Andrés Sánchez Robayna.
Por el gran mar.
Galaxia Gutenberg. Barcerlona, 2019.
Y regresan también, como llevados
por el viento que mueve las aguas del origen,
el calor de tu cuerpo, una presencia pura,
los pétalos, París, el resonante estaño,
la mañana extendida de las fulguraciones
y la noche del baile en el salón, a solas,
tú yo, y el cementerio junto al mar,
los pasos extraviados en la tarde,
el fuego bajo el agua y la abubilla,
el futuro que fluye hasta nosotros
y poco a poco se hunde en el pasado
y es el presente, dados en las manos
de un niño, astros que giran en sus órbitas,
oleaje sin fin, juego de olas del tiempo.
Con esa estrofa se cierra uno de los treinta y cinco poemas del espléndido Por el gran mar, que Andrés Sánchez Robayna publica en la nueva colección de poesía de bolsillo de Galaxia Gutenberg.
Treinta y cinco poemas atravesados por la memoria y el deseo: una “memoria de los rostros, los días y las noches” y un “deseo sin fin” que articulan este libro en el que el pasado vuelve en una ola desde el origen y “se desliza sin fin desde el mar de la infancia” para devolver la luz del tiempo y la presencia.
Luz del tiempo y presencias que regresan con la vibración del bronce en las campanas:
¿Cómo puede, ahora, el júbilo
de bronce en mí sonar, más interior
que lo mío más íntimo?
Habito la campana y el tañido
igual que ellos me habitan,
trozo de duración disipado en lo eterno.
Ese tañido de las campanas que suena en todo el libro, “más allá de los astros, / más allá de su oscura / rotación / en lo eterno” es el resorte que impulsa el recuerdo que “me lleva hasta un lugar al que regreso / no en el presente, sino en la presencia.”
Una función parecida cumple el ave que “volaba / en lo más hondo / del no saber”, una evocación sanjuanista que se convierte en símbolo de una poesía contemplativa en la que se unen la luz y la oscuridad, lo visible y lo invisible en el fuego que arde bajo el agua y en el don de la ignorancia previa a la revelación de lo invisible, porque “belleza e ignorancia se funden en nosotros”, “igual que en la ignorancia / sentimos allá arriba la luz, incomprensible.”
Poesía que “atraviesa lo visible /.../ y lo invisible, entonces, muestra su realidad”, indagación en lo oscuro con palabras que “en su solo latido, traspasan la materia del mundo” y son el instrumento de revelación de la armonía, la expresión de “una gota, solamente / de eternidad filtrada por el tiempo.”
Tañidos que “son un fuego en el aire” /..../ “ese fuego que alumbra la oscuridad del mundo” y que suenan insistentes y luminosos en Por el gran mar, sobre el telón de fondo insular y atlántico que cierra el libro:
Miro el sol en las aguas que destellan,
la espuma diluida en el azul extenso,
la circunvolución de las nubes de otoño,
el mar del que venimos y al que regresaremos.
La gaviota solar cruza la tarde,
hiende el aire errabundo, el cielo yerto.
Y la mirada va con ella, ciega,
bajo el cielo combado, por el gran mar del tiempo.
Santos Domínguez