7/6/21

La búsqueda de interlocutor

  


  Carmen Martín Gaite.
 La búsqueda de interlocutor.
Prólogo de Manuel Longares.
Siruela. Madrid, 2021
 
Para Carmen Martín Gaite, una de las escritoras fundamentales de la segunda mitad del siglo XX en España, el fundamento y la justificación de la actividad narrativa y de la escritura en general es la búsqueda de un interlocutor.

Esa idea se la había sugerido ya en esos términos exactos Juan Benet, que tanto se despreocuparía luego de esa búsqueda, en una carta de 1965. Y en septiembre de 1966 publica en Revista de Occidente su ensayo La búsqueda de interlocutor, que formula ya una poética de la comunicación literaria en la que volverá a insistir para matizarla en El cuento de nunca acabar.

Dedicado a Juan Benet, “cuando no era famoso”, ese texto central en su obra revela la concepción de la obra literaria como un diálogo cómplice y múltiple (con el lector, con su tiempo, con la tradición) que está en la base de toda su narrativa.  Escribía allí líneas como estas: “siempre me he inclinado a pensar que el originario deseo de salvar de la muerte nuestras visiones más dilectas, nuestras más fugaces e intensas impresiones, a pesar de constituir la raíz inexcusable de toda ulterior narración, comporta un primer estadio de elaboración solitaria donde la búsqueda de interlocutor no se plantea todavía como problema. Es decir, que las historias ya nacen como tales al contárselas uno a sí mismo, antes de que se presente la necesidad, que viene luego, de contárselas a otro.”

De ese ensayo tomó título la recopilación de ensayos breves -que habían ido apareciendo dispersos en distintas revistas-, que se publicó por primera vez en 1973 y que iría creciendo en posteriores ediciones hasta adquirir su forma definitiva en la tercera, del año 2000, el de la muerte de su autora, un conjunto de treinta textos que Siruela reedita ahora con un espléndido prólogo -Hablemos- en el que Manuel Longares evoca la figura de Carmen Martín Gaite, que tuvo en él un interlocutor privilegiado, porque, como escribía la narradora en ese ensayo, “la del interlocutor no es una búsqueda fácil ni de resultados previsibles y seguros, y esto por una razón fundamental de exigencia, es decir, porque no da igual cualquier interlocutor.”

Como señalaba la propia Martín Gaite en el prólogo a la primera edición, la selección tiene su unidad en “un asunto al que he comprobado que, más tarde o más temprano, acaba remitiendo cualquier posible reflexión sobre los conflictos humanos: el de la necesidad de espejo y de interlocución, se sepan o no buscar.”

Búsqueda del encuentro con el otro, como espejo donde reconocer la propia identidad, tema central del ensayo que abre el libro, ‘Los malos espejos’; la evocación fúnebre de Ignacio Aldecoa en los dos años de Comunes en Salamanca y luego en Madrid, donde la puso en contacto con los narradores del medio siglo: Ferlosio, Fernández Santos, Medardo Fraile; el centenario de Macanaz, que encontró en ella a una interlocutora excepcional desde que lo conoció a fondo en el archivo de Simancas, y al que dedicó un libro memorable; tres siglos de quejas de los españoles sobre los españoles; la condición social femenina de Madame Bovary a Marilyn Monroe: la publicidad dirigida a las mujeres, el matrimonio y las mujeres liberadas (“O se asumen las ataduras o se asume la soledad. No creo que haya más alternativas”).

Completan la recopilación una reflexión sobre las coplas de posguerra y una crítica demoledora del Cancionero general que recopiló Vázquez Montalbán; artículos sobre Jekyll y Hyde, Capote o El otoño del patriarca, Robert Mitchum y Gregory Peck en El cabo del miedo, Fernando Quiñones y Jane Eyre, Salamanca o los cuentos de Medardo Fraile.

Referencias todas ellas sobre las que se proyecta la búsqueda de interlocutor de estos ensayos que confirman -insiste Carmen Martín Gaite- que “toda búsqueda de aprecio, de identidad, de afirmación o de confrontación con el mundo se reduce, en definitiva, a una búsqueda de interlocutor.”

Porque, como señala Manuel Longares en su prólogo, “la existencia de interlocutor escolta y atestigua el traspaso de las fuentes clásicas a las generaciones modernas. [...] La heredera de este universo de fantasía en el que sus antepasados echaron raíces recoge de sus contemporáneos sugerencias de todo tipo, incluso desdenes. Pero también iluminaciones de quienes, tratados en su día como aprendices y aprovechándose de las lecciones de sus maestros, predican ahora como expertos y, en calidad de interlocutores de la autora desaparecida, toman la voz cantante en el proceso tantas veces abanderado por Carmen Martín Gaite en el cuarto de atrás de su piso de Doctor Esquerdo, cuando, bajo el cielo pintado de la tardecer y en actitud receptiva, se situaba frente a su escucha y, con todo el tiempo del mundo a su disposición, le interpelaba con el estimulante: «hablemos».”

Es, digámoslo para terminar, “el título más mencionado en las tesis y estudios sobre mi obra”, como señalaba la autora al comienzo del prólogo de la edición definitiva de este volumen.
 
Santos Domínguez