José Antonio Muñoz Rojas
La alacena olvidada.
Obra Completa en verso.
Estudio y edición de Clara Martínez Mesa
Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales.
Pre-Textos. Valencia, 2008.
Como un puente tendido sobre el abismo definió Luis Rosales la poesía de José Antonio Muñoz Rojas (Antequera, 1909).
Para celebrar los 99 años de este magnífico poeta, un clásico contemporáneo y discreto, Pre-Textos y la Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales publican La alacena olvidada, un volumen que reúne su Obra Completa en verso, autorizada y revisada minuciosamente por el autor.
La edición y el estudio inicial son de Clara Martínez Mesa, que se ha ocupado por extenso de la organización y el estudio de la poesía de Muñoz Rojas en su reciente tesis doctoral, leída en la Universidad de Granada.
Como resultado de años de trabajo y revisión de los archivos de Muñoz Rojas, además de sus libros de poesía, entre Versos de retorno (1929) y La voz que me llama (2005), se incorporan en esta edición varios textos inéditos y otros poemas sueltos, aislados y olvidados que aparecieron en revistas o en publicaciones de difícil acceso.
A lo largo de ochenta años de actividad literaria, Muñoz Rojas ha ido construyendo una obra caracterizada por la variedad de temas y de registros estilísticos: la poesía religiosa, los sonetos de amor, la melancolía y la contemplación de la naturaleza, la reflexión metafísica y metapoética en una constante interrelación de vida y escritura, lo que le da a su obra un característico tono confesional.
Como Miguel Hernández, y más claramente que otros miembros del grupo del 36, Muñoz Rojas ocupa un lugar de transición entre el 27 y la poesía arraigada de la posguerra. Hay en sus primeros libros algo de epigonal: en el toque lorquiano de los Versos de retorno, en el juego de neopopularismo y ultraísmo de Ardiente jinete y Canciones, en la influencia de Aleixandre y Góngora.
Ya en la posguerra vino la colaboración con la revista Escorial, la poesía arraigada de Al dulce son de Dios y la sonetería inevitable y apócrifa de los Sonetos de amor por un autor indiferente.
A partir de Abril del alma y de Consolaciones, Muñoz Rojas, traductor -es decir, lector privilegiado- de los metafísicos ingleses, de Wordsworth, Eliot o Dylan Thomas, empieza a levantar una obra de voz personal, en la que se funden lo coloquial con lo metafísico, el lirismo y la meditación, lo tradicional y lo moderno, lo humorístico con lo religioso para expresarse desde una palabra sobria en su levedad estilística, en su aparente naturalidad.
El campo, el mes de abril, Rosa, la Alhajuela son algunos de los cimientos de su mundo poético y el objeto de una contemplación de la realidad exterior y del complejo mundo interior de los sentimientos o los recuerdos.
Con los Cantos a Rosa, una de sus obras más conocidas, culmina lo que Muñoz Rojas ha denominado su etapa optimista, que quizá tenga una continuidad en el excelente Lugares del corazón.
Luego, la perplejidad, el desengaño de Oscuridad adentro, Objetos perdidos o La voz que me llama, en los que el mundo es misterio y fascinación, una mezcla de luz y sombra y la poesía es salvación del presente que cristaliza en la revelación de la belleza, en unos textos que tras su aparente sencillez admiten varios niveles de lectura, en la búsqueda de la palabra verdadera y de la autenticidad poética:
Jugando con palabras siempre estoy
sin saber dónde terminan por llevarme,
sabiendo que son nada y en nada quedan
salvo que la verdad, que es suya, las pronuncie.
Como si Soto de Rojas hubiera leído a Keats, hay en Muñoz Rojas un sentimiento del paisaje que enlaza con la poesía barroca granadina y antequerana, como en esta Elegía de La Alhajuela, de La voz que me llama:
Con la poesía de Muñoz Rojas se inició la espléndida colección de poesía Ciudad del Paraíso, que publica el Ayuntamiento de Málaga. Era la primera recopilación seria, editada y prologada por Cristóbal Cuevas, de la obra de un clásico contemporáneo entre 1929 y 1980, es decir, hasta Oscuridad adentro. Con ese libro empezó a rescatarse su obra, a sacar del olvido el abundante material inédito que Muñoz Rojas no había publicado.
Y ahora, con La alacena olvidada, el primer volumen de la nueva colección Clásicos contemporáneos, culmina el proceso de edición y recuperación de la obra de Muñoz Rojas por parte de Pre-Textos de la mano de Manuel Borrás y Manuel Ramírez. Es la primera parte de la edición de su obra completa, a la que seguirá un segundo tomo con libros de prosa tan destilada como la de Las cosas del campo, Las musarañas o Las sombras.
