2/1/06

Estaciones del sur


Manuel López Gallego. Estaciones del sur. Los libros del Oeste. Colección viajeros. Badajoz, 2005.

En su colección viajeros, la editorial pacense Los libros del Oeste ha publicado Estaciones del sur, de Manuel López Gallego, un libro de viajes ilustrado con fotografías de Matilde Pereira.
Estaciones del sur tiene como punto de partida un viaje a pie a lo largo de la vía férrea que une Zafra con Fregenal de la Sierra y se prolonga hasta Huelva a través de uno de los paisajes naturales más hermosos de Extremadura.
Como todos los viajes que lo son de verdad, este es también un viaje interior, un viaje que tiene unos límites espaciales fuera, un comienzo en Zafra y un final en Fregenal, pero que tiene como verdadero punto de partida y de llegada al viajero mismo. En el fondo eso son los viajes y los libros que los relatan: un recorrido hacia uno mismo a través del camino, sí, pero también a través de uno mismo.

Eso es lo que explica el tono reflexivo que se percibe desde las primeras líneas de estas Estaciones del sur para combinarse con la descripción de paisajes y personas que lo pueblan, para dar lugar a un peculiar intercambio entre lo exterior y lo interior, entre el viajero y el paisaje, entre el monólogo y el diálogo con los habitantes del paisaje:

“Hay sobre Zafra- se dice en esas primeras líneas- un bando de palomas que realiza un vuelo cíclico. Desaparece y vuelve a aparecer sobre tu cabeza varias veces, recortado bajo un cielo limpio de primavera. Pasa una mujer y te mira de soslayo como queriendo saber qué hace ahí un hombre parado. Si en lugar de continuar su camino se hubiera detenido para plantearte la pregunta abiertamente, no habrías dudado en descubrirle la verdad: que lo que haces en ese instante es iniciar un viaje.”

Las excelentes fotografías de Matilde Pereira subrayan con su calidad en blanco y negro el tono meditativo e intimista del libro, la mirada equilibrada del viajero que ve en los edificios al hombre que los proyectó o al que los habita.
Equilibrio que une en la mirada del viajero presente y pasado, interiores y exteriores, casas y calles, pueblos, ciudades y el campo abierto.

Leer este libro es por eso una grata tarea, es recorrer el camino con su autor, no sólo por un paisaje físico, sino por el paisaje interior del viajero.


Santos Domínguez