Claudio Magris.
Así que Usted comprenderá.
Traducción de José Ángel González Sainz.
Anagrama. Barcelona, 2007.
Así que Usted comprenderá.
Traducción de José Ángel González Sainz.
Anagrama. Barcelona, 2007.
Como Garcilaso, como Petrarca o Rilke, Claudio Magris hace su particular bajada a los infiernos y visita el mito órfico para reconocerse en él con el temblor de quien mira su rostro reflejado en el agua.
Sobre el mito de Orfeo y Eurídice se proyecta el recuerdo de la esposa muerta en este texto intenso y conmovedor que está planteado a primera vista como un monólogo de Eurídice/Marisa Madieri. Sólo a primera vista porque, después de que Magris le cede su voz a Eurídice, con frecuencia esa voz femenina le cede la palabra a Orfeo/Magris en esta reflexión sobre el tiempo y sus destrucciones, sobre el recuerdo doloroso, en un texto de homenaje y rememoración en el que el mito adquiere todo su sentido.
Y ante eso la respuesta es no la resignación, pero sí la salvación por la literatura, convertida en un bálsamo que alivia la quemazón de una herida que no va a cicatrizar nunca. Allí donde la música era consuelo para Orfeo, aquí lo es la literatura; el infierno es una Casa de Reposo, Hades, el Presidente de la fundación que la administra y la muerte, el reino del silencio o del murmullo, no sólo de las sombras.
La música secreta y órfica es aquí la palabra que rescata a la amada del olvido y de las sombras de la memoria. Esa resurrección con la palabra es el milagro que opera aquí la literatura de un Magris emocionado y desvalido, de expresión contenida y dolorido sentir que sin embargo no renuncia al flagelo de la autoironía o el sarcasmo y hace también la purga de su corazón:
No, no había venido para salvarme, sino para que le salvaran. ¿Cómo podré cantar mis canciones en tierra extranjera?, me decía. Era yo su tierra perdida, la savia de su floración, de su vida. Había venido para rescatar su tierra, de donde habia sido exiliado.
La traducción española de José Ángel González Sainz que edita Anagrama incorpora como apéndice dos epílogos que son dos reseñas que aparecieron cuando se publicó en Italia este Lei dunque capirà de un Magris duro y tierno a la vez, para recreo de los amigos de las paradojas, y un Orfeo que rescata a Eurídice con un permiso excepcional, al que renuncia ella a última hora en este párrafo inolvidable que cierra el monólogo:
Así que Usted comprenderá, señor Presidente, por qué, cuando estábamos ya cerca de las puertas, le llamé con voz fuerte y segura, la voz de cuando era joven, en el otro lado, y él -yo sabía que no resistiría- se dio la vuelta, mientras yo sentía que me iba para atrás como absorbida, ligera, cada vez más ligera, una figurilla de papel al viento, una sombra que se alarga se retira y se confunde con las demás sombras de la tarde, y él me miraba petrificado pero firme y seguro y yo me desvanecía feliz en su mirada, porque ya le veía volver desgarrado pero fuerte a la vida, desconocedor de la nada, capaz todavía de serenidad, tal vez hasta de felicidad. Ahora de hecho, en casa, en nuestra casa, duerme, tranquilo. Un poco cansado, ya se entiende, pero...
Un permiso como aquel no se había concedido nunca. O mejor dicho, sólo otra vez, pero eso fue en la mitología.
Sobre el mito de Orfeo y Eurídice se proyecta el recuerdo de la esposa muerta en este texto intenso y conmovedor que está planteado a primera vista como un monólogo de Eurídice/Marisa Madieri. Sólo a primera vista porque, después de que Magris le cede su voz a Eurídice, con frecuencia esa voz femenina le cede la palabra a Orfeo/Magris en esta reflexión sobre el tiempo y sus destrucciones, sobre el recuerdo doloroso, en un texto de homenaje y rememoración en el que el mito adquiere todo su sentido.
Y ante eso la respuesta es no la resignación, pero sí la salvación por la literatura, convertida en un bálsamo que alivia la quemazón de una herida que no va a cicatrizar nunca. Allí donde la música era consuelo para Orfeo, aquí lo es la literatura; el infierno es una Casa de Reposo, Hades, el Presidente de la fundación que la administra y la muerte, el reino del silencio o del murmullo, no sólo de las sombras.
La música secreta y órfica es aquí la palabra que rescata a la amada del olvido y de las sombras de la memoria. Esa resurrección con la palabra es el milagro que opera aquí la literatura de un Magris emocionado y desvalido, de expresión contenida y dolorido sentir que sin embargo no renuncia al flagelo de la autoironía o el sarcasmo y hace también la purga de su corazón:
No, no había venido para salvarme, sino para que le salvaran. ¿Cómo podré cantar mis canciones en tierra extranjera?, me decía. Era yo su tierra perdida, la savia de su floración, de su vida. Había venido para rescatar su tierra, de donde habia sido exiliado.
La traducción española de José Ángel González Sainz que edita Anagrama incorpora como apéndice dos epílogos que son dos reseñas que aparecieron cuando se publicó en Italia este Lei dunque capirà de un Magris duro y tierno a la vez, para recreo de los amigos de las paradojas, y un Orfeo que rescata a Eurídice con un permiso excepcional, al que renuncia ella a última hora en este párrafo inolvidable que cierra el monólogo:
Así que Usted comprenderá, señor Presidente, por qué, cuando estábamos ya cerca de las puertas, le llamé con voz fuerte y segura, la voz de cuando era joven, en el otro lado, y él -yo sabía que no resistiría- se dio la vuelta, mientras yo sentía que me iba para atrás como absorbida, ligera, cada vez más ligera, una figurilla de papel al viento, una sombra que se alarga se retira y se confunde con las demás sombras de la tarde, y él me miraba petrificado pero firme y seguro y yo me desvanecía feliz en su mirada, porque ya le veía volver desgarrado pero fuerte a la vida, desconocedor de la nada, capaz todavía de serenidad, tal vez hasta de felicidad. Ahora de hecho, en casa, en nuestra casa, duerme, tranquilo. Un poco cansado, ya se entiende, pero...
Un permiso como aquel no se había concedido nunca. O mejor dicho, sólo otra vez, pero eso fue en la mitología.
Santos Domínguez