28/6/06

Fútbol. La vida en domingo



Pablo Nacach.
Fútbol. La vida en domingo.

Lengua de Trapo. Colección Desórdenes.
Madrid, 2006.


Ningún olor me recuerda más la infancia que el de la hierba recién cortada, ese verde césped donde se dirime toda personalidad. Pocas pesadillas me atosigan más que volver a creer que tengo 17 años y aún puedo ser jugador profesional de fútbol, ese «sueño del pibe» que reciclo ahora escribiéndolo, describiéndolo, reviviéndolo y volviendo a sepultarlo. Nada me complace más que pasear por un parque, ver venir un balón extraviado y pegarle con precisa volea como si estuviera jugando en la cancha de Boca, ese barrio porteño donde vivió mi padre su propia infancia y cuyo nombre parece extraño símbolo de fase oral.
Este libro, además de una humilde actualización de consideraciones que mis autores preferidos han realizado, cabos de una herencia futbolística, literaria y filosófica consciente que he intentado discutir o apuntalar, es un compendio de textos que se sirven del fútbol para plasmar (in)ciertos pensamientos personales sobre la infancia, la soledad y la sociedad.

Pablo Nacach (Buenos Aires, 1969) acaba de publicar en Lengua de Trapo el ensayo Fútbol. La vida en domingo, "la factura pagada –dice- de una deuda pendiente: mi amor hacia el fútbol es tan acuciante como mi pasión por las letras. Un libro en el que se rememora la infancia como el sitio donde el fútbol se hace carne, un universo de perpetuo domingo prohibido a la Muerte."

Algo más que un libro sobre un juego, la reivindicación del fútbol como una manera de entender la vida, “una filosofía que en el patio del colegio dirime la verdadera personalidad de cada uno. No en vano, cuando un día me encontré por casualidad con Maradona en una cafetería, después de tocarlo para cerciorarme de que existía en lo real, le espeté tartamudeante: “Diego, vos sos mi infancia”.

"Básicamente, escribir este libro me sirvió para pagar una suerte de deuda que mantenía con mi propia infancia, para sacarme una espina clavada e intentar hacer coincidir en ese imposible punto imaginario al futbolista que quise ser con el escritor que intento hacer."

Vivir, mirar, hablar, jugar, sabiendo que la vida es un juego y que de ahí arranca la posibilidad de entender la simbología del fútbol, sus ritos y sus magias.

O de defender con argumentos sólidos la idea de que el alma del hombre es su cuerpo. O de construir una metafísica de la picardía partiendo de la mano de Maradona-Dios contra Inglaterra en el 86. Y de hacer del elogio de la gambeta una metáfora de la vida. Para acabar, en definitiva, defendiendo la idea de que los partidos no duran noventa minutos, sino una semana. O sea, toda la vida.
Santos Domínguez