29/1/07

Tiberio o el resentimiento


Gregorio Marañón.
Tiberio.
Espasa Fórum. Madrid, 2006.


El alma resentida, después de su primera inoculación, se sensibiliza ante las nuevas agresiones. Bastará ya, en adelante, para que la llama de su pasión se avive, no la contrariedad ponderable, sino una simple palabra o un vago gesto despectivo; quizá sólo una distracción de los demás. Todo, para él, alcanza el valor de una ofensa o la categoría de una injusticia. Es más: el resentido llega a experimentar la viciosa necesidad de estos motivos que alimentan su pasión; una suerte de sed masoquista le hace buscarlos o inventarlos si no los encuentra.


El párrafo, con la prosa limpia y exacta de Gregorio Marañón, forma parte del estudio que publicó en 1939 sobre la figura del emperador Tiberio. Condenado como un monstruo de crueldad comparable a la de Nerón o Calígula, la figura de Tiberio, el emperador contemporáneo de Cristo y de Pilatos, empezó a ser rehabilitada en el siglo XVIII por Voltaire.

Le tocó vivir y gobernar en una época crítica y conflictiva. Entre un mundo pagano que se desmorona y la pujante mentalidad cristiana, Tiberio es uno de esos hombres que vivió en un terreno de nadie, en una época confusa y desolada.

Marañón le dedicó uno de sus libros más interesantes, una teoría del resentimiento y un estudio biográfico e histórico que profundiza en las raíces de su conducta en el contexto problemático de una crisis generalizada del imperio. Años de devastación evocados por Marañón en años de devastaciones, los de la guera civil española, que inevitablemente está pesando al fondo de este magnífico libro, de un ensayo ejemplar entre la biografía, la psicología y el estudio histórico.

Lo reedita Espasa en su colección Forum, en la que está recuperando las obras más emblemáticas del médico, humanista y escritor del Novecentismo.

Porque la historia no se hace sólo con datos sino con interpretaciones, el esfuerzo de Marañón es ese: un esfuerzo interpretativo, el acercamiento a la mentalidad de un hombre y al contexto familiar y político de una época que modela su carácter, la aproximación a una figura contradictoria y poliédrica maltratada por una leyenda negra. Cambiante de carácter y de costumbres, triste y austero, severo y cruel, Tiberio es el prototipo del hombre resentido.

Lo que pretende Marañón no es tanto contar la vida de Tiberio como trazar la historia y desenterrar las raíces de su resentimiento y, sobre todo, elaborar una teoría general del resentimiento como pasión, como enfermedad de espíritus mediocres a los que afecta también la hipocresía, el deseo compulsivo de venganza y la vecindad de la paranoia.

Un defecto que suele acompañar a quien está afectado de complejo de inferioridad. Y a veces a quien, todo lo contrario, se siente superior (como político, como poeta incomprendido) más virtuoso que los demás. Todo eso los convierte en crueles y vengativos si llegan al poder.

Él es el objeto del estudio de este libro en el que Marañón encuentra las raíces del resentimiento en las relaciones familiares con su madre Livia y su padrastro Octavio, en su agitada vida amorosa y su timidez sexual cercana a la impotencia que parece degenerar luego en incontinencia erótica.

Otros factores añadidos, como las luchas de castas entre los julios y los claudios, las relaciones con Germánico, su sobrino, un héroe popular muerto tempranamente, y con su viuda Agripina (“un marimacho”), alimentaron el resentimiento de Tiberio

El análisis psicológico se completa con la exploración del físico de Tiberio. Y a sí se pasa desde su miopía y sus úlceras a su sobriedad, su timidez, su antipatía, su escepticismo, de su rectitud sin cordialidad a su impopularidad, a sus años de anormalidad y locura en Capri, los más crueles y angustiados que completan la doble personalidad ante la historia de un Tiberio que estalla al final de sus días en una crueldad inusitada y en una soledad enorme.

Lo resume, certero y escueto, Marañón:

Hay dos frases suyas que definen su infinita soledad espiritual, sin amarras con el pasado ni con el porvenir. Las dos las refiere Séneca. Una vez, un hombre cualquiera se dirigió a Tiberio y comenzó a hablarle, diciéndole: "¿Te acuerdas, César...?"; y el César le atajó sombríamente: "No, yo no me acuerdo de nada de lo que he sido." La otra frase es un versículo griego que Tiberio repetía muchas veces y que dice su renunciación a toda esperanza: “¡Después de mí, que el fuego haga desaparecer la tierra!”

Así fue Tiberio.

Santos Domínguez