23/1/06

Las tinieblas del corazón

Es uno de los grandes de la literatura inglesa contemporánea, pero la lengua en la que soñaba, la lengua de la fiebre, era el polaco, su lengua materna.
Tampoco era el inglés su segunda lengua, ni en dominio ni cronológicamente. Reconocía que, aunque soñaba o deliraba en polaco, pensaba en francés, y lo hablaba con elegancia fonética y propiedad léxica.
Quienes le oyeron hablar en inglés se asombraron de su pésimo acento, ininteligible a veces. Virginia Woolf anotaba el 23 de junio de 1920 en su Diario que Conrad es "un extranjero que habla un inglés roto."
El asombro era mayor porque aquella carencia que hasta Valèry, un francés, detectaba, contrastaba con la calidad de su inglés escrito.
Y es que Conrad es uno de los grandes escritores en inglés. En esa lengua escribió magníficos relatos como El duelo o Un anarquista y novelas desasosegantes como Nostromo, seguramente su mejor obra, o La línea de sombra.
Una de sus novelas fundamentales, El corazón de las tinieblas, la publica ahora Letras Universales Cátedra, con edición y notas de Fernando Galván y J. Santiago Fernández Vázquez, en una de las traducciones clásicas, la que prepararon para Alianza Araceli García Ríos e Isabel Sánchez Araujo.
Aunque era polaco, nació en Rusia y no se llamaba Joseph Conrad. Ese era solo su nombre artístico.
Hijo de exiliados y exiliado él mismo, quedó huérfano en la infancia y sólo la lectura y la escritura le reintegraron a un mundo en que era un estricto extranjero.
La otra traducción canónica al español es la de Sergio Pitol, que publicó Lumen en los años setenta. Es la que prefiero, aunque seguramente solo por razones sentimentales, porque fue la de mi primera lectura de esa obra prodigiosa en la que se basó Apocalipse now, la denuncia de la guerra y la mentira que estrenó Coppola en 1979.
Con buen criterio, la portada de Cátedra toma como base uno de los carteles de aquella película memorable, de la que desde 2001 se puede ver la versión larga, Apocalipse now (Redux).
Una buena ocasión para releer El corazón de las tinieblas y para volver a ver la película de Coppola, para bajar al infierno de la barbarie mientras subimos por el río Congo acompañados por Marlow, un Virgilio moderno que nos guía hasta la figura ambigua de Kurtz, "una sombra más oscura que la sombra de la noche."
Alegoría mítica de descenso a un infierno en el que no faltan las sombras del Hades ni un río infernal, viaje que recuerda la búsqueda del Grial en la búsqueda de Kurtz, esa difuminada imagen poliédrica en la que conviven el extremista, el compasivo, el emisario del progreso, el hombre excepcional.
Las nieblas impresionistas suben desde el río, desdibujan al personaje y hacen imprecisa la realidad exterior y la interior para ese narrador perplejo que es Conrad/Marlow.
Porque el descenso a los infiernos es también un viaje al interior de la conciencia moral del autor angustiado y desbordado ante lo que cuenta, ante lo que vivió.

Santos Domínguez