4/3/07

Jules Vallès



Jules Vallès.
El bachiller.
Traducción de Manuel Serrat Crespo.
ACVF Editorial. Madrid, 2007


He recibido una educación.
—Está ya armado para la lucha —ha dicho mi profesor al despedirme—. Quien triunfa en el colegio entra como vencedor en la carrera.
¿Qué carrera?
Un antiguo compañero de mi padre, de paso por Nantes, vino a visitarle y le contó que uno de sus antiguos condiscípulos, uno de esos que ganaban todos los premios, había sido hallado muerto, aplastado y ensangrentado, en el fondo de una cantera de piedra, adonde se había arrojado tras haber permanecido tres días sin comer.

Ésta no es, sin duda, la carrera que hay que seguir; no lo creo. En cualquier caso, no hay que lanzarse a ella de cabeza.

Seguir la carrera significa: avanzar por el camino de la vida; colocarse, como Hércules, en la encrucijada.
Como Hércules en la encrucijada. No he olvidado la mitología que aprendí. ¡Vamos! Algo es algo.
Mientras enganchaban los caballos, llegó el director para estrecharme la mano como a uno de sus más queridos alumni. Ha dicho alumni.

Turbado por la idea de la partida, no comprendí en seguida. Monsieur Ribal, el profesor de cuarto, me dio un codazo.

—Alumn-us, alumn-i —apuntó en voz baja, haciendo hincapié en el genitivo y con aspecto de estar abrochándose la hebilla del pantalón.
—¡Ah, sí!, alumnus... quiere decir alumno, es cierto. (...)
El director (impavidum ferient ruinae, la ruina del mundo lo dejaría impasible) es el primero en recuperar el equilibrio y se acerca de nuevo a mí, importunando un poco a todo el mundo. Me habla otra vez, en tan supremo momento, de mi educación.
—Con ese bagaje, amigo mío...
El mozo cree que se trata de mis maletas.
—¿Tiene equipaje?

No tengo más que un pequeño baúl, pero poseo una sólida educación.
En marcha.


Con ese bagaje inútil, con esas armas admirables para la vida que son las lenguas muertas, el joven Vingtras no tarda en comprender que está inerme.

ACVF Editorial acaba de publicar El bachiller de Jules Vallès. Dedicada a quienes, alimentados de griego y latín, se murieron de hambre, es la segunda parte de la Trilogía de Jacques Vingtras, que completan El niño y El insurrecto y constituyen la parte fundamental de la obra del francés.

Más dura en sus perfiles y más ácida en su humor que la primera parte, El bachiller ocupa un papel central en la trilogía autobiográfica de Vallès. Es el choque con la realidad de un muchacho tímido que con diecisiete años tiene que abrirse paso en un París miserable y pringoso.

“¿Dónde está la vida?”, se pregunta desorientado y confuso. Y una vez que la va conociendo suma nuevas perplejidades electivas: “¿La vida burguesa o el patíbulo?”

En el remolino de la vida se va fraguando la personalidad del joven aprendiz de conspirador en la sociedad reaccionaria e injusta de la época imperial de Napoleón III, que generó unas tensiones que estallaron años después, en 1871, en la revolución de la Comuna de París, en la que participó activamente Vallès.

Entre barricadas y manifestaciones, sus malos pasos en busca de alojamiento y trabajo en París, le conducen a los cuchitriles más baratos y miserables, a las tabernas populares y a las borracherías. Trabaja como profesor y niñera en colegios donde le pagan mal o no le pagan, como preceptor de jóvenes de clase acomodada. Da clases particulares a mujeres casadas y a los hermanos pequeños de jóvenes boxeadores.

“¿Existirá un dios para los maestrillos?”, se pregunta a esas alturas de su vida.

Escribe sus primeros artículos y cartas comerciales y frecuenta las redacciones de los periódicos. Entretanto, participa en las conspiraciones contra el régimen policial de Napoleón III y sigue mostrando su inadaptación a la vida práctica:

“¿Qué sé hacer? He estado toda la noche sin encontrar nada.”


Santos Domínguez