Brian Dillon.
Imaginemos una frase.
Traducción de Rubén Martín Giráldez.
Anagrama. Barcelona, 2022.
Oh, oh, oh, oh.
William Shakespeare
En Shakespeare, las últimas palabras rara vez son lo último. “Oh, muero, Horacio”, declara Hamlet como cincuenta líneas antes del final de la obra que lleva su nombre, y seis líneas antes de su propio fin. Su auténtico final, como se sabe, es: “El resto es silencio.” No del todo, o no siempre. Hay tres variantes del texto de Hamlet, y en uno, como mínimo, el danés muere de otra forma: “El resto es silencio. Oh, oh, oh, oh.” ¿Qué nos están diciendo estas cuatro oes menguantes? (¿O son cinco? Podríamos decir que el punto y aparte es el último círculo y el más pequeño.) “Oh” es una fórmula omnipresente en Shakespeare, unas veces como proclama y otras como chiste tipográfico: “Esta pequeña O, la Tierra”, que también podría ser el teatro Globe. Los académicos dicen que los “¡Oh! ¡Oh! ¡Oh!” de Otelo vociferados tras asesinar a Desdémona son un solo rugido de culpa y espanto, no tres gritos distintos. Al llegar al final de su vida, Lear también grita “¡Oh! ¡Oh! ¡Oh! ¡Oh! El médico oye los “Oh, oh, oh” de Lady Macbeth como si de una serie de “suspiros” se tratase. ¿Y los “Oh, oh, oh, oh” de Hamlet? Seguramente no es ni más ni menos que la expresión vocal, exacta, del silencio. Esta “O” es la apoteosis trágica del cero.
Ese es el primero de los veintisiete capítulos que contiene Imaginemos una frase, el libro que Brian Dillon compone a partir de la libre reflexión sobre veintisiete frases de otros tantos escritores, de Shakespeare a Anne Boyer.
A medio camino entre el ensayo erudito, las notas de lectura crítica y la libertad creativa del ejercicio literario, los veintisiete textos de Imaginemos una frase se organizan cronológicamente en función del autor de la frase motriz, de John Donne a Anne Carson, de Thomas de Quincey a Susan Sontag, de Ruskin a Virginia Woolf, de Roland Barthes a Gertrude Stein, para acabar elaborando un estimulante artefacto experimental, un mosaico de referencias, afinidades y reflexiones lectoras de enorme originalidad interpretativa que Dillon resume en estos términos:
En cada uno de los veintisiete textos que siguen he intentado describir la afinidad que siento por la frase aislada, quizá también por la obra de la que proviene y por el autor que la compuso, pero sin calcular por anticipado cuánto análisis, cuánto contexto, cuánto arrebato y cuánta digresión incluiría. Escribí, por decirlo así, con la cabeza metida en el libro; por primera vez en mi vida, escribí sin una visión de conjunto; escribí un fragmento y luego otro, tanteando a ciegas el camino por el que me llevaba la afinidad. En cuanto a conexiones temáticas, solo diré que una cantidad considerable trata sobre muerte y desaparición.
Lo publica Anagrama con traducción de Rubén Martín Giráldez.
Santos Domínguez