23/10/07

Instante propicio, 1855


Patrik Ourednik.
Instante propicio, 1855.
Traducción de Kepa Luis Uharte Mendicoa.
Melusina Sic. Barcelona, 2007.


Patrik Ouředník (1957), poeta checo afincado en París desde 1985, es también narrador y ha traducido a Beckett, Vian, Queneau, Jarry, Rabelais.

En España, la editorial Tropismos había publicado Europeana, una breve historia del siglo XX, un libro que venía avalado por un considerable éxito internacional. A caballo entre la ficción y el ensayo, irónica y reflexiva, Europeana es una peculiar historia de Europa en el siglo XX escrita con mordacidad corrosiva.

Instante propicio, 1855, que acaba de publicar Melusina, es un libro complementario del anterior. En él Patrik Ourednik vuelve a unir la imaginación y la historia para escribir una desalentada sátira del fin de las utopías y de los atavismos totalitarios.

Un relato que se plantea como un diario que se inicia en marzo de 1904, cincuenta años después del fracaso de aquella aventuraque se llamó Fraternitas, una efímera colonia libertaria que fundó un grupo de ciento setenta europeos en medio de la jungla brasileña en 1855.

Quien deja testimonio en su diario es un sangrador y veterinario italiano, hijo bastardo de un abogado genovés en cuya casa servía su madre, que vuelve a su Pisa natal con el hijo recién nacido.

Pisa, Perugia, Génova, Lyon, Ginebra, Viena, Túnez, Cuneo componen la geografía de un aprendizaje vital y político que le lleva a colaborar en publicaciones anarquistas y a fundar en Brasil aquella comuna.

Cuando empieza el relato, como decíamos más arriba, hace ya mucho tiempo que ha fracasado la experiencia utópica y se ha impuesto el pesimismo:

El mundo es pura locura. El ser humano nace encadenado. En un mundo de rencor y miedo. En el frío, busca el camino de la putrefacción. Poca gente anhela convertirse en asesino, pero pocos rechazan matar. Sin una finalidad, el mal se arrastra por la Historia. Carros por senderos fangosos. No sé si comprender el mal hace más lúcido al ser humano. No sé si le hace a uno más fuerte para esperar la muerte. Sólo sé una cosa: aguardo la mía propia con calma, resignación y sin lástima.

Lo que se cuenta después es la crónica de aquel fracaso cuyas raíces están en el relato del viaje desde Europa entre enero y abril de 1855.

Desde la llegada a Brasil hasta el 15 de octubre se interrumpe un relato que se cierra con la transcripción de un sueño:

Mi madre señalaba una tumba y decía Ahora vivo aquí, y luego señalaba otra y decía Aquí vives tú, ahora nos veremos más a menudo. Yo quería cogerla de la mano, pero no podía. Luego empezaba a hundirse en la tierra, pero no daba impresión de estar ni asustada ni sorprendida, me miraba con seriedad, quizá también un poco severa, y desaparecía en la tierra, y cuando ya sólo le asomaba la cabeza, cerraba los ojos y desaparecía entera. Ya llevamos aquí seis meses. Decio ha vuelto a la colonia, ha traído un hacha y quería cortar el poste del patio en el que ondea la bandera rojinegra. Trajo con él a una docena de antiguos colonos y algunos indios, uno de ellos reía todo el tiempo y agitaba su machete. Casi todos estaban borrachos.

Luis E. Aldave