Robert Bringhurst.
La belleza de las armas.
Antología poética bilingüe.
Traducción de Marta del Pozo y Aníbal Cristobo.
Prólogo de Nacho Fernández R.
Kriller 71 Ediciones. Barcelona, 2013.
La colección de poesía de Kriller 71 Ediciones, dirigida con pasión y convencimiento por Aníbal Cristobo y apoyada por un consejo asesor del que forma parte Edgardo Dobry, tiene ya seis volúmenes que revelan la consistencia de un proyecto editorial que aúna calidad y nuevas propuestas que cuestionan el canon o lo amplían, según se mire.
Los dos títulos más recientes que ha incorporado a su catálogo son dos magníficas antologías bilingües – El claroscuro del pingüino, de Mary Jo Bang, y La belleza de las armas, la primera traducción al español de la poesía del canadiense Robert Bringhurst (Los Angeles, 1946).
Traducidos por Marta del Pozo y Aníbal Cristobo y prologados por Nacho Fernández R., los poemas de La belleza de las armas, la antología bilingüe que ha preparado el propio autor con textos escritos entre 1972 y 1982, descubren al lector el asombroso mundo literario de un poeta, tipógrafo, traductor y ensayista que incorpora a su descarnado y extenso universo literario el conocimiento de diversas tradiciones orales y escritas.
La auténtica belleza rara vez va desarmada, escribe Bringhurst en la nota que ha escrito para esta edición. Y añade: ¿Por qué no podemos tratar al mundo tal como el mundo nos ha tratado a nosotros?
Desde la tradición oral homérica a la bíblica, desde la mediterránea a la oriental, La belleza de las armas reúne el ímpetu interpretativo de los presocráticos con una lección de botánica en las montañas de Malasia y a Antígona con Heidegger, la poesía de Bringhurts es una invitación a oír a los muertos en “su voz poética en conjunción con los susurros antiguos que la sustentan”, como señala Nacho Fernández R. en el prólogo -Buenos antepasados- que presenta esta antología.
Esta generosa antología funde canción y parábola, vida y literatura, ciencia y filosofía en la voz personalísima de Bringhurst, como en la magnífica Parábola de las tres piedras:
He visto en las montañas a un hombre arrancar
de las ramas de un abeto alpino el liquen de nido
que colgaba al viento como si fuese pelo
de cabra color verde mar; lo he visto recoger tres
piedras blancas, tan afiladas y claras como dientes de leche.
Lo he visto colocar esos pedazos
rotos de piedra en el interior
de la copa del nido como una criatura
semi-cazadora, semi-ave zancuda,
y lo he visto alejarse con ellas: tres
piedras afiladas como navajas: dos
representando a los amantes
y la tercera representando al mundo.
He visto tres piedras de bordes afilados, blancas
como la leche, en el liquen de un nido color verde mar
dispuestas sobre una mesa y he podido ver cómo a los curiosos
visitantes se les decía que eran dientes de peces
de aguas profundas o huevos de pájaros carnívoros.
Santos Domínguez