27/10/07

El condenado a vivir

Klaus Mann.
El condenado a vivir.
Traducción de Luis Bonmatí.
El Nadir. Valencia, 2006.

La editorial valenciana El Nadir hace en su catálogo y en su nombre una apuesta por aquellos autores marginales, olvidados o malditos cuyas obras, muchas veces inéditas en español, son fundamentales para comprender la modernidad y sus márgenes.

Uno de esos autores, morfinómano y culto, homosexual y lúcido, es Klaus Mann, del que han publicado dos libros muy distintos pero complementarios: El condenado a vivir, una colección de artículos y ensayos que se traducen por primera vez, y Encuentro en el infinito, una novela inédita hasta ahora en español.

Con más lucidez que talento, a Klaus Mann (1906-1949) le persiguió la sombra de su padre hasta su suicidio en Cannes. Thomas Mann le escribía unos días después a Hermann Hesse:

Mis relaciones con él fueron difíciles y no exentas de un sentimiento de culpabilidad dado que mi existencia desplegaba una sombra sobre la suya. Él trabajaba muy rápido y muy fácilmente; eso explica los errores y las negligencias de sus libros.


El condenado a vivir reúne un conjunto heterogéneo de veintiséis textos -artículos, ensayos breves y un par de poemas- que dan una imagen muy certera de la lucidez intelectual y las obsesiones de un ser tan problemático y angustiado como Klaus Mann, más dotado para el rigor intelectual del análisis que para la pura creación.

Escritos entre 1930 y 1949, en unos años cruciales en su vida y en la historia de Alemania, reflejan el ascenso del nazismo y predicen la proximidad de las catástrofes públicas y privadas que marcaron su vida y la historia de Europa. Klaus Mann se revela en ellos como uno de los intelectuales que mejor y más rápidamente comprendieron que estaban asistiendo al fin de una época, de una idea de Europa y a la crisis definitiva de unos modelos culturales que iban a dejar paso al desfile de los bárbaros. Había llegado la hora de los asesinos que pronosticó Rimbaud y evocaba Mann.

Entre el análisis diagnóstico y el presentimiento de una realidad que confirmaría sus peores pronósticos, estos textos son el testimonio lúcido y doloroso de aquel tiempo, la crónica de una crisis personal, social y política en la que lo exterior se proyecta en el escritor, que a su vez contempla esa realidad como una ampliación de su existencia problemática.

Todo acaba configurando la crónica de una decepción, dibujando un paisaje de catástrofes colectivas y angustias íntimas de quien se ve a sí mismo como un ser aparte que tiene en el aislamiento, la soledad y la distancia la atalaya privilegiada de su lucidez desilusionada y profética.

En Suicidas, un texto de 1931, Klaus Mann parece tener una premonición de su propia muerte en Cannes, dieciocho años después: Un amigo mío, Wolfgang D., se mató en Cannes con un arma de fuego. Le gustaba mucho Francia, sobre todo el Midi; creo que fue a propósito allí para morir.

Y esa, la obsesión creciente por la muerte como la única patria y la autodestrucción como el ángel redentor, es una de las fuerzas temáticas de estos textos, en la variante de la necrológica o en la repetida alusión al suicidio del Himno a la muerte, uno de los mejores artículos del libro, o en La última decisión (1941-42), donde escribe:

El hijo de un famoso novelista se suicida a causa del fracaso de su revista /.../ El primogénito de un premio Nobel, decepcionado por el fracaso de una revista literaria, se suicida. (...)
Tuve que abandonar la revista. Y deseo morir porque era -porque soy- incapaz de afrontar y de soportar la exorbitante acumulación de mediocridad y maldad, ignorancia y holgazanería egoísta que rigen el mundo y este país.

A medida que van pasando los años, el suicidio se acaba convirtiendo en el tema dominante, a propósito de dos escritores suicidas, como Zweig y Virginia Woolf.

El libro se cierra con el que posiblemente es el ensayo más sólido de Klaus Mann, La crisis del espíritu europeo, un texto que se publicó al mes de su muerte y que es su testamento intelectual, su última reflexión sobre el papel de los intelectuales europeos de la posguerra.

Santos Domínguez