Para celebrar los 99 años de este magnífico poeta, un clásico contemporáneo y discreto, Pre-Textos y la Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales publican La alacena olvidada, un volumen que reúne su Obra Completa en verso, autorizada y revisada minuciosamente por el autor.
La edición y el estudio inicial son de Clara Martínez Mesa, que se ha ocupado por extenso de la organización y el estudio de la poesía de Muñoz Rojas en su reciente tesis doctoral, leída en la Universidad de Granada.
Como resultado de años de trabajo y revisión de los archivos de Muñoz Rojas, además de sus libros de poesía, entre Versos de retorno (1929) y La voz que me llama (2005), se incorporan en esta edición varios textos inéditos y otros poemas sueltos, aislados y olvidados que aparecieron en revistas o en publicaciones de difícil acceso.
A lo largo de ochenta años de actividad literaria, Muñoz Rojas ha ido construyendo una obra caracterizada por la variedad de temas y de registros estilísticos: la poesía religiosa, los sonetos de amor, la melancolía y la contemplación de la naturaleza, la reflexión metafísica y metapoética en una constante interrelación de vida y escritura, lo que le da a su obra un característico tono confesional.
Como Miguel Hernández, y más claramente que otros miembros del grupo del 36, Muñoz Rojas ocupa un lugar de transición entre el 27 y la poesía arraigada de la posguerra. Hay en sus primeros libros algo de epigonal: en el toque lorquiano de los Versos de retorno, en el juego de neopopularismo y ultraísmo de Ardiente jinete y Canciones, en la influencia de Aleixandre y Góngora.
Ya en la posguerra vino la colaboración con la revista Escorial, la poesía arraigada de Al dulce son de Dios y la sonetería inevitable y apócrifa de los Sonetos de amor por un autor indiferente.
A partir de Abril del alma y de Consolaciones, Muñoz Rojas, traductor -es decir, lector privilegiado- de los metafísicos ingleses, de Wordsworth, Eliot o Dylan Thomas, empieza a levantar una obra de voz personal, en la que se funden lo coloquial con lo metafísico, el lirismo y la meditación, lo tradicional y lo moderno, lo humorístico con lo religioso para expresarse desde una palabra sobria en su levedad estilística, en su aparente naturalidad.
El campo, el mes de abril, Rosa, la Alhajuela son algunos de los cimientos de su mundo poético y el objeto de una contemplación de la realidad exterior y del complejo mundo interior de los sentimientos o los recuerdos.
Con los Cantos a Rosa, una de sus obras más conocidas, culmina lo que Muñoz Rojas ha denominado su etapa optimista, que quizá tenga una continuidad en el excelente Lugares del corazón.
Luego, la perplejidad, el desengaño de Oscuridad adentro, Objetos perdidos o La voz que me llama, en los que el mundo es misterio y fascinación, una mezcla de luz y sombra y la poesía es salvación del presente que cristaliza en la revelación de la belleza, en unos textos que tras su aparente sencillez admiten varios niveles de lectura, en la búsqueda de la palabra verdadera y de la autenticidad poética:
Jugando con palabras siempre estoy
sin saber dónde terminan por llevarme,
sabiendo que son nada y en nada quedan
salvo que la verdad, que es suya, las pronuncie.
Como si Soto de Rojas hubiera leído a Keats, hay en Muñoz Rojas un sentimiento del paisaje que enlaza con la poesía barroca granadina y antequerana, como en esta Elegía de La Alhajuela, de La voz que me llama:
y el ruiseñor en la breña, y el culantro
que huele todavía en el agua corriendo.
que huele todavía en el agua corriendo.
Con la poesía de Muñoz Rojas se inició la espléndida colección de poesía Ciudad del Paraíso, que publica el Ayuntamiento de Málaga. Era la primera recopilación seria, editada y prologada por Cristóbal Cuevas, de la obra de un clásico contemporáneo entre 1929 y 1980, es decir, hasta Oscuridad adentro. Con ese libro empezó a rescatarse su obra, a sacar del olvido el abundante material inédito que Muñoz Rojas no había publicado.
Y ahora, con La alacena olvidada, el primer volumen de la nueva colección Clásicos contemporáneos, culmina el proceso de edición y recuperación de la obra de Muñoz Rojas por parte de Pre-Textos de la mano de Manuel Borrás y Manuel Ramírez. Es la primera parte de la edición de su obra completa, a la que seguirá un segundo tomo con libros de prosa tan destilada como la de Las cosas del campo, Las musarañas o Las sombras.
Santos Domínguez