Sandro Penna.
Cruz y delicia. Extrañezas.
Traducción y prólogo de Edgardo Dobry.
Lumen Poesía. Barcelona, 2007.
Cruz y delicia. Extrañezas.
Traducción y prólogo de Edgardo Dobry.
Lumen Poesía. Barcelona, 2007.
El más grande, el más alegre de los poetas italianos vivos llamó Pasolini a Sandro Penna (1906-1977) en los años cincuenta, cuando casi era un autor desconocido.
Homoerótico en sus obsesiones, intuitivo y espontáneo, poeta maldito comparado alguna vez con Cavafis, con el que tiene algunas afinidades, su obra se resiste a las etiquetas. Vivió siempre en el margen, en lo excéntrico como escritor y como persona. Frecuentemente estuvo al borde de la indigencia económica que llevaba con un porte aristocrático y gongorino. Cesare Garboli, compilador y comentarista de Penna, cuenta que en los setenta, en medio de la mayor pobreza tenía contratado a un chófer que lo llevaba a respirar la brisa del sudoeste a las afueras de Roma.
A partir de 1958 con Cruz y delicia empezó a ser reconocido como poeta importante pero eso no evitó que se siguiera resistiendo a la publicación. Casi veinte años tarda en aparecer su libro siguiente, Extrañezas.
Ahora aparecen por primera vez íntegros y en edición bilingüe los dos libros, Cruz y delicia (1927-1957) y Extrañezas (1957-1976). Los publica Lumen en su colección de poesía con traducción de Edgardo Dobry, que ha escrito un prólogo certero, Indicios de Sandro Penna, como introducción a esta poesía.
Son cincuenta años de escritura los que recoge este volumen, medio siglo de producción dispersa, pero coherente, episódica pero unitaria que resume la historia ardiente de un solitario que rodea la ciudad con el asedio del deseo transgresor.
Con una gramática seca que hace más hermético el poema breve e intenso, conviven en el poeta comunión y soledad, sexualidad y marginación y una carnalidad más poderosa que la culpa. Cruz y delicia:
Al otro lado del río un canto de muchachos
ebrios, en la noche de julio.
Oscuro yo, sentado y vacuo.
Fui una vez Hölderlin... Rimbaud...
Sin angustia enfocan estos poemas el tema amoroso, predominante hasta Extrañezas, en que Penna decide evitar ese encasillamiento y escribe un libro más conceptual que completa el autorretrato del poeta, escindido entre el placer y la tortura del deseo:
«Poeta exclusivo del amor»
me llamaron. Y acaso era verdad.
Pero el viento aquí sobre la hierba
y los ruidos de la ciudad lejana,
¿acaso no son también amores?
Bajo las nubes calientes,
¿no duran todavía los sonidos
de un amor que arde
y que no se alejará?
Sandro Penna crea un mundo poético que recuerda la literatura y el cine neorrealista, con muchachos como de película de Pasolini:
Esta noche de junio,
muchachos, nunca volverá.
Debéis saber tales cosas.
Pero cómo decir, cómo deciros
aquello que sois ahora, en esta noche.
Vuestras compañeras,
¡oh, ellas no os admiran!
Pero eso a vosotros
os tiene sin cuidado.
Dais un largo paseo juntos (¿dos mellizos?).
Os abrazáis y fingís
aquello que en verdad
alguna vez sucede.
Santos Domínguez