lectores. Su labor no ha cesado ni cesará. Quienes alguna vez lo combatimos comprendemos hoy que lo continuamos. Lo podemos llamar libertador.

Y añadía: Variar la entonación de un idioma, afinar su música, es quizá la obra capital del poeta.

Santos Domínguez