Carlos Peinado Elliot.
¿Sangra el abismo?
Contracciones de una Noche de Pascua.
RIL editores. Barcelona, 2022.
[Circumambulación tercera]
Abro al fin la ventana -¿no estaba fuera ya? Y allí te encuentro. Una vez más no te has cansado (¿quién me llamó a cruzar?) en estos años de esperarme. Y me pronuncias: cuerpo-palabra donde orbita todo. Y me recibo: ¿quién soy en ti? La voz entre el ramaje que me llama extiende el velo, en tanto se abre el mar en que perderse, bajo la luz de Venus que se eleva y se apodera (latiendo) de mis ojos.
Y escuchas: que el lucero matinal te encuentre ardiendo-quién pronunció esa voz: ¿arder si todo se ha quemado? ¿Arder en ti, nacer (cuando el cansancio de la vida ahoga)?
En esta noche están todas las noches.
Te han abierto y partido y te derramas.
Vacío desbordante de este cielo,
henchido de una luz que me traspasa.
Espacio mío y cuerpo mío tú:
noche de Pascua.
Esa noche de Pascua a la que también se alude en el subtítulo es el punto de llegada de ¿Sangra el abismo?, el libro que Carlos Peinado Elliot publica en RIL editores.
Es la culminación del itinerario que se había iniciado una noche de agosto en la que se situaba este texto en el que, como en la noche oscura sanjuanista, el poeta había salido en busca de sí mismo:
[girola]
He dejado la casa atrás en esta noche en que el cansancio de vivir me arrastra y me golpea. Es agosto. Mientras lejos los sonidos de la fiesta borbotean y no duelen, he salido de nuevo al descampado, como antes con mi hijo que miraba los astros, madrugada -rendido por el sueño- de Perseidas. Ahora solo. Ninguna luz. Comienza a declinar la vida y me pregunto cuánta verdad me queda entre las manos.
Experto en poesía contemporánea y especialmente en la línea de poesía del conocimiento desarrollada por José Ángel Valente o por el último Antonio Colinas y asentada en la base estética de la razón poética de María Zambrano, Carlos Peinado Elliot sigue aquí esa escondida senda de la palabra creadora en libertad.
Una palabra que fluye caudalosa y perturbadora en un caleidoscopio de secuencias en prosa y verso organizadas en ocho apartados que son otras tantas estaciones de un proceso poético y personal de depuración y de exploración verbal en lo invisible, de búsqueda incansable de revelaciones:
[vitral]
Las aguas, oro blanco que se incendia en la fragua del sol de la bahía. Asciende la marea por los caños, penetra los terrones y entre costras de sal alcanza las roídas barcas varadas: matorral de sapina y salicornia. Intermitente azul que alhaja con sus luces brillante lomo de delfín: las olas, espejeando el cielo en las entrañas, se extienden tras las huellas del sol a la ceguera.
La poesía se convierte así en método de conocimiento, en ejercicio de demiurgo con la tensión verbal como instrumento de indagación y refundación de la realidad. Fragmento a fragmento, el poeta recompone una cosmogonía visionaria que se levanta desde las intuiciones y las potentes imágenes para abordar con voz oracular las claves de ese mundo: la incandescencia del amor y la muerte, el exorcismo del fuego y la celebración del agua, la liturgia de los cantos sibilinos de la Quimera y un turbador paisaje de atrios y laberintos, vitrales y rejerías, bóvedas y capiteles, pináculos y canecillos por los que ascienden o descienden el tiempo y el espacio, Sevilla y la bahía gaditana, la memoria y el presente, la violencia y el terror de la guerra, el mar y la tierra.
Y esa voz poética se hace mirada hacia lo hondo del pozo o de la fosa o hacia lo alto del vitral o la cúpula en este libro que se alza como un templo de la palabra y la poesía en la celebración de la luz y los dones o en el lamento de lo oscuro ante la presencia desbordada de la sangre y la muerte. Esas miradas ascendentes y descendentes se suceden en este texto:
[Pináculos:estrellas]
La nube de vencejos.
Su densa red que tensa en negra cúpula
tirantes arquitrabes, cristalinos
de vuelos en la bóveda
celeste se levantan y descienden
como si hundiéndose un marmóreo cielo
sus chillidos
se desplomaran sobre mi cabeza.
Ambicioso en su expresión y riguroso en su arquitectura, ¿Sangra el abismo? erige sobre las ruinas una deslumbrante construcción verbal cimentada en la solidez de una voz que parece surgir desde fuera del tiempo, desde el misterio que sólo puede iluminar una palabra poética tan poderosa como la de Carlos Peinado Elliot.
Santos Domínguez