25/3/22

Cipolla. Tres historias extravagantes


 Carlo M. Cipolla.
Tres historias extravagantes.
Traducción de José Luis Gil Aristu.
Alianza Editorial. Madrid, 2022.

 “En la Alta Edad Media (es decir, entre los siglos VII y X, en términos generales), cuando predominaba en Europa la economía feudal, no existían compañías ni bancos. La sociedad y la economía europeas eran demasiado primitivas: el comercio estaba manejado por mercatores que, solos o en caravanas, iban de feria en feria y de castillo en castillo ofreciendo a la venta mercancías variadas y exóticas (como telas orientales, objetos de marfil, joyas) y artículos raros (como reliquias de santos, casi siempre falsas) e incurriendo, entre negocio y negocio, en actividades poco recomendables, pues, en los períodos de carestía, practicaban, sin duda, el mercado negro y, de creer a un escritor de la época, algunos de ellos capturaban niños que luego castraban para venderlos en los mercados musulmanes de España. Es imposible decir si tal cosa era cierta; sin embargo, la circulación de semejantes rumores sobre los mercaderes es una prueba de lo que la gente los creía capaces de hacer”, escribe Carlo M. Cipolla en Hombres duros, el primero de los tres relatos  que reunió en el volumen Tres historias extravagantes, que publica El libro de bolsillo de Alianza Editorial con traducción de José Luis Gil Aristu.

Tres relatos breves basados en hechos reales, aunque raros, contados con extraordinaria viveza y con un irónico sentido del humor por el historiador Carlo M. Cipolla.

Los Bardi, una poderosa familia de banqueros florentinos de comienzos del XIV, son los protagonistas de esa primera historia. Llevados a la insolvencia por la conjunción de una serie de circunstancias adversas, sobre todo por la bancarrota de la corona inglesa, sus principales acreedores, “nuestros héroes” se entregaron a las intrigas políticas, a las conjuras y al bandolerismo, a la falsificación de moneda en la cima de un montículo y al asesinato. 

Cuando habla de la pena de muerte en la hoguera para los falsificadores sale a relucir el humor de Cipolla:

La legislación del momento (tanto la florentina como la no florentina) era durísima con los falsificadores. Si lo atrapaban, el falsificador no tenía escapatoria: se le enviaba a la hoguera, donde era quemado vivo. Hay expertos que mantienen que la muerte en la hoguera no es tan terrible, pues la víctima se asfixia por el humo antes de sentir el dolor del fuego que le abrasa las carnes. A pesar de las afirmaciones de tales expertos, creo que hay en el mundo pocas personas, salvo los monjes budistas, que afronten gozosas el fuego, si se encuentran por casualidad una situación tan poco envidiable. Además, a principios del siglo XIV no habían nacido aún los expertos en asfixia preventiva por humo.

La segunda historia -El timo del siglo (XVII)- parte de una obra que apareció en la segunda mitad del siglo XVII en Francia, Le parfait négociant, de Jacques Savary, un compendio del comercio y del fraude que hace especial hincapié en los negocios de los genoveses. El centro del relato es la estafa monetaria, “una especie de farsa de dimensiones intercontinentales”, promovida por los franceses y los nobles ligures titulares de las cecas donde se acuñaban los luises de plata, de la que fueron víctimas los turcos a mediados del XVII.

También del tratado Le parfait négociant arranca Los Savary y Europa, la tercera historia que cuenta Cipolla. Es un comentario de esa obra y de las figuras de los Savary, padre e hijo, desbordados por la envergadura que fue adquiriendo el texto, que abordaba no sólo cuestiones relativas al comercio, la manufactura y el sistema bancario internacional de la época, sino que acabó incorporando informaciones de todo tipo entre las que abundan juicios sobre la avaricia de los ingleses, la habilidad y sensatez de los holandeses, la sutileza comercial de los rusos, la afición a la bebida de los polacos, la pobreza de los portugueses, la gentileza y astucia de los italianos o la indolencia de los españoles:

“El clima español -escribía Savary hijo- hace a la gente blanda e indolente… La molicie natural de los españoles les lleva a considerar el trabajo como una actividad penosa, dura, baja y servil.”

Santos Domínguez