Emmanuel Bove.
Un hombre de talento.
Traducción de Mercedes Noriega Bosch.
Pasos perdidos. Madrid, 2018.
“Eran las diez de la mañana. Maurice Lesca cogió la bolsa de hule, la dobló y se la colocó bajo el brazo. Cerró la puerta de la modesta cocina. Era un hombre de 57 años para quien, más que un beneficio, su elevada estatura y su fuerza se habían revelado un engorro durante toda su vida. Su pelo era canoso y castaño a partes iguales. Dependiendo de la luz, un color predominaba sobre el otro, ora haciéndole parecer más viejo ora rejuveneciéndole. En su rostro estaban inscritos los desengaños de una ya dilatada existencia. Llevaba un sombrero ablandado por el uso, calado no solo hasta las cejas, sino hasta las orejas y la nuca, y un holgado gabán gris verdoso. Cuando Maurice Lesca caminaba por la calle se le reconocía desde lejos por la forma que tenía de meter las manos en la abertura vertical de los bolsillos, empujándolas hacia delante como si escondiese algo demasiado voluminoso para que cupiese en ellos. A fin de que nadie reparase en que iba sin camisa y sin corbata, llevaba una bufanda cruzada sobre el pecho. Sus pantalones eran tan largos que le tapaban los talones. En cuanto a sus zapatos, estaban tan desgastados que habían perdido su forma natural y ni siquiera parecían exactamente iguales.”
Así comienza Un hombre de talento, la novela que Emmanuel Bove escribió en 1942, el mismo año en que huyó a Argel desde la Francia ocupada.
La publica Pasos perdidos con traducción de Mercedes Noriega Bosch y es una de las novelas que mejor reflejan el mundo sombrío y desalentado de Bove a través de un protagonista opaco, de comportamiento contradictorio y sorprendente.
Su incapacidad para la vida, su torpeza para las relaciones sociales, su carencia de sentido práctico conducen a Maurice, el protagonista, a una existencia miserable, a la desolación, al desengaño, a una constante sensación de fracaso:
“Los hombres de talento, los hombres inteligentes y, en especial, los hombres de carácter, todos tenían éxito en la vida. Si de joven hubiese seguido el camino que se abría ante él, si hubiese sido más paciente, si se hubiese contentado con ser un poco más rico cada año, un poco más respetable que el año anterior, hoy sería tan feliz como el profesor. Viviría en una buena casa. Tendría una criada. Tendría una esposa elegante que hablaría de él en los círculos sociales. Pero, por desgracia, todas esas cosas siempre le habían parecido ridículas. De modo que no podía quejarse. Y si ahora, en lugar de ser un personaje tan importante como el profesor, se veía obligado a rogarle a ese mismo profesor que le prestase cada mes unos cuantos cientos de francos (siempre con el miedo de que hubiese pasado poco tiempo desde el préstamo anterior, de que se hartase de él, de abusar) no tenía por qué extrañarse.”
Con el telón de fondo de los ambientes sórdidos por los que se mueve en París, Lesca es un derrotado que no acaba de perder del todo la esperanza de conseguir un bienestar elemental al que no tiene acceso. Vive una existencia precaria, la de un hombre que habita al fracaso permanente en el terreno profesional, sentimental y en la vida diaria.
No se trata sólo de una cuestión material: es también la indigencia moral, la humillación de tener que pedir dinero a su antiguo suegro para sobrevivir, tras una sucesión de decisiones equivocadas que le llevaron a dejar el ejercicio de la medicina o a separarse de su mujer.
Lesca es un hombre solitario y abandonado que vive con su hermana Emily y que decide ayudar por compasión a la señora Maze, librera divorciada, su única amiga. Enfermo, viejo y pobre, sucesivamente desinteresado y mezquino, solidario y desdeñoso, generoso y egoísta, Lesca es un personaje de comportamiento incomprensible y contradictorio, acosado por las dudas: “Ayer dije una cosa y acto seguido dije la contraria. Ahora pienso que quizá tenía razón. Hace un momento, pensaba que me equivocaba. ¿Qué pensaré dentro de cinco minutos? No tengo ni idea. Lo contrario de lo que pienso ahora, sin duda.”
Un personaje que se mueve siempre entre la acción y la abstención, porque “todo aquello en lo que se embarcaba Lesca, incluso cuando su objetivo era absolutamente desinteresado, se acababa volviendo contra él.”
Además de una obra perturbadora, es una de las novelas más agrias de un Bove irónico en el título –Un homme qui savait en el original- y sarcástico cuando presenta el carácter complejo del protagonista, un antihéroe humillado y orgulloso que se arruina la vida entre la duda y la inacción, un ser desanimado y grotesco al que nadie se toma en serio, porque nadie lo entiende. Ni él mismo ni el perplejo lector de esta novela inolvidable.
Santos Domínguez