Juan Eduardo Cirlot.
Diccionario de los ismos.
Prólogo de Ángel González García.
Siruela. Libros del Tiempo.
Barcelona, 2006.
Diccionario de los ismos.
Prólogo de Ángel González García.
Siruela. Libros del Tiempo.
Barcelona, 2006.
Juan Eduardo Cirlot (1916-1973) fue uno de los poetas más innovadores de la posguerra y un prestigioso crítico de arte que proyectó su lucidez y dedicó sus mejores esfuerzos al Diccionario de los ismos, a explicar los muchos fuegos que están ardiendo bajo el agua, según la cita de Empédocles a la que se encomienda Cirlot al comienzo del libro.
Reeditado ahora por sus hijas Lourdes y Victoria Cirlot en Ediciones Siruela, el Diccionario de los ismos fue publicado por primera vez en 1949 con medio millar de entradas. En 1956 se publicó una nueva edición revisada que añadía cincuenta voces a la primera versión. Pero durante toda su vida Cirlot siguió pensando en incorporar nuevas definiciones que ahora han sido añadidas a la edición de 1956 y en ampliar los artículos de algunas de las voces de las anteriores ediciones.
En el Diccionario de los ismos, un clásico de referencia en los estudios de estética, al arte se le suma la música, la filosofía y la literatura. Y el coleccionista de palabras que era Cirlot añadió, con buena dosis de humor vanguardista, ismos de carácter extraestético, alusivos a patologías como reumatismo, alcoholismo, daltonismo o a esoterismos como el salamandrismo o el atanismo.
Antonio Saura escribió en 1950 una reseña de la primera edición de esta obra monumental. Destacaba allí el pintor que la forma de trabajar de Cirlot en este diccionario era muy distinta de la que había utilizado Gómez de la Serna en su Ismos, en donde el trabajo se orientaba en función de una serie de personalidades y no en la ordenación de tendencias en un panorama tan laberíntico como el de las vanguardias.
Y es que no es este un diccionario sin más. En muchas ocasiones más parece un tratado de estética, muchas veces sus definiciones son estudios profundos de alguno de esos temas. Otras veces el diccionario recuerda un collage aparentemente caprichoso de palabras, un puro juego asociativo, lo que aporta a este libro un importante caudal creativo.
El transgresor poético e intelectual que fue Cirlot provocó más de un gesto de desprecio o de condena de la crítica académica y universitaria de los años cincuenta y sesenta, entre otras cosas porque este no es un diccionario surgido del mero acopio mecánico de fichas, sino una reivindicación del arte contemporáneo y un descrédito del canon clásico de belleza, fijado por el idealismo helénico. No falta aquí, pues, la declaración provocadora que recuerda a los manifiestos vanguardistas de comienzos del XX:
¿Quién podría asegurar - escribe Cirlot bajo la voz Anarquismo- que el Hermes de Praxiteles "vale" más que la estela de Hammurabi?
Ángel González García señala en su prólogo, Todos los fuegos, que Cirlot, un vanguardista de fuerte personalidad y potente inteligencia no podía mantener un tono neutro ni objetivo en el diseño o en la construcción de una obra como esta, en donde todo es muy personal, producto de sus gustos estéticos y de sus admiraciones o desprecios. Eso no significa, claro, que no tenga un alto nivel de rigor intelectual.
Su experimentación en el campo de la poesía se concreta en un libro como En la llama, muy vinculado en su postura estética y en su reivindicación del superrealismo a este Diccionario de los ismos.
Teoría y práctica que siempre caminaron juntas en la obra de esta figura ejemplar de nuestra historia literaria reciente que se está ocupando de reivindicar Siruela con la recuperación del Diccionario de símbolos, los poemas del ciclo Browning o En la llama, la poesía de Cirlot entre 1943 y 1959, de la que este Diccionario de los ismos podría ser, como decía Enrique Granell en el prólogo de En la llama, una buena guía de lectura.
Santos Domínguez