Iris Murdoch.
El príncipe negro.
Traducción de Camila Batlles.
Introducción de Álvaro Pombo.
Lumen. Barcelona, 2007.
El príncipe negro.
Traducción de Camila Batlles.
Introducción de Álvaro Pombo.
Lumen. Barcelona, 2007.
Como una historia de amor por su forma y por su esencia define en su prólogo el ficticio editor P. A. Loxias El príncipe negro, una de las mejores novelas de Iris Murdoch (1919-1999) que edita Lumen con una buena traducción de Camila Batlles.
Es la del editor una voz desdoblada de la de la autora, que utiliza aquí una variante de la vieja y productiva técnica del manuscrito encontrado para contar una historia y reflexionar sobre el perspectivismo narrativo. Que el arte es una fatalidad, una gloria o una maldición son afirmaciones que hay que atribuir más a Iris Murdoch que a este personaje de ficción que presenta la novela y la despide.
No acaba ahí el ejercicio de ventriloquía. El príncipe negro, subtitulada Una celebración del amor, es una novela de forma autobiográfica que firma Bradley Pearson, como el prólogo en el que explica desde otra perspectiva el sentido de la novela, del arte y de la vida.
Se cuenta aquí la historia de una amistad íntima con el convencimiento de que todo artista es un amante desgraciado que necesita contar su historia. La idea de que lo que tiene valor es secreto o la afirmación de que todo arte trata de lo absurdo y aspira a lo simple están en la base de esta excelente novela narrada por un escritor minoritario en busca de la verdad y en crisis creativa y de existencia anodina hasta que se produce un drama.
La historia de Bradley Pearson contada por él mismo es, pues, el motor narrativo de El príncipe negro. Una historia que comienza en el momento en que Arnold Baffin me telefoneó y dijo: "Bradley, ¿podrías venir, por favor? Creo que acabo de matar a mi mujer.”
Desde ese primer párrafo hasta el final, sin tregua ni sosiego, la novela cumple ejemplarmente un rasgo que Álvaro Pombo destaca en el texto introductorio, Recordando a Iris: la virtud de interesar al lector, incapaz de dejar ya la lectura hasta el final.
La difícil coexistencia de dos escritores y la historia de las relaciones entre Arnold Baffin, autor famoso, comercial y prolífico frente a su protector, Bradley Pearson, minoritario y en crisis personal y creativa, forma la parte sustancial de la trama.
Los prólogos y apéndices, con cuatro epílogos de otros tantos personajes que matizan la acción y la presentan desde otro punto de vista, también interesado, crea una confluencia de perspectivas que le da profundidad a esta novela de ideas y de personajes.
Ese cruce de perspectivas se produce cuando los personajes interpretan la novela y dan su versión de los hechos tras haber leído el manuscrito que les ha facilitado el editor, que cierra la obra con un último epílogo y esta frase de cierre, en la que reaparece al fondo la voz de Iris Murdoch:
Y más allá del arte, se lo aseguro a ustedes, no hay nada.
Es la del editor una voz desdoblada de la de la autora, que utiliza aquí una variante de la vieja y productiva técnica del manuscrito encontrado para contar una historia y reflexionar sobre el perspectivismo narrativo. Que el arte es una fatalidad, una gloria o una maldición son afirmaciones que hay que atribuir más a Iris Murdoch que a este personaje de ficción que presenta la novela y la despide.
No acaba ahí el ejercicio de ventriloquía. El príncipe negro, subtitulada Una celebración del amor, es una novela de forma autobiográfica que firma Bradley Pearson, como el prólogo en el que explica desde otra perspectiva el sentido de la novela, del arte y de la vida.
Se cuenta aquí la historia de una amistad íntima con el convencimiento de que todo artista es un amante desgraciado que necesita contar su historia. La idea de que lo que tiene valor es secreto o la afirmación de que todo arte trata de lo absurdo y aspira a lo simple están en la base de esta excelente novela narrada por un escritor minoritario en busca de la verdad y en crisis creativa y de existencia anodina hasta que se produce un drama.
La historia de Bradley Pearson contada por él mismo es, pues, el motor narrativo de El príncipe negro. Una historia que comienza en el momento en que Arnold Baffin me telefoneó y dijo: "Bradley, ¿podrías venir, por favor? Creo que acabo de matar a mi mujer.”
Desde ese primer párrafo hasta el final, sin tregua ni sosiego, la novela cumple ejemplarmente un rasgo que Álvaro Pombo destaca en el texto introductorio, Recordando a Iris: la virtud de interesar al lector, incapaz de dejar ya la lectura hasta el final.
La difícil coexistencia de dos escritores y la historia de las relaciones entre Arnold Baffin, autor famoso, comercial y prolífico frente a su protector, Bradley Pearson, minoritario y en crisis personal y creativa, forma la parte sustancial de la trama.
Los prólogos y apéndices, con cuatro epílogos de otros tantos personajes que matizan la acción y la presentan desde otro punto de vista, también interesado, crea una confluencia de perspectivas que le da profundidad a esta novela de ideas y de personajes.
Ese cruce de perspectivas se produce cuando los personajes interpretan la novela y dan su versión de los hechos tras haber leído el manuscrito que les ha facilitado el editor, que cierra la obra con un último epílogo y esta frase de cierre, en la que reaparece al fondo la voz de Iris Murdoch:
Y más allá del arte, se lo aseguro a ustedes, no hay nada.
Santos Domínguez