Mario Vargas Llosa.
La mirada quieta
(de Pérez Galdós).
Alfaguara. Barcelona, 2022.
“Tenía muchas ganas de leer a Pérez Galdós de principio a fin —cuando era estudiante había leído de él Fortunata y Jacinta, por supuesto, pero desconocía el conjunto de su obra—, y pensé que la pandemia del coronavirus me facilitaría la tarea. Dieciocho meses después estaba terminando las obras de teatro y había leído ya sus novelas y los Episodios nacionales, y estaba impresionado con el mundo quieto y dolido que inventó”, escribe Mario Vargas Llosa en La mirada quieta (de Pérez Galdós), que acaba de publicar Alfaguara.
Es un recorrido por toda la obra novelística de Galdós, desde la delirante La sombra hasta los Episodios Nacionales, en los que -afirma Vargas Llosa- “hizo lo que Balzac, Dickens y Zola hicieron en sus respectivas naciones: contar la historia y la realidad social de su país. Con sus Episodios estuvo en la línea de aquéllos, convirtiendo en materia literaria el pasado vivido, poniendo al alcance del gran público una versión quieta pero amena, bien escrita, con personajes vivos y documentación solvente, de un siglo decisivo en la historia española.”
Desde el Galdós panfletario y titubeante de La Fontana de Oro al poderoso dueño de un mundo literario cada vez más rico y complejo que empieza a advertirse en La desheredada, continúa con la modernidad arquitectónica de Lo prohibido y culmina en la monumental Fortunata y Jacinta, su novela más ambiciosa y conseguida, Vargas Llosa repasa la obra del novelista español más importante del siglo XIX con la mirada aguda del lector atento que ha escrito algunos de los mejores ensayos literarios de los últimos cincuenta años, como Historia de un deicidio.
Una mirada que se enriquece con la lente de aumento del novelista consciente de los recursos técnicos que emplea Galdós, como el enfoque narrativo, la recreación de los barrios madrileños o la construcción del personaje. Pero que también se detiene en la visión del mundo del novelista (“el mundo quieto y dolido que inventó”) y en una evolución con la que va perfilando la imparcialidad de su perspectiva crítica sobre la sociedad española y moldeando su mirada cada vez más comprensiva y cervantina hacia la realidad.
Así lo resume Vargas Llosa: “El mérito de Pérez Galdós no es sólo haber documentado con novelas todo este periodo, sino cómo lo hizo: con objetividad y un espíritu comprensivo y generoso […], poniendo la moral por encima de la política, tratando de distinguir entre lo tolerable y lo intolerable, el fanatismo y el idealismo, la generosidad y la mezquindad en el seno mismo de los adversarios. Eso es lo que más llama la atención al leer sus novelas, sus dramas y sus Episodios: un escritor que se esfuerza por ser imparcial. Su actitud da la impresión de congelar a la España de entonces en una mirada quieta y objetiva, que inmoviliza aquello que quiere narrar para dar una visión más fidedigna de lo narrado.”
No elude Vargas Llosa la alusión a defectos como la pérdida de pulso narrativo, el exceso retórico de una prosa recargada y los desequilibrios constructivos de novelas como La familia de León Roch, que “tiene páginas excelentes, pero también muchas que parecen de más.” O la persistente y desconcertante atribución de omnisciencia al narrador-personaje, que puede confundir a veces al lector.
Tras un análisis pormenorizado de la extensísima producción teatral de Galdós, desde Realidad hasta Antón Caballero, cierra el volumen un capítulo final recopilatorio, “Pérez Galdós en la literatura de España”, que comienza con estas dos frases terminantes: ¿Fue un gran escritor? Lo fue”, y contiene afirmaciones como estas: “algunos de los Episodios, muy logrados, merecen destacarse entre sus obras mejores. También de esta manera un escritor contribuye a crear una sociedad integrada, haciendo que gentes de distintas regiones y costumbres se sientan herederas de un pasado común. En esta manera de “hacer patria” Pérez Galdós fue el único escritor español de su tiempo que lo hizo.”
Esta es la conclusión que cierra el libro: “Benito Pérez Galdós estuvo a la altura del prestigio que ahora lo rodea. Sus libros son la mejor confirmación de su talento. Fue, sigue siendo y lo será por mucho tiempo un gran escritor.”
Santos Domínguez