Isidore Ducasse.
Conde de Lautréamont.
Poesías.
Traducción, prólogo y notas
de Ángel Pariente.
Renacimiento. Sevilla, 2014.
No acepto el mal. El hombre es perfecto. El alma no muere. El progreso existe. El bien es irreductible. Los anticristos, los ángeles acusadores, las penas eternas, las religiones son el producto de la duda.
Ese fragmento forma parte de las Poesías de Isidore Ducasse que Renacimiento publica en una nueva edición bilingüe corregida y aumentada con traducción, prólogo y notas de Ángel Pariente, quizá el mejor especialista español en la obra del autor Los Cantos de Maldoror, de los que hizo una espléndida traducción en Alianza.
Aunque las escribió a la vez que los Cantos o muy poco después, nada tienen que ver las Poesías con los Cantos, ni siquiera la firma. Si en estos Ducasse utilizó el seudónimo de Conde de Lautréamont, las Poesías las editó con su verdadero nombre.
Frente al frenesí demoníaco y visionario del ángel de las tinieblas que concibe los Cantos, las Poesías son una propuesta burguesa, moralista y reaccionaria; frente al ímpetu creador de la locura y el arrebato, todo es control y freno en estas Poesías que Ducasse publicó en dos fascículos en abril y junio de 1870, pocos meses antes de morir y solo un año después de Los Cantos de Maldoror y sus letales frutos amargos.
Aquellos fascículos no se distribuyeron y hasta medio siglo después no aparece, con una nota previa de André Breton, la edición completa de estas Poesías que trazan una imagen muy distinta de la del autor de los Cantos y que en sus textos equívocos –la expresión es de Ángel Pariente- revelan un radical cambio de rumbo, un arrepentimiento opaco o una enigmática contradicción que Ducasse reconoce ya en la declaración preliminar:
Sustituyo la melancolía por el valor, la duda por la certeza, la desesperación por la esperanza, la maldad por la bondad, las lamentaciones por el deber, el escepticismo por la fe, los sofismas por la indiferencia de la calma y el orgullo por la modestia.
Y desde luego, si Maldoror era una bajada a los infiernos de la locura y del mal, estos prosaicos fragmentos –así los llama el propio poeta- son una caída en la intensidad expresiva de aquellos Cantos de expresión desatada que hicieron de Lautréamont un profeta del superrealismo.
Nada que ver con este Ducasse antimoderno que escribe en las Poesías cosas como estas:
La melancolía y la tristeza son ya el comienzo de la duda; la duda es el comienzo de la desesperación; la desesperación es el comienzo cruel de los diferentes grados de la maldad.
La poesía no es la tempestad, ni tampoco el ciclón. Es un río fértil y majestuoso.
Algunos espíritus excesivamente inteligentes /…/ se han arrojado, irreflexivamente, en brazos del mal.
Hay más verdades que errores, más buenas cualidades que malas, más placeres que penas.
Un poeta debe ser más útil que ningún otro ciudadano de su tribu.
Colocad una pluma de ganso en la mano de un moralista que sea un escritor de primer orden. Será superior a los poetas.
Santos Domínguez