Anna Caballé.
El bolso de Ana Karenina.
Península. Barcelona, 2008.
El bolso de Ana Karenina.
Península. Barcelona, 2008.
Vladimir Nabokov solía preparar meticulosamente las clases que sobre literatura rusa impartía en universidades norteamericanas. Con el mismo grado de detalle, con la minuciosidad previsible del entomólogo paciente y detallista que fue Nabokov, el autor de Lolita preparaba sus exámenes, en uno de los cuales sus alumnos debían elaborar un listado con el contenido del bolso rojo que Ana Karenina tira un momento antes de arrojarse a las vías del tren.
Pues bien: ese bolso femenino es el punto de partida, la imagen que está en el origen de una colección de semblanzas femeninas que la profesora Anna Caballé reúne en un volumen publicado por Ediciones Península.
El bolso femenino, que pertenece al ámbito de lo privado, de lo secreto incluso, de aquello que no está expuesto a la mirada ajena, está en el cruce entre lo exterior y lo interior, entre lo público y lo íntimo, como lo están también estas casi cincuenta semblanzas de vidas femeninas que contiene el equipaje particular de la autora.
Anna Caballé, una especialista en biografías, especialmente en estos esbozos breves, recoge en este tomo las ráfagas de vida de mujeres de distintas épocas y lugares, de diversa extracción social y variadas dedicaciones, aunque predominan entre ellas las que se dedicaron a la literatura o a otras actividades artísticas o culturales.
Pongamos algunos ejemplos: Anna Ajmátova, la poeta que llora, los ojos de Hanna Arendt, o los colores de la tragedia de María Callas, la granja africana de Isak Dinesen o la sombra eficaz de Freud, el sufrimiento de Janis Joplin y la mano tendida de Clarice Lispector, el misterio de Alejandra Pizarnik, una necrológica de Susan Sontag, la pasión por los ficheros de María Moliner o la vida pensada por María Zambrano.
Mujeres muy distintas y con distinta suerte en la vida, felices o desgraciadas, independientes o sumisas, admirables o dignas de compasión.
En Ana Karenina, escribía Tolstoi que todas las familias felices se parecen y sólo las desgraciadas lo son a su manera. Con las mujeres – y con los hombres, naturalmente- ocurre lo mismo. El bolso de Ana Karenina contiene una enorme variedad de vidas, más desgraciadas que felices, todas profundamente individualizadas en estas semblanzas ágiles y brillantes que ha escrito Anna Caballé.
Pues bien: ese bolso femenino es el punto de partida, la imagen que está en el origen de una colección de semblanzas femeninas que la profesora Anna Caballé reúne en un volumen publicado por Ediciones Península.
El bolso femenino, que pertenece al ámbito de lo privado, de lo secreto incluso, de aquello que no está expuesto a la mirada ajena, está en el cruce entre lo exterior y lo interior, entre lo público y lo íntimo, como lo están también estas casi cincuenta semblanzas de vidas femeninas que contiene el equipaje particular de la autora.
Anna Caballé, una especialista en biografías, especialmente en estos esbozos breves, recoge en este tomo las ráfagas de vida de mujeres de distintas épocas y lugares, de diversa extracción social y variadas dedicaciones, aunque predominan entre ellas las que se dedicaron a la literatura o a otras actividades artísticas o culturales.
Pongamos algunos ejemplos: Anna Ajmátova, la poeta que llora, los ojos de Hanna Arendt, o los colores de la tragedia de María Callas, la granja africana de Isak Dinesen o la sombra eficaz de Freud, el sufrimiento de Janis Joplin y la mano tendida de Clarice Lispector, el misterio de Alejandra Pizarnik, una necrológica de Susan Sontag, la pasión por los ficheros de María Moliner o la vida pensada por María Zambrano.
Mujeres muy distintas y con distinta suerte en la vida, felices o desgraciadas, independientes o sumisas, admirables o dignas de compasión.
En Ana Karenina, escribía Tolstoi que todas las familias felices se parecen y sólo las desgraciadas lo son a su manera. Con las mujeres – y con los hombres, naturalmente- ocurre lo mismo. El bolso de Ana Karenina contiene una enorme variedad de vidas, más desgraciadas que felices, todas profundamente individualizadas en estas semblanzas ágiles y brillantes que ha escrito Anna Caballé.
Mayra Vela