26/1/07

Todos los relatos de Svevo



Italo Svevo.
Todos los relatos.
Traducción de Carlos Manzano.
Gadir. Madrid, 2006.

En estos días he descubierto en mi vida algo importante o, mejor dicho, la única cosa importante que me ha ocurrido: la descripción hecha por mí de una parte de ella. Se trata de ciertas descripciones apiladas y dejadas de lado por el médico que las prescribió. Las leo y releo y me resulta fácil completarlas, poner todas las cosas en el lugar que les corresponde y que mi impericia no supo encontrar. ¡Qué viva está esa vida y qué definitivamente muerta está la parte que conté! Voy a buscarla a veces con ansia, al sentirme incompleto, pero no la encuentro. Y, además, sé que la parte que conté no es la más importante. Lo pareció porque la fijé. Y ahora ¿quién soy? No el que la vivió, sino el que la describió. ¡Oh! La única parte importante de la vida es el recogimiento. Cuando todo el mundo comprenda con la misma claridad con la que lo veo yo, todo el mundo escribirá. La vida resultará literaturizada. La mitad de la Humanidad estará dedicada a leer y estudiar lo que la otra mitad habrá consignado por escrito y el recogimiento ocupará la mayor parte del tiempo, substraído así a la hórrida vida de verdad. Y, si una parte de la Humanidad se rebela y se niega a leer las elucubraciones de la otra, tanto mejor. Cada cual se leerá a sí mismo y su vida le resultará más clara o más oscura, pero se repetirá, se corregirá, se cristalizará. Al menos no quedará así, carente de relieve, sepultada nada más nacer, con esos días que pasan y se acumulan, uno igual a otro, formando años, decenios, esa vida tan vacía, apta sólo para figurar como un cuadro de estadísticas demográficas. Yo quiero seguir escribiendo. En estos papeles revelaré enteramente mi historia.

Pero no fue así. Quizá fue el primer escritor que murió como consecuencia de un accidente de tráfico. En cualquier caso, la muerte inesperada de Italo Svevo (Trieste, 1861-Motta di Livenza, 1928), a la que contribuyó de manera determinante su tabaquismo crónico, interrumpió, además de otras cosas más importantes, Las confesiones de un anciano, que iba a ser la continuación de La conciencia de Zeno, su mejor novela.

Murió en septiembre, un día trece, y aquel verano había estado trabajando con creciente intensidad en su cuarta novela, a la que pertenece el párrafo de arriba. Una novela frustrada que quería ser la continuación de su obra más emblemática.

Los esbozos y apuntes de aquel proyecto malogrado se incluyen en la tercera parte de Todos los relatos de Svevo que acaba de publicar Gadir con traducción de Carlos Manzano, lo que es toda una garantía de rigor y calidad. Las otras dos secciones del libro, organizadas en orden cronológico, son los Relatos completos y los Relatos incompletos.

Algunos de estos textos, que se editan ahora por primera vez en español reunidos en libro, son una muestra del mejor Svevo, introspectivo y pesimista, escrutador irónico de los pozos oscuros de la conciencia y los comportamientos, un Svevo especialmente brillante en narraciones como la Historia del buen viejo y la muchacha hermosa o el Corto viaje sentimental que se aproximan en ritmo y técnica a la novela corta.

Bastaría leer algunos de estos relatos para darse cuenta de que estamos ante un escritor importante. En la Historia del buen viejo y la muchacha hermosa, por ejemplo, está en esencia todo el mundo narrativo de Svevo, su fuerza amarga, su ironía crítica y su pericia. Y un párrafo final en el que parece condensarse su desengaño:

Volvió a guardar las viejas y las nuevas cuartillas en la carpeta en la que estaba escrita la pregunta a la que no sabía responder. Después, debajo y angustiosamente, escribió varias veces esta palabra: "¡Nada!"

Y es que Svevo nos deja en este libro su lección magistral, su curso superior de narrativa en torno a la zona de sombra de la culpa, el amor, el tiempo o la muerte, las claves de toda su obra.

Quizá nada mejor para terminar esta reseña que recordar lo que decía Eugenio Montale:

Svevo es un escritor siempre abierto. Nos acompaña, nos guía hasta cierto punto, pero no nos da nunca la impresión de haberlo dicho todo: es amplio y no saca conclusiones, como la vida. Por eso, cuando nos preguntamos qué se debe leer de él, la respuesta sólo puede ser una: leed todo, si podéis, pero no invirtáis el orden de lectura, recorred con él un camino que en su caso no es nunca reversible y dejaos conducir hasta donde le sea posible a él y a vosotros. Más allá estaréis solos, pero no lamentéis el tiempo perdido: os quedará el sentimiento de haber realizado una experiencia necesaria, de haber aumentado vuestra comprensión de la vida.

Santos Domínguez