Dos antologías bilingües –La belleza de las armas, de Robert Bringhurts, y El claroscuro del pingüino, de Mary Jo Bang- son los últimos títulos que se incorporan al catálogo de Kriller 71 Ediciones
Su colección de poesía, dirigida con pasión y convencimiento por Aníbal Cristobo y apoyada por un consejo asesor del que forma parte Edgardo Dobry, tiene ya seis volúmenes que revelan la consistencia de un proyecto editorial que aúna calidad y nuevas propuestas que cuestionan el canon o lo amplían, según se mire.
Dos poetas norteamericanos, y antes dos brasileños –Paulo Lemisnki y Arnaldo Antunes- y antes aún, abriendo la colección, dos poetas hispanoamericanos, María Rosa Maldonado y Antonio Cisneros. Poetas de una indiscutible calidad, y sin embargo poco o nada conocidos en España.
Y como en el final está el principio, empecemos por Antonio Cisneros (Perú, 1942), inédito en España hasta que su Como higuera en un campo de golf inauguraba –cuarenta años después de su primera edición-, con su exploración del vacío y la libertad ante el abismo, esta valiente colección.
En esa primera entrega le acompañaba Atzavara, de María Rosa Maldonado, nacida en Barcelona en 1944, afincada desde niña en Buenos Aires y autora de una obra inusualmente intensa marcada por su mirada oriental y por la precisión verbal de sus potentes imágenes. La concentración y una extrema libertad expresiva conviven en unos textos de los que el lector sale con la sensación de haber accedido a una nueva experiencia en los límites de lo real y de lo poético:
tres secos golpes de alas (más pájaro que mariposa) dentro del corazón
y luciérnagas
unas pocas y débiles luciérnagas encendiendo y apagando sus
fanalitos
por la tupida oscuridad de la cabeza
no hay aire -ni dolor- en la cerrada mansión de la durmiente
Paulo Leminski (Curitiba, 1944-1989) es uno de los poetas brasileños más reconocidos de los ochenta y sin embargo su obra no había sido editada en España hasta este año, en que Kriller71 ha publicado Yo iba a ser Homero, una antología poética presentada por un prólogo de Manoel Ricardo de Lima -La poesía-pensamiento de Paulo Leminski-, con selección y traducción de Aníbal Cristobo, que ha reunido muestras abundantes y significativas de Caprichos&Relajos y de los póstumos Distraídos venceremos y La vie en close.
Como “un Rimbaud brasileño” se definió una vez a este poeta rompedor y muerto prematuro que en uno de los poemas de esta antología, Límites a la deriva, define la poesía como la libertad de mi lenguaje y que dejó escritos versos como estos:
un día de estos quiero ser
un gran poeta inglés
del siglo pasado
decir
oh cielo oh mar oh clan oh destino
luchar en la india en 1866
y desaparecer en un naufragio clandestino
Se emparejaba ese volumen con la edición de la poesía experimental de Arnaldo Antunes (Sao Paulo, 1960) recogida en la antología poética Instanto, en el que se encartaba también el CD Deslímites. Se reunía así este mismo año una muestra significativa -seleccionada y traducida por Reynaldo Jiménez e Ivana Vollaro- de la obra de este poeta y músico brasileño y del valor creativo de su palabra en libertad.
Más reciente es otra primicia editorial: la primera traducción al español de la poesía del canadiense Robert Bringhurst (Los Angeles, 1946) en La belleza de las armas, la antología bilingüe que ha preparado el propio autor con textos escritos entre 1972 y 1982. Traducidos por Marta del Pozo y Aníbal Cristobo y prologados por Nacho Fernández R., estos poemas descubren al lector el asombroso mundo literario de un poeta, tipógrafo, traductor y ensayista que incorpora a su descarnado y extenso universo literario el conocimiento de diversas tradiciones.
Desde la tradición oral homérica a la bíblica, desde la mediterránea a la oriental, Bringhurst reúne el ímpetu interpretativo de los presocráticos con una lección de botánica en las montañas de Malasia y a Antígona con Heidegger. Esta generosa antología funde canción y parábola, vida y literatura, ciencia y filosofía en la voz personalísima de Bringhurst, como en el comienzo de su Muerte en el agua:
No fue su rostro ni rostro
alguno lo que Narciso vio
en el agua. Fue la ausencia
de rostros allí. Fue la profunda claridad
de ese lago azul al que continuaba
regresando, y que continuaba regresando
a él mientras él se acercaba, avanzando
hacía allí octubre tras octubre,
cada tarde,
huyendo del verano sin salida al mar,
huyendo de los brazos de su voz,
huyendo de sus palabras.
Distinto es el caso de Mary Jo Bang (Missouri, 1946), de quien Bartleby publicó hace tres años Elegía, el libro que escribió a la muerte de su hijo. La antología El claroscuro del pingüino, seleccionada y traducida por Patricio Grinberg y Aníbal Cristobo, ofrece un recorrido por su obra editada hasta la actualidad e incorpora además al comienzo del volumen algunos poemas inéditos de su próximo libro, The Last Two Seconds, que aparecerá el año que viene.
Prologados por Luna Miguel, los poemas de esta amplia muestra permiten conocer una Mary Jo Bang luminosa y sorprendente, que entre la memoria y la imaginación, entre el erotismo y la mirada a la naturaleza, se aleja del tono elegiaco de su único libro conocido hasta ahora en España.
Se levanta de la silla, desaparece
de la vista. Nunca cuelgues un revólver en la pared
en el Acto I, a menos que planees
que alguien lo dispare en el último acto. Deja
al niño jugando en el patio de atrás; al perro,
suspirando en el porche; se sube al coche.
Ha estudiado literatura rusa. Ahora,
levanta la cámara hasta sus ojos.