23/6/06

Edmond Jabès. El libro de las preguntas



Edmond Jabès.
El libro de las preguntas.

Siruela. Madrid, 2006.

Como una de las obras más originales e inquietantes del pensamiento contemporáneo define Francisco Jarauta la producción literaria de Edmond Jabès (El Cairo, 1912-París 1991) en el prólogo que ha escrito para El libro de las preguntas que ha reeditado en su colección Los libros del tiempo la editorial Siruela.
De origen sefardí, exiliado en Francia desde 1957, Edmond Jabès es una figura esencial de la poesía europea del siglo XX y El libro de las preguntas, un amplísimo poema en prosa de intensidad casi insoportable que consagró a su autor en el lugar de reconocimiento indiscutible que ocupa hoy.
En España lo difundió Valente con traducciones que se recogieron primero en su Cuaderno de versiones y luego en sus recientes Obras completas.

La de Jabès es una obra monumental, un espacio habitable en el que El libro de las preguntas es su obra más alta. Es un ciclo poético, un organismo creciente integrado por siete libros que se publicaron entre 1963 y 1973.
En la línea de su protector René Char y de amigos como Maurice Nadeau, la obra de Jabès es una exploración de los límites de la expresión y se proyecta en temas como el exilio, la ausencia o el desierto, la reflexión sobre la escritura o la interrogación sobre los signos de una realidad indescifrable. A eso se refería Jabés cuando afirmaba que el escritor es siempre un extranjero, el extranjero por excelencia.
La pregunta sobre la realidad es la clave de su poética, un recorrido solitario por los límites del conocimiento y el vacío. Del desierto, del vacío que deja la ausencia de Dios surge la escritura, el libro, las preguntas, el libro de las preguntas.
Alegoría de la esperanza y de la herida, la escritura, la pregunta, la voluntad de nombrar son formas de la provisionalidad, otra forma de describir el desierto donde no caben ni el futuro ni la nostalgia.

En 1963, al frente de la primera entrega, Jabès escribía estas palabras:

El libro de las preguntas es el libro de la memoria. De un idilio simple y trágico surge un canto de amor que es, a pesar de todo, canto de esperanza. Este canto ambiciona hacernos asistir al nacimiento de la palabra y, en dimensión más que real, a un ensanche del umbral del sufrimiento que ilustra una colectividad perseguida, cuyo lamento es retomado, era tras era, por sus mártires.


Y en 1965, para presentar la tercera entrega, El regreso al libro, afirmaba:

Allí donde la hierba aspira sólo a permanecer verde y el sílex a sentar testimonio de la separación del agua y de la arena, el vínculo se vuelve libro y el libro universo.

El aforismo, la sentencia, el pensamiento desarticulado de la paradoja son formas de contar la ausencia y la creeencia en el desierto. Y del desierto vamos al libro, que es su voz y tiene la edad del agua y del fuego, para preguntar por la ausencia, para proyectar también un interrogante sobre la presencia.

“Los dioses no escriben-termina diciendo Francisco Jarauta en su espléndido y medido prólogo- son los hombres los que devienen escribas, reivindicando para sí la posibilidad de narrar la difícil y dolorosa errancia.”


Santos Domínguez